Capitulo quince.

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Para Macarena el ritmo de su vida iba mejorando, poco a poco volvía a tener aquello que había perdido desde que habló por última vez con la chica castaña de ojos marrones, estaba recuperando su propia estabilidad. Pudo responder la duda de Tomás; ¿quién le gustaba? Jacinta era la respuesta. No habían salido demasiado, pero lo directa y intensa que solía ser la chica de pelo liso atrapaba a Maca. No eran pareja ni mucho menos la rizada le había dicho que sentía algo por ella aunque fuera mínimo. Había aprendido que las cosas podían aguantar un poco y guardarse un tiempo, hasta encontrar el momento adecuado para hablarlo.

Trabajar junto a Tomás era de esas experiencias que las personas perfectamente iban a recordar para siempre, era una de las mejores cosas que le habían sucedido. Los dos eran meseros del bar, y definitivamente el trabajo se había convertido en una distracción para los dos, la mayor parte de el tiempo reían juntos pero el otro fragmento de tiempo hablaban con los clientes, anotaban y servían a ellos. Macarena sentía al chico feliz, pero había una situación en específico que día a día seguía tumbando sus esperanzas, las marcas rojas del joven en los brazos cada vez eran mas abundantes. Intentó conversarlo con el infinidad de veces, pero este solo se negaba, nunca habían tenido pudor o escrúpulos en contarse cosas así, el chico era de esas personas que podíamos considerar sin filtros.

¿Pero ahora? Evadía todas las conversaciones que Macarena le imponía sobre aquel tema.

Los estudios para la chica eran una constante presión, pero aquello no la agobiada para mal. Sabía que si sus esfuerzos daban frutos serían los mejores. La mayoría de sus trabajos estaban calificados con la nota máxima y los que no, no dejaban de ser considerados excelentes. Macarena era una joven prodigio para los profesores, pero no era así, solo había mucho estrés y desgaste en el fondo de todo.

Sus pensamientos por la castaña habían disminuido, no así sus sentimientos, pero lo bueno era que por fin dejaba de verla en todos lados.

Su mente algunas noches se mantuvo ocupada pensando sobre aquel avistamiento con la chica, después de algunos meses cruzaron miradas, recordar ese día definitivamente dejaba muchas cosas y sentimientos inconclusos.

Ese día planeaban salir los cuatro integrantes del grupo de amigos, pero para Tomás fue imposible; o cumplir horas extras en el trabajo o ser desempleado por su poco compromiso e irresponsabilidad y perder el trabajar con su mejor amiga, el chico claramente optaba por pasar mayor tiempo sirviendo tragos y anotando. Nicolás había comenzado una relación con la pelicorta, Cata, su tiempo era escaso ya que la mayoría lo compartía con ella. Solo quedaban en la lista Macarena y Jacinta, lo bueno de aquel grupo es que daba lo mismo con quien te juntaras, se pasaba bien de todas formas.

Jacinta manejaba, ella quedó de ir en busca de la rizada al edificio, querían pasear por Santiago mientras en el auto había música a todo volumen, era un plan digno de disfrutar. El padre de Macarena, Sergio, era feliz viendo compartir a su hija con chicas, y sobre todo con Jacinta a la cual solía ver seguido en el apartamento. Lo único que no sabía era que su hija era lesbiana y estaba comenzando a desarrollar un gusto por la joven de pelo liso.

Existió un problema, la suerte no estuvo de su lado y comenzó a lloviznar ese día. La junta se llevó a cabo pero el conducir sería de manera más lenta y precavida a que como acostumbraban.

La tarde se basó en escuchar rock latino y música alternativa mientras que exploraban lugares desconocidos en el auto, algo que caracterizaba a el grupo era que todos disfrutaban de aquella música, pero en este momento lo disfrutaban las dos chicas. En la radio de el auto sonaba "Manual de una pérdida" de Fármacos. Macarena y Jacinta cantaban el coro y se sincronizaban con el ritmo de la música, en un punto a la rizada se le ocurrió bajar la ventana de el auto y dejar que la lluvia y el viento entraran con brusquedad contra ella. Disfrutaba de el momento y la compañía la cual tenía. Conversaban de lo bueno que era que Santiago fuera grande, podían repetir el plan de manejar y escuchar música una cantidad extraordinaria de veces, jamás habría que repetir caminos. Cuando las dos chicas tuvieron hambre se dirigieron a almacenes propios de el sector en el cual andaban y compraron una casata de helado junto a ello dos cucharas plásticas. Jacinta se encargó de manejar hasta llegar a algún lugar lindo visualmente y se estacionaron ahí, un parque verde, el cuál era adornado por flores.

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