Aproximadamente a las ocho de la noche, pasé por mi madre y por Adrián. El departamento era un desastre entre cajas, papel burbuja, y maletas en la habitación. Tenía pocas cosas en él, ya que estuvieron vendiendo parte de sus muebles y al igual que yo le quedaban solo lo indispensable y unas cuantas cosas más, a decir verdad tenía más muebles que yo, ya que yo solo tenía un colchón inflable en mi recamara y el refrigerador de la cocina.Entre tanta soledad el árbol de navidad sobresalía en la sala de estar. Seguía intacto. Entonces me pregunté, ¿por qué no lo había quitado?
Adrián me sonrió cuando me vio, lo abracé y me senté junto con él en el piso de la sala. Estábamos junto al árbol de navidad, tenía las luces encendidas, que se extendían a lo largo del lugar, sobresalían ante la luz tenue con la que se estaba alumbrando. Mi madre seguía en su habitación, se terminaba de maquillar. Platicábamos un poco, me debatía entre contarle lo ocurrido en el centro comercial o no. Respiré profundo, exhalé.
—Nos encontramos con Luis en el centro comercial.
—Tu madre me dijo que lo vio, pero no me dijo que tú estabas con ella en ese momento.
—Estaba a unos locales atrás viendo todo. Ella no sabe que yo sé quién es él, así que no pudo contarme lo que sintió al verlo.
Él se acercó y me entregó una pequeña caja envuelta con un papel color dorado con un moño rojo.
—Es un regalo departe de tu madre y yo. Bueno en realidad más de ella, pero yo la convencí de que te lo diera, así que en parte es mío.
Sonreí. Imaginé lo que podría ser. Tenía que ser algo pequeño. Tal vez fuera alguna joya, como un collar o pulsera. Sacudí de manera discreta la caja para averiguar qué podría ser, pero no sonó. Era como si no tuviera nada en ella. Tal vez, mi madre me escribió una carta, por eso Adrián me dijo que la convenció de que la escribiera. Sí, seguramente era una carta de despedida para mí.
Así que me convencí mentalmente de que ese era mi regalo, una carta por parte de ella. Guardé la pequeña caja en el bolsillo de mi gabardina color beige.
—Gracias Adrián, lo digo de verdad. Gracias por todo, por lo que estás haciendo por mi mamá y por estar con ella.
Tomó mi mano.
—No lo digas con ese tono, Valentina, solo te mudas y nos mudamos también. Estamos a una llamada que acorta las distancias y a unas horas en un vuelo. No te vas a morir. Así que no sigas con estás despedidas, por favor.
Asentí
Sabía por qué lo decía, pero necesitaba hacerlo de esa manera, porque no sabía qué era lo que nos deparaba el destino, que pasaría si algo les llegaba a pasar a ellos y yo nunca les dije lo que sentía, no pude despedirme y siempre me sentiría culpable por ello.
Cuando mi madre salió nos miró extrañada, tenía la ligera sospecha de que imaginaba sobre lo que estábamos hablando.
—Espero que no le hayas dado mi regalo de navidad—dijo ella al fruncir el entrecejo
—Lo siento cariño, pero eso fue lo que hice.
—Eres un ser malvado, quería dárselo yo.
—Ni modo—Adrián se levantó del suelo—Pero ella sabe que ese es tu regalo.
—No lo he abierto—toqué el bolsillo en el que estaba la pequeña caja—Gracias, sé que debe de ser algo especial, para ser una caja tan pequeña.
Ella sonrió.
—Ni te lo imaginas.
Llegamos a la casa de la mamá de Adrián. Sus sobrinos nietos, al verlo corrieron hacia él. Llegó cargando la bolsa en la que venían los regalos. Él usaba un gorro navideño, era increíble como después de tantos años, él seguía amando la fecha. Los abrazó con mucha fuerza. Lo querían y él los quería mucho. Cuando lo dejaron de abrazar ellos nos miraron intrigados por saber quienes éramos mi madre y yo.
ESTÁS LEYENDO
Nuestras noches de diciembre
RomanceValentina siempre quiso saber, quién fue su padre y por qué su madre nunca lo mencionó. Después de descubrir un cuaderno en el que su madre relata sobre el rompimiento con su novio y la relación con su amable y guapo vecino, decide leerlo, para así...