Un vacío llamado Hilbert

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Un chico de 17 años se encontraba saliendo de su habitación. Era Hilbert, cuya mirada no apuntaba a nada en general, como si nada captara su atención.

Su madre le llamó la atención; era una mujer de cabello castaño, unos ojos que parecían zafiros por su azul profundo. Su vestimenta constaba de una camiseta blanca, una especie de delantal del mismo color y unos pantalones azules. Por no mencionar que su cabello estaba atado en un moño celeste.

Iniciaron el día tomando desayuno en el comedor; era cómodo con dos sofás en cada lado, una mesa con tres sillas y estaba conectada con dos habitaciones. Una de ellas, la cocina y la otra sería un pasillo para la habitación de cada uno.

—Hilbert, ¿ya tienes decidido tu futuro? —preguntó preocupada por el futuro de su hijo.

—No, todavía no lo sé —respondió con indiferencia.

—Este año vas a cumplir 18. Deberías tener algo planeado —dijo su madre aún más angustiada. Después de todo, su hijo no era el más motivado para nada en específico.

Él simplemente no respondió y continuó comiendo. Se notaba una gran tensión entre ambos.

—Ya sé. Hace unos años, ¿no querías ser maestro dragón?

—Sí, pero es mucho trabajo —expresó con notoria pereza mientras bebía lo que parecía ser un vaso de leche.

—¿Mucho trabajo? —repitió lo mencionado por Hilbert con un disgusto notorio.

—Tengo que salir, dormir afuera, además de cuidar a mis Pokémon. Si apenas puedo cuidar uno, ¿te imaginas seis?

—¡Suficiente! ¿Qué sabes tú de mucho trabajo? Tengo que mantener a mi hijo y Pokémon por mí misma —expresó con un tono molesto.

—El hijo y Pokémon que tú decidiste tener —contestó indiferentemente mientras terminaba de comer.

La madre del chico se cansó de escucharlo y le ordenó salir. Además de llevar a pasear a Dei.

Hilbert obligado por su mamá, decidió salir a la ciudad Lumiose después de lavarse los dientes.

—Terminemos con esto —dijo fastidiado antes de dar unos pequeños estirones para calentar.

Mientras paseaba a su Pokémon dragón, pensó sobre lo grande que era esta ciudad en relación a su anterior pueblo ubicado en Unova. Lo cual tenía lógica al comparar una ciudad con un pueblo.

—¡Dei! —gruñó el dragón fastidiado igual que su dueño porque sus paseos no son muy buenos al no tener casi visión alguna.

—No sé qué habrás dicho. Voy a suponer que dijiste "aburrido" —fingió comprender lo que dijo casualmente acertando.

—*«Tengo dos opciones: la primera es seguir en este paseo aburrido caminando; o por el otro lado, chocar con alguien para buscarle un combate con su Pokémon y entretenerme un rato»* —pensó el Deino con una sonrisa maliciosa.

El Pokémon siniestro puso en marcha su plan; salió corriendo para molestia de Hilbert.

Para mala suerte de él, se chocó con alguien que desearía no haberse chocado si pudiera ver. Era un Sylveon junto a su entrenadora.

La chica era bastante alta, tenía una larga cabellera negra y unos peculiares ojos color grisáceo. Se puede notar lo bien que cuidaba su piel y su cabello. Viste una especie de kimono rosado con grandes mangas amarillas. Lleva medias negras y plataformas oscuras. Una vestimenta bastante llamativa.

—¡¿Syl?! —preguntó el Sylveon que se notaba algo molesto.

—*«Me gusta como huele. Es un tipo de colonia, lo cual significa que será un Pokémon mimado que le bajaré los humos»* —pensaba el siniestro/dragón sin saber que era hada y su mayor debilidad.

A por una Dracoventura Donde viven las historias. Descúbrelo ahora