Capítulo 07

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"En el amor y en el campo, todo vale."

Jugaba al fútbol desde los nueve años. Cualquiera pensaría que no es mucho tiempo, pero para mí ha sido como una eternidad. El balón, el campo y yo. Nunca estaba solo, las gradas estaban llenas, acompañado por mis compañeros y siempre observado por un árbitro. En los partidos era donde más gente había y me sentía libre. Me balanceaba, giraba, movía los brazos y el equilibrio de mi peso y mi cuerpo seguían un mismo ritmo. Si, en ese instante era libre.

La verdad es que no recuerdo mi vida antes de ello. Si alguien me preguntara qué hacía antes de jugar al fútbol, no sabría qué responder.

No era extraño que pasase mis tardes libres jugando, ya fuese con mis amigos o aprendiendo pequeños trucos con la pelota. Disfrutaba de esos momentos, estar tranquilo sin pensar en mis preocupaciones.

Estaba un poco apartado del juego cuando vi la pelota salir disparada hacia alguien que pasaba por ahí, por lo que no tardé en correr para rechazar la pelota enviándola al otro lado.

—Capullo, casi me matas. —se quejó Collins.

Hice oídos sordos ante su comentario. Puse los ojos en blanco y lo aparté, con un empujón, para entrar en la casa.

— ¿A qué debo tan grata visita?

—Me aburría. —confesó.

Lo miré de reojo y vi como se tiraba al sofá del salón. Como no, como si estuviera en su casa...

— ¿Por qué siempre acudes a mi cuando te aburres?

—Porque para eso están los mejores amigos.

Fruncí el ceño y negué con la cabeza. Se me escapó una sonrisa, admito que me pareció divertido. Te estarás preguntando, ¿por qué te cuento todo esto? Espera. Tendrá sentido pronto.

—Pensé que estaban para hacer los trabajos de clase juntos.

—Deja de llorar. —Repuso con una mueca y me miró a los ojos. — Lo siento si te molestó.

—No te preocupes. —Luego, bromeé. —La próxima vez haré el trabajo con Andrea.

—Sí, claro. Por cierto, apestas.

Arqueé las cejas. Collins tan sincero como siempre...

—Estaba entrenando.

—Te pasas la vida entrenando, deberías relajarte un poco.

— ¿Así como tú?

—Si. Tómate una tila, siéntate conmigo en el sofá y cuéntame tus penas.

Reí, me senté a su lado y apoyé los pies en la mesita del centro.

—Estoy bien.

—Tu vena no dice lo mismo. —dijo y señaló mi frente. — ¿Qué tal con Sophie?

Tachán.

Su pregunta me tomó por sorpresa y me reí.

— ¿De qué hablas?

— ¿Cuándo tendréis una cita?

— ¿Qué cita?

—Me lo imaginaba... ¿No vas a invitarla a salir?

— ¿Hace falta que responda a esa pregunta? —Suspiré mientras me volvía hacia él.

Collins se apresuró a negar con la cabeza.

— ¡No, no, no y no! —exclamó y se levantó. —Dime que no...

Fruncí el ceño. Definitivamente no entendía a mi mejor amigo.

— ¿Qué?

—Dime que no piensas que te va a rechazar.

—Bueno, es una posibilidad que siempre se debe tener en cuenta.

Se puso serio y me miró.

—Jacob, tienes que dejar de ponerte en lo peor.

—Prefiero pensar lo peor y no llevarme decepciones.

—Te las llevas igual.

En eso no se equivocaba... Suspiré con cierto fastidio. Esto me molesta de verdad, porque en el fondo sabía que mi mejor amigo tenía razón.

—Tengo mis razones —repliqué.

— ¿Cuáles? —preguntó con mucha curiosidad.

Nunca se las expliqué a Collins, pero a ti si te las voy a explicar Sophie. Te voy a explicar porque no quería pedirte salir. Porque me aterraba hablar contigo y estar cerca de ti.

Soy débil y miserable. Con demasiados defectos que me recuerdan que jamás seré suficiente. Soy aburrido y nunca le he interesado a nadie. No soy genial, soy más común de lo quisiera. Tal vez es porque no soy atractivo. Mis chistes no hacen gracia y todas mis historias son demasiado aburridas. No hago nada interesante, no pinto, no dibujo, no toco ningún instrumento y tampoco canto. Mis dibujos dan pena y una vez rompí las cuerdas de una guitarra sin querer. No actúo en obras de teatro y no escribo poemas. Tengo muy mala memoria y mi letra es espantosa. No bailo, incluso en las fiestas no lo hago.

No soy diferente, interesante o atractivo. No hago nada que merezca la pena mirar o que alguien le interese saber. Tengo un pelo horrible y un color de ojos muy común. No me gusta hablar, me pongo nervioso cuando tengo que iniciar una conversación. Me sudan las manos y no pienso con claridad. Se me acumulan las ideas en la mente y las escupo sin pensar. No soy musculoso y la ropa que uso me hace más feo de lo que realmente soy. Compro la ropa en una tienda vieja que le gusta a mamá, pero que los demás detestan. No soy guay Sophie, nunca lo he sido y sé que nunca lo seré.

Mis manos son demasiado grandes y mis pies demasiado pequeños. Tengo un lunar en la mejilla y no sabes cuánto lo odio. Es horrible y me hace más horrible de lo que soy. No me gusta mentir, pero a veces lo hago. Aunque siempre me siento mal cuando miento. Cuando quiero contar una historia, no sé cómo hacerlo. No soy capaz y solo quiero llorar, llorar y llorar.

Juego al fútbol y me gusta, pero no hago nada más. Nada que a alguien le interese. A ti ni siquiera te interesó cuando saliste conmigo. Te parecía aburrido y tedioso.

Dudo de mí en cada decisión que tomo y cuando alguien que quiero también lo hace, me siento incapaz de hacer cualquier cosa. Me bloqueo y no avanzo.

Nunca le he gustado a ninguna chica y mi primer beso fue espantoso. Ni siquiera le gustaba, estoy seguro de que me besó por pena. Algo así como un intercambio de babas. No sé porque tengo amigos, cuando soy un aburrido. No soy interesante, en absoluto. Soy la persona menos interesante de este planeta. Al fin y al cabo soy solo eso, una persona. Un chico inseguro y con complejos, imperfecto.

Es por eso que nadie querría salir conmigo, es por eso que nadie me mira cuando paso por su lado o me escuchan cuando tengo algo que contar, pero eso tú ya lo sabías, ¿no?

Tú sabías que alguien como yo no tenía nada que hacer con alguien como tú, lo sabías y no te importó. Dejaste que todo esto pasara, aún sabiendo como acabaría.

—Está bien. —Resoplé y cerré los ojos con fuerza. —Como me rechace...

Al escucharme, dió un saltito. Parecía emocionado de verdad.

Ambos sabemos que no me rechazaste, pero ahora sé que realmente no querías salir conmigo. Lo hubiera soportado, ¿sabes? Hubiera soportado que fueras sincera, por mucho que doliera o me destrozara. Hubiera aguantado, pero decidiste decir que sí y todo se complicó.

Todo lo que no te llevasteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora