Capítulo 33

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Los padres de Peeta se quedan un buen rato, y después de un tiempo, deciden marcharse.

No se molestan en hablar conmigo, sólo lo hacen de vez en cuando entre sí, y se concentran en aprovechar este momento con Willow.

La mujer del panadero en verdad parece adorarla. Pero, algo me dice que no se debe precisamente porque sea su primer nieta. Seguro que se ha encariñado tanto con ella porque no parece ser de la Veta.

La conozco poco, pero siempre me ha quedado claro que los que vivimos ahí jamás hemos sido de su agrado. Y, quizá, si Willow hubiera nacido con el cabello oscuro, la piel olivacea, y los ojos grises, la madre de Peeta no la querría tanto como parece hacerlo ahora.

Willow podrá tener todas las características de alguien que vive en la ciudad, pero, aunque la mujer del panadero se niegue a admitirlo, es mi sangre, y eso la convierte en alguien de la Veta también.

En un muerto de hambre más, como a ella le gusta llamarnos.

Ellos se marchan, y me quedo en casa, esperando a Peeta para cenar, pero él no llega.

Lo espero casi media hora, y por fin llega. Pero lo noto raro, casi no habla, sólo me saluda. Me ayuda a servir la cena, y sólo se concentra en comer. No intenta entablar una plática conmigo, ni siquiera me hace preguntas por cómo ha estado mi día.

No parece molesto, o enojado, pero hay algo extraño en él. Quizá, esté cansado, no lo sé.

Una parte de mí busca hacerle preguntas por su comportamiento, pero me obligo a mantener la boca cerrada y a morderme la lengua. Ya hemos avanzado, al menos ya nos hablábamos, no quiero empeorarlo.

Cuando termina, recoge sus platos y los lava. Me da las buenas noches y escucho que se mete a la ducha.

Termino de comer, y recojo todo. Cuando entro a la habitación, él ya está profundamente dormido.

Pienso que sólo ha tenido un mal día, que quizá al siguiente cambiará de actitud conmigo.

Pero me equivoco.

Los días van pasando, pero él sigue igual, y no logro entenderlo del todo. Intento no darle demasiadas vueltas al asunto, y concentrarme en lo que verdad importa, en Willow.

Y es por ella que me veo obligada a salir de nuevo. Sucede al igual que cuando era niña, la necesidad es lo que me obliga a salir.

No puedo seguir encerrada. No cuando tengo un bebé al que le hacen falta varias cosas, al igual que una familia que alimentar. Eso es en lo que debo enfocarme, no en tonterías.

Entonces, una mañana, después de que Peeta se va, me atrevo a hacerlo. Preparo mis cosas para ir al bosque, y dejo a Willow con mi madre.

Es extraño caminar por la Veta. Porque, ahora las manos me sudan, y el corazón me late rápido, esperando el momento en que Gale se aparezca de la nada e intente atacarme.

Cuando consigo llegar a la pradera, consigo respirar otra vez, porque he llegado a mi lugar seguro. Me apresuro a avanzar, y me meto debajo del alambre suelto.

Inhalo el refrescante aroma, y es como si una parte de mí volviera. Es como sí, por al menos un par de horas, volviera la vieja Katniss que no le temía casi a nada.

Camino por la hierba crecida, y, como ya me siento mejor del parto, intento cazar. No lo consigo al principio, pero, después de muchos intensos, atino a darle a una ardilla en el ojo. Lo demás lo recojo de las trampas que suele recolectar Vick. Quizá me meta otra vez en problemas por ello, pero mi familia necesita carne, y necesito dinero para mi hija.

Siempre has sido tú Donde viven las historias. Descúbrelo ahora