Prólogo.

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Héctor miró por la ventana y vio la misma imagen de siempre. Una calle vacía, gente pasando de vez en cuando y el mismo cielo nublado de casi todo el año.

Hacerse pasar por muerto y mudarse a esa ciudad en su momento le pareció la mejor idea. Al fin y al cabo estaba casi huyendo de su familia y muy a su pesar de el mismo. Sabía bien que lo que estaba haciendo era algo descabellado y que su familia iba a sufrir por ello, pero de igual forma lo hizo. Era hacerse pasar por muerto, darse un disparo o meterse a un manicomio por tiempo indefinido. Tenía tres opciones así que eligió la mejor. Al menos la que creyó era la mejor. Pero ya habían pasado casi seis años. No podía creer que ya habían pasado tal cantidad de años. El tiempo en un principio parecía no avanzar. No sabía si estaba sufriendo por la pérdida de la mujer que amaba o si sufría por la estupidez de haber creído en ella y esta lo traicionara. El punto era que después de haber peleado con sigo mismo por más de un año y medio, y tomar otro medio año para curar su alcoholismo fue demasiado. Cuando se dió cuenta ya habían pasado dos años lejos de su familia. Lo cual no le parecía tan malo. Sabía bien que habían sufrido, pero era mejor que ver a su madre y padre prácticamente querer vivir con el para ayudarlo. Y ver a su hermano sufrir por el cuando no debía hacerlo, no le agradaba. Amaba a su familia, por eso tomó esa decisión. No fue fácil, pero era necesaria.

Ahora después de casi seis años ver la misma calle cada día no le agradaba. Trabajaba la mayor parte del tiempo, pero parecía no ser lo suficiente. Siempre tenía un pequeño tiempo libre que lo hacía pensar. Pensar en ¿Cómo estaría su familia? ¿Como estará la mujer que lo traicionó o si se quedó con su supuesto amigo? Recordar la escena en la que vio a su futura esposa teniendo sexo con el padrino de boda le traía un sabor amargo a la boca. Un curioso sabor a traición. Lo peor es que adoraba el sabor amargo y ácido y rechazaba lo dulce. Ahora todo sabor amargo y ácido podían irse al carajo. Prefería tragarse un bote entero de dulce de leche para después vomitarlo y aun así seguiría comiendo. Lo que le recordaba que ya no tenía comida en el refrigerador y que tendría que salir de su jaula.

Volvió a concentrarse en el exterior y pensó que ver esa calle terminaría por volverlo loco. Se vistió con lo más decente que encontró y salió a las frías calles.

Mientras caminaba hacia el supermercado, pensó en cuanto había crecido su empresa. No le era de extrañar ya que había pasado los últimos tres años trabajando en ello. Era bueno en los negocios y no tenía que salir de casa para poder hacer lo que sabía. Solo mandaba a su personal y ellos se encargaban del resto. Claro que para uno que otro acuerdo importante tuvo que salir de su jaula. Aunque eso le causará migraña por el estrés.

El departamento que había sido su jaula por esos casi seis años era agradable, pero cansadora. Estaba equipada para todo lo que el requería. Una habitación, cocina, sala, comedor. Aunque la mayor parte comía en la encimera de la cocina ya que utilizar un comedor para seis personas se le hacía inecesario. Pero lo que más utilizaba era el pequeño gimnasio que había logrado llenar en el primer año después de curar su alcoholismo. El ejercicio era bueno cuando querías deshacerte del estrés. Y el estaba estresado constantemente. Estresado por la situación en la que el mismo estúpidamente se había metido. Aunque para ese momento ya no tenia nada de sentimientos por la mujer que lo había traicionado... No. Aún sentía algo por ella, algo que tal vez nunca olvidaría hasta el día de su muerte. Odio y traición. Esos sentimientos se habían quedado enterrados profundamente en él. Por lo cual no podía saber a ciencia cierta si podría algún día deshacerse de estos. Por el momento solo vivía todos los días con la única meta de hacer crecer su empresa. La que había construido desde cero con solo una computadora. Al estar prácticamente muerto para el mundo, no podía hacer uso de su apellido que era reconocido en todo el sector empresarial. En cambio usó el de su madre volviéndolo en un escudo impenetrable. Y no importaba que no fuera conocido. El sabía cómo manejarse en los negocios, así que no le tomó demasiado tiempo en formar una pequeña empresa. Una editorial. Su familia era poseedora de una de las empresas de publicidad más grandes y el estaba casi familiarizado con las editoriales. Y por nada quería que su empresa fuera de un nivel inferior. Así que trabajó día y noche hasta lograr su objetivo. Después de un año de funcionamiento, logró posicionar a su empresa como una de las mejores editoriales Regionales del país. Y después de tres años se había posicionado como una de las mejores a nivel país, así que su siguiente objetivo era estar como una de las mejores a nivel mundial y pensaba lograr su objetivo. Costara lo que tenía que costar. Por lo cual seguía trabajando sin descanso.

Llegó al supermercado y en cuanto tuvo todo lo que quería se acercó a uno de los mostradores para pagar. La joven que lo atendió vio a Hector con agrado. Era guapo, alto y con un cuerpo construido por el ejercicio. Y eso muchas veces llamaba más atención de lo que él quería. Así que recibir las miradas seductoras de una que otra mujer era casi de su vida diaria, aunque él estuviera la mayor parte del tiempo encerrado en su jaula. Y aunque eso le encantaba antes de su fingida muerte y sentía que recibir esas miradas eran casi un alago a su persona, ahora solo le causaban repulsión. Que una mujer te sonriera tan abiertamente era una clara señal de sus intenciones y eso le provocaba asco.

Con una mirada severa mostró que él no estaba ahí para nada más que comprar. La muchacha recibió con un escalofrío el mensaje. Hector podía ser guapo y tener una apariencia llamativa, pero todo coqueteo desaparecía en cuanto él endurecia su expresión. Su mirada fría podía congelar el mismo infierno y alejar a todo ser de su entorno en ese mismo instante. Pagó y salió del supermercado caminando de regreso a su jaula.

Al caminar por las calles recordó la llamada que casi lo hizo volver a su país hace más de dos años. Era un día igual a ese, caminaba con una bolsa de comida en la mano y un nuevo conjunto de pesas en la otra. El timbre de su celular lo hizo detenerse y con esfuerzo logró tener en celular en una mano y la bolsa y las pesas en la otra. Vio el nombre en la pantalla y sonrió por un momento. Noticias, al fin podía tener noticias de su familia. No las tenía hace mucho. Podía decir que había pasado prácticamente un año sin noticias de su familia. Lo que no le acababa de agradar.

-Hola. -Respondió y no escuchó respuesta a cambio.

Extraño.

Estuvo a punto de hablar otra vez, pero la voz al otro lado lo calló.

-Héctor... -Dijo la otra persona para después guardar silencio. No le gustaba el silencio, no cuando esas llamadas solo eran para saber de su familia. -Tu hermano... E-Edward recibió un disparo. -Hector tenía que haber escuchado mal.

¿Disparo? ¿Que carajo significa eso?

En cuanto Hector recibió todos los detalles del ataque a su hermano una cosa estaba clara para el en ese momento. Volvería. Volvería a destruir a la persona que causó el disparo hacía su hermano. Pero desechó esa idea al recibir otra llamada. Esta vez era para informarle que Edward estaba sano y salvo y que encima se casó. En su momento no lo creyó pero al ver fotos de su hermano en su boda lo supo. Edward había caído en las manos de una serpiente venenosa.

Estaba claro que en ese momento no podría hacer nada. Había decidido quedarse y hacer de su empresa la mejor. Y en ese momento lo era.

Llegó a su departamento y una idea clara se formuló en su cabeza. Era tiempo de volver.

Volver y arreglar todo lo que había dejado a tras.

El Peso De Su Traición. (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora