Bendito será el dueño de tus ojos chinos,
el que encuentre la llave de la puerta de tu espalda,
aquél que no se ha perdido entre tus pasos
sino que encontró tus pasos,
bendito será el que te desnude y te guarde en un puñado de la mano.
No como yo, que sólo te escribo y que cada vez te hago más inalcanzable.