Caí

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HADES

Fui al inframundo en busca de Persefone.

-Persefone- la vi entrar a la habitación -Ven aquí.

-Eres igual que tu hermano Zeus, un infiel- me reclamó.

La tomé del brazo con fuerza.

-¡No te permito que me compares con él!, A demás jamás te he sido infiel.

Nos quedamos viendo mutuamente.

-Eres mío- dijo acercándose más a mí -Y mataré a quien sea necesario para que quede claro.

-Estas loca.

-Por tí, Dios del inframundo.

Ella sonrió y se abalanzo sobre mí, me besó y me toco de la forma en que solo ella sabe hacerlo.

La Diosa del infierno no solo era eso, era una mujer explosiva, embriagante y atrayente, te hipnotizaba con su aroma y con su furia.

Éramos temidos por todos en la tierra, en el Olimpo éramos los fríos y sombrios, pero entre nosotros, éramos complicados.

Ella no me hace feliz, pero hace que la miseria dentro de mi vida pare en momentos, Persefone es como una droga para mí.

La diosa me besaba con desespero, con desenfreno y pudiera decir que hasta con un poco de violencia, ella no tenía forma de ser saciada, siempre pedía más y más y yo, yo le daba todo siempre y cuando me dopara para sentirme "bien".

Me desgarro la ropa y jalo mi cuerpo hacia la cama, yo era su capricho, era su forma de sentirse rebelde, de sentirse poderosa, jamás tolerará que alguien quisiera quitarle eso.

Quedó debajo de mí y mi corazón latía al verla pero era más un sentimiento de deseo que de amor, mi vicio favorito eran sus labios pero me hace mal, ella me hace mal y yo la deseo tanto.

Sentí sus manos rozar con suavidad mi espalda y me sonrió, lo que solo se podía significar una cosa.

Me rasguño la espalda y yo gemí de dolor, Persefone sonrió al escucharme como si mi dolor la excitase.

-¿Qué quieres de mí Diosa?- dije entre susurros.

-A ti, para mí- y me volvió a besar.

No me resistí, el éxtasis del momento me hizo pensar en que la necesitaba.

La necesito conmigo para sentirme vivo pero ¿A qué costo?.

Soy débil, el Dios de la muerte es débil, soy un sumiso ante ella, caí.

Comence a besarle el cuello con desenfreno y ella gemia de placer, me detuve para romper su vestido y dejarla completamente desnuda ante mí.

A ella le gustaba así, violento, fuerte y desastroso, su lujuria era peligrosa tanto para ella como para mí, ella era mi esposa, yo no podía negarme a complacerla y lo hacía como a ella le gustaba.

Me miró como si hubiera ganado una guerra, esa mirada que grita "victoria", ella alzó sus manos y sonrió, las puso sobre su cabeza lo que significaba "Hazme tuya y no te detengas".

Somos un desastre.

Sujete sus manos y aunque algo en mi cuerpo gritaba "no", lo hice, entre en ella y ella gimió de dolor y luego sonrió.

Sus gemidos me aceleraban el corazón y yo seguía moviendome en ella, seguía entrando y saliendo bruscamente.

Siempre que lo hacíamos me sentía un monstruo, me sentía miserable y violento, pero a ella eso le encantaba, le encantaba que no le tuviera piedad.

𝗟𝗮 𝗵𝘂𝗺𝗮𝗻𝗮 𝗱𝗲 𝗛𝗮𝗱𝗲𝘀.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora