1200 segundos después de ese mensaje me llamaste.
Querías llegar a la habitación en la que yo me bañaba mientras la soledad me vigilaba.
Entonces nos besamos, pero no nos hundímos, y nos pegamos como imanes que no se rompen.
Cuando lo detuviste y te fuiste, la puerta cerrada me decía: ¿qué esperas?, el techo quería caerse sobre mí, y las paredes decían: esta historia continuar á.