Capítulo 23

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"El partido de fútbol."

Sophie, estoy seguro que recuerdas esta noche, pero no por mí. Estábamos jugando contra el Sant Laurent, uno de los mejores equipos, tal vez tendría que ser lo que más me importara en ese momento, pero no era así. A unos metros, estabas en las gradas, con Andrea. No sabía que ibas a venir, ni siquiera te había dicho que tenía partido, pero ahí estabas. Guapísima, como siempre. Estuve todo el partido pensando que habías venido a verme, que estabas ahí por mí, pero ahora sé que no fue así.

Los delanteros estaban moviéndose hacia mí, el de la camiseta número trece tenía la pelota y el del número ocho solo corría a su lado. La pelota voló por encima de los centrocampistas y el de la camiseta número ocho seguía corriendo hacia mí, hasta que impactó conmigo, llevándome por delante. No era la primera vez que me empujaba, estuvo todo el tiempo haciéndolo.

— ¿Qué coño te pasa?

Exploté Sophie, no sé porque, pero pasó.

— ¿A mí? No sé, dímelo tú. —espetó.

Collins apareció a mi lado y me tendió la mano para ayudarme a levantarme.

— ¿Lo conoces? —preguntó.

—No.

El partido continuó, desvié la mirada hacia mis compañeros y me aguanté las ganas de gritar. Uno de los de mi quipo me pasó la pelota y empecé a correr, pero no llegué muy lejos ya que el número ocho impactó otra vez conmigo. Me puse de pie y lo encaré.

— ¿Tienes algún problema?

Antes de que pudiera responderme, el árbitro hizo sonar el silbato y nos separó. No sin antes echarme una mirada de advertencia y decirme:

—Vuelve a tu posición.

—Esto tiene que ser una broma. —Apreté los puños. — ¿Va a esperar a que me rompa una pierna o es que está ciego?

Lo siguiente que supe es que estaba viendo rojo. Una tarjeta roja, eso era, ¿lo recuerdas?

La primera tarjeta roja que recibía en toda mi vida. Podría haber discutido, decirle que era injusto y que no merecía ser expulsado del campo, pero no quería seguir en aquel partido. Esto era absurdo. No parecía que estaba jugando, parecía que ese jugador me había declarado una guerra que ni yo mismo sabía que estaba luchando. Ahora sé que nunca tuvo que ver conmigo.

Salí del campo y me dirigí al banquillo, cuando estuve a punto de sentarme, el entrenador negó con la cabeza y me dijo:

—Ve al vestuario y dúchate, tú y yo tenemos que hablar.

En el interior del vestuario, me desnudé, me duché y empecé a vestirme de nuevo sin quiera tomarme la molestia de secarme con una toalla. Sacudí el agua de mi cabello y vi las gotas caer sobre el espejo frente a mí.

Esto era una mierda. Estos días habían sido una mierda y ahora solo podía pensar en lo que acababa de hacer. No tenía que haberme encarado con aquel jugador, no tenía que haberle hablado así al árbitro y mucho menos tenía que haber estado tan distraído con mis compañeros de equipo.

— ¿Qué ha pasado? —La voz del entrenador sonó a mis espaldas.

Giré sobre mis talones y cogí fuerzas para mirarle a los ojos. Cuando notó que lo observaba, esbozó una media sonrisa que me dejó hecho polvo. Parecía decepcionado. Peor, parecía muy decepcionado. Nunca antes me había mirado así y cuando lo hizo, me sentí fatal.

—Lo siento mucho, me he dejado llevar por el enfado.

El entrenador me miró fijamente. Pasados unos segundos, negó con la cabeza.

Todo lo que no te llevasteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora