Treinta y cinco

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Largos, estresantes y tediosos minutos. Alice seguía con su mano atrapada entre las manos del vampiro, Jasper se encontraba atrapado por varios de los seguidores de Aro. Y lo único que me mantenía con calma era el aliento de mi esposo en mi brazo. La espera fue eterna. Hasta que Alice habló.

- Ahora lo sabes, ese es tu futuro. A menos que decidas cambiarlo.
- La niña sigue siendo peligrosa. - dijo Caius.
- ¿Y si aseguramos que no será un peligro, nos dejarán ir? - preguntó mi hermano.
- Claro, pero ¿cómo lo harán?
- Ya te lo dirán. - terminó Eddie.

La seguridad en la cara de Edward era impresionante, las miradas que todos y cada uno de nosotros nos dábamos no salían de la duda y el nerviosismo de que en algún momento nos atacaran seguía presente en cada uno de nosotros.
El miedo continuaba en cada una de mis venas y de mis nervios, a pesar de que parecía que el día de hoy tendríamos el triunfo, me sentía completamente diferente. La sensación de nerviosismo y alerta me gritaban desde lo más profundo de mi ser. Parecía que todos tendrían un final feliz menos yo.
Miré a Alice que perdió la sonrisa al verme a los ojos, las ganas de leer su mente me invadieron y sentí que era el momento correcto de robar el don de Eddie o robar el de Alice para averiguar que ocurría. Pero no lo hice, la simple mirada que me dio mi hermana me confirmó lo que más estaba temiendo en estos instantes, me confirmó que no importaba que fuera a ocurrir ese no sería el final.
El sonido de las pisadas se volvieron fuertes para los oídos de todos lo que estábamos en el centro de aquel valle, los lobos se hicieron levemente a un lado permitiendo el paso de un hombre y de una mujer. Dos vampiros. No...

- Huilen. - susurré. La mujer me sonrió con gracia, como si hubiera visto a una vieja amiga.

Continuaron su camino a través de todos nosotros, lentamente, sin correr.

- Estuve reuniendo mis propios testigos. - dijo mi hermana. - En las tribus Ticuna de Brasil.
- Ya hay suficientes testigos. - reprochó Caius.
- Déjala hablar. - lo silenció Aro.
- Yo soy mitad humano y mitad vampiro, igual que la niña. Un vampiro sedujo a mi madre, la cual murió dándome a luz. - calló un poco y prosiguió. - Mi tía Huilen fue quien me crió, yo la hice inmortal.

La hermosa Huilen. Creí que había muerto hace años, jamás imaginé que aquel bebé que ahora tengo frente a mi ojos pudiera convertirla en lo que es y mucho menos que resultara de la mejor forma.
Mi pensamiento prehistórico se alejó de mi mente al recordar que también era híbrida y que al igual que él, podía convertir personas en vampiros. La mirada de Huilen se encontraba roja, como la de casi todos los vampiros aquí, pero la de él me recordaba a Nessie, con sus hermosos ojos de color café y brillosos, parecían llenos de vida.

- ¿Qué edad tienes? - cuestionó Bella con angustia.
- 150 años.
- ¿A qué edad llegaste a tu madurez? - preguntó Aro.
- Me hice adulto siete años después de nacer. Desde entonces soy así.
- ¿Tu dieta? - preguntamos Aro y yo al mismo tiempo.
- Sangre o comida humana, puedo vivir de ambas.

Las caras de duda se encontraban en todos los rostros. En el mío incluido. Me impresionaba la persona frente a mí, jamás creí que aquel híbrido había sobrevivido después de tantos años. Si algo nos aseguraba este momento, era que Nessie estaría mucho tiempo con nosotros, y no sería como Bella llegó a temer muchas veces.

- Estos niños son tan parecidos a nosotros. - inició Marcus.
- Eso es porque no importa si somos la mitad de algo, respetamos el mismo código de honor al igual que todos los que están aquí. - hablé.
- Aun así se han vuelto nuestros enemigos, son amigos de lobos.

La indignación y el miedo me recorrieron de nuevo. Caius y su estúpido odio hacia todos los licántropos del mundo. No permitiría que les hicieran algo. Si no lo había hecho por siglos, no lo haría ahora. Salvé demasiado vampiros y lobos de las manos de los Volturis, no me molestaría volver a hacerlo. Lobo o vampiro, todos merecían una vida, una oportunidad, el poder hacer las cosas diferentes después de un error. No importaba si era minúsculo.
Los lobos me alejaron de ellos por el mismo miedo que Caius está teniendo, pero he logrado comprobar que todos podemos convivir sin ningún problema. Como Tahue y Arthur, viviendo en armonía con todas las manadas que podríamos imaginarnos y con vampiros de todo el mundo que deseaban cambiar su estilo de vida por uno más... pacífico.
Jake y yo éramos otra prueba de ello, un lobo y una híbrida. No estábamos destinados a estar juntos y sin embargo aquí estamos. Juntos, unidos, casados, con dos hermosos hijos. No podría pedir más por el maravilloso esposo que tengo y la vida me dio. Un leyenda y la magia nos unió, pero definitivamente el amor era lo que nos mantenía uno al lado del otro.

- Los lobos no dañan a nadie. - le hice frente a Caius, separándome de Jake. - Lo sabes bien.

Di varios al frente, segura de lo que estaba haciendo. Giré para poder ver a Edward, con una pequeña mirada le pedí que me leyera la mente. "Cuídalos, a los tres. Prometo volver."
Asintió.

- Déjame demostrártelo.

Le extendí una mano con la esperanza de que la aceptara y me permitiera mostrarle de lo que éramos capaces ambas criaturas como amigos, como aliados.
Eso jamás ocurrió. Lo único sentí fueron sus manos frías sobre mi cuello y el sonido de un hueso rompiéndose.

You (Jacob Black)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora