Capítulo 04

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"Solo...habla con ella."

— Dios, ¿por qué venimos a la biblioteca a estudiar? —se quejó Marc, pero todos lo ignoramos.

Las cosas con él siempre son iguales. Si algo no le gusta, lo va a decir. Si algo le gusta, lo va a decir. Si algo le es indiferente, lo va a decir. Sea lo que sea, él siempre tiene algo que decir. Es como un niño pequeño, molesto e inquieto, que no se calla.

Recuerdo que una vez suspendió un examen y estuvo treinta minutos diciéndole a la profesora que era injusto. Según él, había dedicado cuatro horas de un sábado a estudiar y merecía más que un simple tres. A pesar de que la profe lo invitó educadamente a abandonar la clase, él se puso de pie y le explicó todo el temario. Pensábamos que tarde o temprano lo mandaría al despacho del director, en cambio, le subió la nota. Desde ese momento, cree que es importante hablar ante las injusticias. Según él y cito palabras textuales: "Tengo una voz y nadie podrá callarme."

—De verdad, que este sitio es aburridísimo. —añadió.

Puse los ojos en blanco.

—Cállate. —le dijo Collins.

— ¿No tenéis hambre? —preguntó Marc, ignorando por completo la petición de Collins.

—Como no te calles, te meteré en la boca este puto libro de historia. Ya verás qué rico está. —le amenazó Collins.

—André, ¿ves normal que me hable así?

André arqueó las cejas. Se relamió los labios, como si estuviera intentando no perder la compostura, y mi atención se desvió hacia ti. Apoyé la espalda en la silla y supliqué en silencio que mi amigo no te estuviera molestando.

—Marc, estudia. —dije.

—Pero es que tengo hambre. —protestó, como un niño pequeño.

—Eres insoportable —me quejé y miré al techo.

Brian se echó a reír. Mientras tanto, sentí que había llegado al límite. No lo soportaba más. Cerré el libro y respiré profundo, intentando guardar la calma.

Entonces, te reíste y sacaste algo de la mochila.

—Tengo galletas, ¿quieres? —dijiste.

—Dios, sí.

Se las diste.

—Te amo, de verdad que lo hago. —dijo mientras se metía una galleta en la boca.

Aproveché que lo tenía delante y le di una patada. Por dios, que se calle de una maldita vez, pensé.

—Auch...Me has dado una patada.

—Eso no es verdad. —respondí con sequedad.

Cuando te miré sonreíste con inocencia. Recuerdo que me mordí el labio para no reírme y te di un golpe suave en el hombro, no conseguí borrarte la sonrisa y eso me hizo sentir malditamente bien. Parecías orgullosa por haber conseguido lo que te proponías, que Marc dejara de hablar. Ahora que lo pienso, nunca te agradecí que hicieras eso. Conseguiste callar a Marc durante unas horas, horas valiosas que me sirvieron para estudiar. Supongo que gracias. No sé qué hubiera pasado si no me hubieras ayudado. Volví a estar de buen humor y abrí el libro para estudiar.

Después de unas horas, no pude más. Llegó un momento en que empecé a confundir fechas y reyes, para mi todos se llamaban igual y los acontecimientos históricos habían sucedido en el mismo año.

Decidí descansar un poco y fui a buscar un libro, a Marc le pareció buena idea acompañarme. Mientras yo buscaba algo que leer, él me miraba con cara de desaprobación cada vez que cogía un libro. Llegó un momento en que ya ni estaba buscando algo, solo miraba la mesa donde estábamos antes, pero ambos sabíamos que no miraba la mesa. Te miraba a ti Sophie. Incluso cuando creías que no te veía lo hacía. Joder si lo hacía.

Estabas concentrada mientras subrayabas el tema. Me había dado cuenta que usabas diferentes colores para cada apartado, el verde era para las fechas, el azul para los nombres y el rosa para las etapas de las guerras. Tus apuntes parecían un arcoíris, pero por lo visto, los colores te ayudaban a memorizarlo todo. Eso me hizo sonreír.

— ¿Vas a babear todos los días por ella?

— ¿Eh? —titubeé, medio atontado.

— ¿Quieres un consejo?

— ¿Tuyo? —dije, volviéndome hacia él sorprendido.

Asintió.

—No.

Marc empezó a negar con la cabeza.

—Sí, sí que lo quieres. ¿Sabes qué es lo que hace la gente normal? Suelen hablar con la chica, no la miran durante horas esperando a que se enamore por arte de magia.

Solté un bufido.

—Gran consejo, una pena que no vaya a hacerte caso. —contesté distraídamente, y volví a fijar toda mi atención en ti.

—Dios mío, habla con ella.

— ¿De qué habláis?

Me sobresalte cuando vi que Andrea estaba detrás de nosotros. En cuanto me di cuenta de que llevaba más de dos minutos observándonos fijamente, me giré hacia Marc, que enarcó las cejas y me miró como si estuviera esperando a que respondiera.

—Nada...

—De Sophie. —espetó él.

¿De verdad? No podría callarse por una vez en la vida...

Me giré hacia él y lo miré mal.

— ¿Qué? No me mires así —agregó con rapidez. —A mi madre no le gusta que mienta.

— ¿Qué le pasa? —pregunta Andrea.

—Es maja...—digo, intentando que no se diera cuenta de lo que realmente hablábamos antes.

Ella parpadeó, algo confundida.

—A Jacob le gusta. —añadió mi estúpido amigo.

—Juro por dios que...

Cuando me giré para darle una colleja, el muy valiente se fue corriendo.

—Soy tu mejor amiga y no me dices que te interesa una chica.

Me miró con las cejas arqueadas, como si esperara que yo replicase. Pero, como sabía que justificarme no iba a servir de nada, solté un suspiro de cansancio.

—No es importante.

— ¿No lo es?

Si lo era.

Dudó un segundo, lo que hizo que me replantease si debía decirle la verdad o no.

—Solo me parece guapa, no es que esté enamorado de ella. —confesé.

Intenté quitarle importancia al tema porque sé cómo es Andrea, le encanta hacer de cupido y presionar a la gente a hacer cosas que tal vez ni uno quiere.

Entonces, después de unos segundos en silencio, asintió con la cabeza.

—Ahora que lo pienso, eres su tipo.

— ¿Qué?

Me mordí el interior de la mejilla. No entendía por qué decía eso.

—Guapo, listo, gracioso y futbolista, así son sus exnovios. Deberías hablar con ella, nunca se sabe lo que puede pasar.

No, no.

Yo sí sabía lo que podía llegar a pasar. Era muy consciente de lo mal que se me da hablar con la gente y lo mucho que me cuesta que la conversación no muera a los dos minutos de empezar. Hablar contigo era como ir a una guerra sin armas y escudos, solo yo. Vulnerable y perdido.

Todo lo que no te llevasteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora