Capítulo 12

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Scarlet quería evitar esa mirada. Era tan penetrante y avasalladora que la hacía sentir desnuda. No sabía lo que estaba pensando mientras la veía de esa forma. Pero estaba segura de algo. Ese hombre haría todo lo que estuviera a su alcance para destruirla y ella no podría hacer nada. 

—Bien. Suponiendo que todo ya quedó claro, espero que podamos terminar con este desorden hoy, para que pueda empezar a trabajar mañana. —Scarlet apenas y estaba procesando todo lo anterior, cuando Hector soltó esas palabras. Había estado tan concentrada en la forma que la miraba que había olvidado todo a su alrededor. 

Pero Hector ya tenía todo un plan elaborado. Un plan en el que se veía acomodando todo en esa oficina para poder trabajar lo más antes posible. No le importaba el hecho de que ya pasaban de las siete de la noche y que tal vez ya todos se habían ido a casa. El quería todo en orden y lo conseguiría aunque eso le costara terminar hasta la madrugada. 

Scarlet vio todo a su alrededor y no quiso pensar en trabajar. Ya casi estaba todo limpio y en orden. Solo faltaba acomodar todas las cosas que había en esas cajas, lo cual no le correspondía a Scarlet. Ella no era ese tipo de empleada, ella simplemente se encargaba de la limpieza y lo demás salía de sus manos. Pero escuchar las palabras de Hector le daban a entender que él no pensaba lo mismo.

—Y-Yo… creo que es hora de irme. —Hector volteó y dirigió la mirada hacia Scarlet al escuchar lo que dijo. Quería reír al oír que pretendía irse. Ella no se iría y aunque sabía que ella dijo eso aun sabiendo que no podía irse, no podía ocultar la gracia que le daba su intento de huida. 

—No. No vas a irte. —Dijo con un deje de humor. Esa mujer sacaba el humor y las sonrisas de él, aunque estas fueran involuntarias. —Tú te quedas para ayudarme a ordenar todo esto. —Scarlet lo miró entrecerrando los ojos. El no podía retenerla en ese lugar. Su trabajo había terminado y ya había pasado su hora de salida. Ella no pretendía quedarse hasta ese momento, pero el tiempo se le fue volando y cuando se dio cuenta estaba tirada en el piso debajo del hombre que ella empezaba a odiar. 

—Ya pasó la hora de mi salida. Y no voy a quedarme ni un minuto más. Eso sería explotación y estoy segura que no firmé un contrato para ser su esclava. —Dijo intentando ser lo más firme y seria mientras decía cada palabra. 

Hector sabía bien que ella diría algo como eso. La mujer no era tonta, al contrario tenía una inteligencia que podía ver en sus acciones y forma de contradecir cada cosa que él decía. Y él quería más de eso. Más de ese sentimiento de frescura que le daba esa mujer con sus acciones. 

Se acercó un paso a ella y Scarlet quiso retroceder, pero como siempre, su orgullo sacaba lo peor o mejor de ella, depende de la situación. Así que se quedó donde estaba y levantó la mirada intentando no mostrar ningún signo de debilidad. Lo cual hizo que Hector estuviera más decidido en lo que pretendía hacer con esa mujer. 

—Ya no eres parte del personal de limpieza. —Dijo pensando que esa era la mejor solución. —Ahora eres mi asistente y por lo tanto yo soy quien decide si te quedas o te vas. Desde este momento no tienes horario fijo y quiero que estés a mi completa disposición. —Scarlet quería darse una bofetada, golpe, pellizco, patada, algo que la hiciera despertar del sueño loco que estaba teniendo en ese momento. No sabía si tirarse por la ventana en la que había estado colgada y ver si se despertaba ante la sensación de caída. Porque lo que él hombre estaba diciendo era simple y llanamente una locura. ¿Ella, su asistente? Dios. Eso no sería posible aunque Scarlet hubiera terminado el bachillerato. Y lo último que quería después de su intercambio anterior de palabras, era ser su asistente. 

—Usted está loco. Si. Eso tiene que ser. —Dijo Scarlet más para sí misma que diciéndoselo a Hector. —No veo razón alguna por la que me quisiera como su asistente. Además de que de por sí siento que tiene algo en contra mía. Así que su razonamiento para quererme como su asistente está más que podrido. Y no voy a caer en su juego. —Scarlet estaba segura de sus palabras. Ese hombre no quería más que burlarse de ella. 

El Peso De Su Traición. (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora