Capítulo 29

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"No fue culpa tuya."

La madre de Collins, Laura, abrió la puerta y su rostro cansado y triste indicaba que no había dejado de llorar todos estos días.

Nada más verme, me abrazó con fuerza. Aquello fue un golpe de realidad, podía sentir como mi alma se rompía en mil pedazos. Intentaba no llorar. Debía ser fuerte. Ella podía llorar, yo no. ¿Qué derecho tenía yo?

Poco después, se separó de mí y me hizo pasar. Me condujo hacia el salón. Me senté en el sillón, a su lado. Ella cogía mis manos entre las suyas y yo no dejaba de apretarlas.

—Yo...

—No digas nada. No hace falta.

El problema es que si quería decirle algo. Quería pedirle perdón, necesitaba pedirle perdón.

Laura era una buena madre, siempre lo ha sido. Recuerdo que una vez nos dijo que le hubiera encantado tener más hijos, una familia numerosa. Decía que Collins hubiera sido un gran hermano, porque ya era un buen hijo, el mejor. Y ahora, aquí, en este instante no podía imaginarla dejando de ser madre. No podía imaginarme lo injusto que era para ella. Lo injusto que era para todos nosotros.

—Lo siento muchísimo, si tan solo yo no le hubiera pedido que se subiera a ese coche, él seguiría aquí.

—Cariño, no digas eso.

—Es la verdad. —tuve que cubrirme la cara porque iba a romper a llorar.

—Escúchame, tú no tuviste la culpa de nada, ¿vale?

Las lágrimas me nublaban la vista y el dolor recorrió todas y cada una de las partes de mi cuerpo.

—Quiero que lo digas.

— ¿Qué?

—Quiero que digas en voz alta que no tuviste la culpa de esto.

—Yo...no...

No podía.

—Cielo, no fue tu culpa.

¿Y por qué se siente como si lo fuera?

Se me caían las lágrimas y el corazón me seguía latiendo con fuerza.

—En unos días será su funeral, me gustaría que hablaras. —me anunció.

— ¿Yo?

—Eres como un hermano para él, sé que querría que fueras tú quien hablara. Si no quieres hacerlo, lo entiendo...

—Lo haré.

Se lo debía, después de todo, se lo debía.

No quería ir a casa. Así que pasé toda la tarde en la casa de Collins, en su habitación. Viendo aquel poster de Star Wars, su favorito, y a Guille el grillo. ¿Qué serás de él ahora que Collins no está? ¿Qué sería de mi sin mi mejor amigo?

Cuando ya estaba anocheciendo, tuve que irme. No quería que mis padres se preocuparan más de la cuenta, pero cuando estaba cerca, vi a mi madre sentada en la entrada. Sabía que estaba esperando por mí, al fin y al cabo, no le dije a dónde iba.

— ¿Dónde estabas? —preguntó.

—Fui a dar una vuelta.

—La cena está lista.

—No tengo hambre.

—Jacob, haz el favor de entrar y sentarte en la mesa.

Le hice caso, no quería discutir. No tenías fuerzas para eso. No tenía fuerzas para nada.

Me senté despacio en la mesa y empecé a comer, sin ganas y sin quitarles los ojos de encima. Les conocía. Aquella cena se iba a convertir en una charla.

— ¿Qué pasa? —pregunté.

Mi padre se sentó frente a mí, cruzó las manos sobre la mesa y miró a mi madre, que estaba sentada al otro lado de la mesa. Tardó unos segundos en volver a mirarme y empezar a hablar.

—Tenemos que hablar contigo.

— ¿Sobre qué?

—Mañana tienes cita con la doctora Manreet. — anunció.

Me volví hacia mi madre, totalmente confundido.

—No estoy enfermo.

—La doctora Manreet es psicóloga.

¿Psicóloga? ¿Querían que fuera a un psicólogo?

— ¿Un loquero? —me puse en pie de un salto.

—Jacob, un psicólogo no es un loquero. Es un profesional que te puede ayudar...

—No quiero ir a un psicólogo, no estoy loco. No necesito ir a un psicólogo. —le interrumpí.

—Ya sabemos que no estás loco, pero nos preocupamos por ti. Tenemos miedo de que no sepas aceptar esto.

—Soy perfectamente capaz de aceptar que Collins ha muerto.

—Jacob...

— ¡No! —grité. —Sois vosotros quienes no podéis ni decirlo. ¿Creéis que no soy consciente de que mi mejor amigo ya no está? Solo necesito tiempo, no ir a un maldito psicólogo. No necesito ir a terapia, necesito que me dejéis en paz.

Mi madre, que se había mantenido en silencio hasta hora, me miró y dijo:

—Laura me llamó, me dijo que habías pasado por ahí.

— ¿Y?

—Te culpas de lo que le ha pasado a Collins.

—Eso no es cierto.

— ¿No? Mírame a la cara y dime que no te culpas del accidente de Collins.

No pude hacerlo. No podía decir eso porque sabía que no era cierto. Cerré los ojos para evitar un repentino torrente de lágrimas. Me aclaré la garganta, pero no dije nada. No podía.

—No queremos que dejes de vivir. —dijo mi padre.

—Yo...

No podía seguir ahí, delante de ellos. Viendo como me miraban, como si sintieran pena por mí.

— ¿A dónde vas? —preguntó mi madre cuando me giré hacia la escalera.

No respondí. Ni yo mismo sabía a dónde iba.

Subí corriendo y cerré de un portazo la puerta de mi habitación. Me acosté en la cama y miré el techo. No sabía qué era lo que sentía exactamente, pero no quería sentirlo.

Todo lo que no te llevasteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora