Capítulo 7

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Aún es bastante temprano, el sol ha salido hace poco, y sus débiles rayos me guían por las solitarias calles de la Veta.

Me cruzo de brazos, intentando resguardar el calor de mi cuerpo y camino de regreso a casa.

Evito voltear para buscarlo, sería inútil, porque él también ha tomado su camino. Seguro ya está por llegar a la zona de comerciantes.

No hemos acordado que nos veremos de nuevo, y a penas y hemos hablado de camino a la pradera.

¿Se siente culpable?

No vi culpa en sus ojos mientras nos vestíamos y salíamos de la casita del lago, de ese lugar que ahora guarda un secreto que sólo nosotros sabemos. Tampoco vi culpa cuando cruzamos la alambrada, pero puede que el cargo de conciencia haya comenzado a hacer de las suyas ahora que estamos lejos de los árboles.

Los recuerdos de anoche: las caricias de sus labios, sus manos explorando cada parte de mi cuerpo, él ayudándome a marcar el ritmo, su piel contra la mía, cada ocasión que él me llevó al límite... No paran de reproducirse en mi cabeza.

Debería avergonzarme por tener esa clase de cosas en la cabeza. Pero no. En lo único que puedo pensar es en repetir lo de anoche, y vivirlo otra vez.

Avanzo por las calles de la Veta. Una violenta ráfaga de aire cruza, y me llega el aroma de la piel masculina que todavía tengo impregnado en el cuerpo, al igual que en la ropa.

Llego a casa, y no sé si Gale se encuentra aquí o no. Pero no lo creo.

Es domingo, y él descansa, sin embargo, estoy segura de que anoche se fue con la mujer de la que me habló Peeta. Por supuesto que él querría aprovechar su único día libre para irse con ella.

Me meto al baño, me desvisto, y lleno la bañera de agua caliente.

Me sumerjo, y me restriego los brazos, las piernas, y me enjabono el cabello. Me enjuago, y mientras lo hago, vuelve a reproducirse en mi mente la sensación de sus dedos recorriéndome, sus labios...

Me sobresalto al escuchar que se abre la puerta de golpe, y de manera instintiva intento cubrirme.

Sus ojos grises me miran con confusión, y quiero reclamarle por abrir tan de sorpresa, pero él se adelanta:

—No sabía que estabas en el baño —me mira, e intento cubrirme con las manos cuando él baja la mirada para ver lo que no debería—. Pensándolo bien, no te oí llegar anoche. No hay señales de que hayas dormido aquí.

—Estuve con mi madre y Prim.

Él asiente con la cabeza. Parece convencido.

Se acerca al lavamanos y se echa agua en la cara. Después, vuelve a mirarme, con cierta intensidad, y noto que sus ojos están más oscuros. Me tenso, porque distingo que aparece ese deseo en los ojos, el mismo que surge cuando intenta convencerme de que nos acostemos.

Veo que se quita la playera, y después los pantalones.

—Que gran idea has tenido de tomar un baño —termina de desnudarse, y se mete a la bañera—. Jamás lo hemos hecho juntos.

Niego con la cabeza, y me apresuro a salir.

Me doy prisa en cubrirme con la toalla. Escucho que él bufa, y volteo a verlo mientras me exprimo el cabello.

—Deberías decirle a Greer que lo tome contigo.

Frunce el ceño, y me mira confundido.

—¿Cómo sabes su nombre?

Me encojo de hombros.

—Los rumores en la Veta se esparcen rápido.

Salgo, y me apresuro a ponerme la ropa. Minutos después, Gale entra a la habitación, con sólo una toalla rodeándole la cintura.

Siempre has sido tú Donde viven las historias. Descúbrelo ahora