Capítulo 30

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Hector pensó que estaba alucinando. En cuanto abrió la puerta del baño y no vio a Scarlet en la cama, volvió a cerrarla creyendo que estaba viendo algún tipo de visión. Pero al abrirla nuevamente supo que no tenía ninguna visión. Ella definitivamente no estaba ahí. 

Maldijo en voz alta y fue a su armario a vestirse con lo primero que sacaba de los cajones. Con el ajetreo y los improperios que iba soltando, casi había roto varias prendas al no poder hacerlas encajar en su cuerpo con la rapidez que quería. Y en cuanto estuvo satisfecho, salió casi corriendo de su casa para ir a la del frente. Sacó la tarjeta para abrir la puerta y en cuanto ésta le dio luz verde empujó con fuerza, pero esta se le estrelló en la cara como había pasado la primera vez que descubrió la puerta trancada desde adentro, y maldijo. Empezó a golpear la puerta intentando aún guardar la calma, aunque después de ver su cama vacía, está poco a poco se iba esfumando con cada segundo y respiración que daba. 

—¡¡Scarlet, abre de una puta vez!! —Gritó ya sin poder controlarse. —¡Oh abres o voy a tirar la puta puerta! —Empezó a golpear con más fuerza la puerta ya perdiendo la calma y por un segundo pensó en tirarla abajo, cumpliendo su amenaza. Pero sabía que no conseguiría nada haciendo eso, mucho menos si se trataba de ella. 

Pero de algo estaba seguro. Él estaba fuera de sí. Ni él mismo sabía que demonio se le había metido en el cuerpo, para gritar a todo pulmón que abriera la puerta. Pero en cuanto vio su cama vacía estaba seguro que perdería la cordura y enloquecería.

Esa mujer iba a hacer que enloqueciera.

Scarlet se acurrucó más entre las sábanas y cerró los ojos. Si Hector quería tirar la puerta abajo, pues que lo haga. Nada le importaba. Por lo menos no en ese momento donde sólo quería estar metida en esa cama escapando de la realidad. 

Hector se cansó de golpear la puerta y se devolvió a su casa. Pero antes de entrar por completo volteó y vio la puerta del frente. 

¿Por qué se había ido? 

¿Por qué… No. Era estúpido hacerse esa pregunta. 

Quería huir. Estaba claro que en cuanto vio la oportunidad, la tomó y se largó. 

Pero… ¿Por qué eso le sentaba tan mal? 

¿Por qué sentía ese maldito agujero en el pecho? 

Esa mujer estaba haciendo que pierda la cordura y aun así él iba a buscarla. Quería tenerla entre sus brazos, entre sus sábanas. Quería que ella se quedara. Pero… a la vez no. No quería dejar que su deseo lo controlara. Porque estaba seguro que si daba rienda suelta a sus deseos, no la dejaría ir. Se convertiría en el peor acosador y ser posesivo de toda la historia. Aunque siempre le seguiría su hermano por detrás. Ese idiota había tenido el primer lugar como acosador de su esposa, por la forma en la que estaba al tanto de ella en cada segundo. Pero ahora estaba seguro de que él lo ocuparía si se dejaba llevar. 

Créeme  hermano, que la mujer que ahora es mi esposa, una vez fue nadie para mi. Pero ahora lo es todo. Y si me lo pidiera besaría el suelo sobre el que camina. Así que no te engañes a ti mismo.

Las palabras de su hermano se reprodujeron en su mente como una película. 

¿Besar el suelo sobre el que camina? 

No. Eso no podía pasar… definitivamente no podía pasar. 

Cerró la puerta con más fuerza de la necesaria y se encerró en su miseria.

~*~

No pudo dormir. No sabía si fueron las amenazas de Hector con derribar la puerta o los recuerdos que llegaban a ella. Había pasado tantos años sin pensar en ese maldito lugar que hasta pensó que lo había olvidado. Pero… los recuerdos eran tan vívidos. Como si estuviera en ese lugar nuevamente. Como si ese hombre tirara nuevamente de su cabello, hasta casi arrancarlo de raíz. 

El Peso De Su Traición. (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora