Capítulo 20

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Le sostengo la mirada. Y, a pesar de que no quiero, me levanto con toda la calma que puedo y salgo de la casa.

Lo menos que necesito es hacer un escándalo frente a mi madre y mi hermana. Somos adultos, deberíamos saber cómo resolver esto de manera madura.

Sigo avanzando. De reojo veo que él me sigue.

Llegamos a la pradera, y pienso en alejarme más para evitar que alguien nos escuche. También para tener más privacidad, pero él decide no esperar. Me toma del brazo, obligándome a frenar, y se planta frente a mí.

—Hasta que por fin te dejas ver —me dice, y me suelta.

Sus ojos me miran. Parece molesto, bastante, también resentido.

—No tenía muchas ganas de encontrarme contigo —admito.

Bufa.

—Y aparte de todo eres cínica.

—Mira quien lo dice —lo encaro—. El que ha estado acostándose con otra, y quien todavía tiene el descaro de culparme de estar haciendo lo mismo.

—Eres tan culpable como yo.

Niego con la cabeza.

Tal vez ya no debería seguir con la mentira. Podría decirle la verdad de una vez, porque de todos modos, en algún punto, va a enterarse de que estoy con Peeta. Pero no quiero más problemas. No por ahora. Y tampoco quiero poner a Peeta en riesgo.

Conozco a Gale, y sé que es capaz de cualquier cosa cuando se siente atacado de alguna manera.

—Por supuesto que no —respondo, con toda la seguridad posible—. Tú me engañaste, y quieres creer que yo hice lo mismo para estar en paz con tu maldita consciencia. No quieres admitir que nuestro matrimonio se acabó por tu culpa.

—¡Fue tu culpa! —alza la voz, furioso. Y me señala—. Yo sí que te quería. Todavía te quiero. Pero eres egoísta, tan egoísta que nunca piensas en nadie más que en ti misma. No dejabas que te tocara. No dejaste que te amara. No me dejaste entrar a ese frío y duro corazón que tienes. ¡Estaba dispuesto a darlo todo por ti! ¿A cambio de qué? ¡De tu maldita indiferencia!

—¿Darlo todo por mí? ¡Yo fui quien lo hizo por ti! ¡Me importaste tanto que decidí casarme contigo a pesar de que no quería! ¡Seguí a tu lado a pesar de que te veías con ella! ¡A pesar de que cambiaste! ¡A pesar de que intentaste golpearme!

—¡Yo no cambié! ¡Tú lo hiciste!

—¿Yo? ¡El Gale que conocí jamás se hubiera atrevido a traicionarme de la manera en que lo hiciste! ¡Jamás hubiera intentado golpearme cuando se encargó de cubrirme la espalda por años! ¡¡Ya no eres él!!

—¡Soy el mismo! —grita—. ¡El mismo que sigue amándote! ¡El mismo que está cansado de que no me quieras tanto como yo lo hago! —se acerca—. Soy el mismo chico de dieciocho años que descubrió que estaba enamorado de su mejor amiga. Quien sigue temiendo que no correspondas sus sentimientos. El mismo que sigue temiendo perderte. El que quiere hacer lo que sea para que te quedes conmigo.

Sus gritos resuenan como eco en el calmado sonido de la naturaleza. Y no dice nada más. Yo tampoco. Nos quedamos en silencio, mirándonos.

Quiero seguir gritándole, descargar todo lo que ha estado ahogándome por meses, pero nada sale de mi garganta. No ante una confesión como la que acaba de hacer.

Miro aquellos impenetrables y duros ojos grises, que por un momento muestran su vulnerabilidad. Llego a conmoverme, pero él se apresura a montar su coraza y me mira con frialdad. Se hace el fuerte.

Siempre has sido tú Donde viven las historias. Descúbrelo ahora