Capítulo 27

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Todos los días son iguales. Peeta trae temprano a la niña, mi madre y Prim la cuidan toda la mañana y durante la tarde hasta que él viene de la panadería para recogerla. Hazelle viene a diario por la mañana para verla, y ayuda a cuidarla.

Parece que aún no le han dicho la verdad. Quizá mi madre y Prim están esperando a que yo se lo diga.

Por mi parte, sólo me limito a quedarme acostada, mirando y escuchando lo que pasa en la casa. Es como si fuera invisible. Soy como una simple espectadora de lo que pasa a mi alrededor.

Peeta nunca entra al dormitorio, se niega a verme, pero he escuchado que Amber es quien le da leche a la niña. No sé qué le habrá dicho Peeta, cómo la habrá convencido, pero al parecer ella es quien ha estado alimentándola estos días.

No es algo que me importe en realidad.

¿Por qué debería interesarme?

Ya han pasado cuatro días desde que la niña nació, y con ello ha llegado el día que alguna vez deseé tanto que llegara para poder pedir teselas. Ocho de mayo.

Hoy es mi cumpleaños.

Nunca lo he celebrado, y hoy no es la excepción. Además, todos parecen estar bastante ocupados atendiendo a la niña como para darle importancia.

Todos parecen adorarla, inclusive Gale, a pesar de que no se parece nada a él. Yo evito mirarla o estar cerca de ella. Sigo negándome a cargarla, alimentarla o cuidarla a pesar de lo mucho que me juzgan por ello.

Mi madre y Prim me han felicitado, aunque mi madre aún parece estar bastante molesta conmigo. Ha estado así desde que nació la niña, pero no me interesa. Nunca me he llevado del todo bien con ella.

Hoy, como es costumbre, me quedo acostada. Y así pienso quedarme el resto del día.

Escucho las voces de Prim y mi madre del otro lado de la puerta, ellas parecen estarle hablando con dulzura a la niña.

De repente, Prim entra, y se dirige a su cama. Entre los brazos tiene un bultito envuelto con una manta, de donde sobresale un pequeño puño.

—Duerme pequeña Willow —le dice, y se sienta en la orilla del colchón.

La mece, mientras la mira con cariño. La arrulla con dulces palabras, decido girar sobre la cama para darle la espalda e ignorar la escena.

Mi madre entra, su voz seria se dirige a mí:

—¿Cómo te sientes Katniss?

—Estoy bien —me limito a responder.

No es del todo cierto, porque aún me siento cansada y adolorida por el parto, más porque no he estado comiendo bien. Pero de nada sirve ser sincera.

Ella parece conforme con mi respuesta, porque sale. Sólo se queda Prim, quien sigue arrullando a la niña.

Pero, de repente, se rompe la tranquilidad de la casa. Se escucha que alguien entra, y parece ser algo grave, porque escucho una voz agitada, nerviosa, y muy angustiada.

Prim sale, y después de unos minutos regresa apresurada.

—Katniss —me llama, volteo a verla—. Mamá y yo debemos irnos, el bebé de Hedy se puso muy mal —mira por un momento hacia su cama, donde se encuentra la cesta donde suelen poner a la niña para que duerma—. Willow está dormida, no creo que se despierte porque tiene el pañal limpio y acaba de comer. Va a dormir mínimo dos horas. ¿Puedes vigilarla?

No respondo, pero ella me súplica con la mirada.

—Sólo será un momento, me daré prisa, lo prometo. Por favor —parece desesperada—. Ella es muy tranquila, verás que no se despertará.

Siempre has sido tú Donde viven las historias. Descúbrelo ahora