Capítulo 39

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Trabajar aparentando que la presencia de Hector no la afectaba, estaba siendo por mucho más difícil de lo que creyó. Más aún cuando este no le quitaba la vista de encima. Simplemente viéndola como si no la hubiera echado de su casa en la madrugada, para quedarse con otra mujer. 

Lo cual por cierto hacía que le hirviera la sangre cada vez que lo recordaba. 

Trató de ignorar sus miradas descaradas, mientras revisaba todos los documentos que Hector había dejado en su escritorio a primera hora de la mañana, mientras lidiaba con el horrible dolor de cabeza que golpeaba su sien desde que salió de su prisión, rogando a su vez, que el tiempo pasara más rápido para salir de ahí, alejarse de Hector y tomarse algo para el jodido dolor en su sien que no dejaba de incrementar. 

Además de que no dejaba de reprocharse el no haberse ido. Por muy estúpido que sonara, tuvo la oportunidad de irse y no la tomó. 

Había sido tan estúpida al regresar en ese momento, que quería abofetear se a sí misma por no seguir los consejos de su jodido cerebro. 

La cabeza empezó a palpitar le con más fuerza y dolor, que no lo soportó y se levantó para ir al baño. Dejó todo en orden en su escritorio y caminó hacia la puerta. Normalmente le informaba de su salida a Hector, cuando este la interrogaba para saber a dónde iba. Pero en ese momento, no escuchó nada, absolutamente ninguna palabra que proviniera de Hector. 

Se volteó y vio a Hector leyendo un archivo con los puños apretados. Como si leer la información en este, lo insultara de alguna manera. Sus ojos parecían no poder despegarse del papel frente a él y era casi ajeno a todo sonido. Por lo que Scarlet no se molestó en informar de su salida y salió cerrando la puerta con más fuerza de la necesaria. 

Llegó al baño y se echó agua fría en la cara. No dormir y correr por toda la ciudad empezaban a cobrar le factura. Se vio en el espejo y tenía unas enormes bolsas oscuras debajo de sus ojos. Y aunque eso no le extrañó, ver lo que sus sentimientos por Hector habían causado en ella, no le sentó para nada bien. 

No necesitaba más problemas de los que ya tenía y tener esos sentimientos por Hector, hacía que no pensara con claridad. 

Que no pensara en absoluto. 

Así que la necesidad de correr aun seguía corriendo por sus venas como lava hirviendo, desesperada por destruir todo a su paso. 

Se echó agua fría por última vez y tomó una de las toallas desechables para secarse la cara. Salió del baño de mujeres y caminó en dirección a la oficina de Hector. Aunque todo lo que quería hacer, era salir corriendo sin mirar atrás. Antes de llegar al piso de Hector pasó por la cafetería y buscó desesperadamente algo que tuviera suficiente azúcar para obtener algo de dopamina para su cerebro. Tal vez así su mente se sentiría más despejada, pero no había más que unas donas medio rancias que parecían haber estado en el refrigerador por una semana. Así que desechó la idea del azúcar y salió de la cafetería cruzándose en el camino con dos hombres, que por un segundo, causaron que se detuviera. 

No entendía el porqué, pero algo le decía que no volteara, que no mirara atrás y que siguiera con su camino. Pero hubo algo más fuerte en ella que la hizo voltearse. 

Y se congeló. 

¿Qué estaba haciendo ahí? 

¿Por qué estaba ahí? 

Estaba segura de que trabajaba en una editorial, no en una bodega de la mafia. Entonces… qué estaba haciendo Vlodimir Leecoin en una editorial. 

No lo sabía, pero ahora su mente trabajaba mil por hora decidiendo la ruta más segura de escape, aunque su sola presencia hacía que todo en ella se entumeciera. 

El Peso De Su Traición. (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora