Capítulo 13

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Scarlet aún debatía si acercarse al auto o no. No tenía nada con ella. Nada que pudiera identificar su cuerpo si lo encontraban a un lado de la carretera. Aunque eso no quería decir que hubiera alguien que la buscara si en algún caso ella llegara a desaparecer. Y si hubiese alguien solo sería alguien a quien ella no quería ver, ni siquiera estando muerta. Y aunque ese alguien de quien había estado huyendo desde los dieciocho la encontrara, simplemente daría media vuelta para no verse involucrado. Así que no habría nadie que siquiera pudiera reconocer el cuerpo. Por lo que se debatía en sí salir huyendo o terminar de una vez con todo y dejar que ese psicópata la llevara a donde él quisiera. Aunque eso la llevara a su desaparición y pronta muerte. 

La puerta del copiloto se abrió y Hector gritó sacando a Scarlet de sus pensamientos. 

—¡Sube de una buena vez! —Dijo casi en un grito y Scarlet decidió que si ese  tenía que ser su destino final, lo aceptaría. Al menos nunca más tendría que ver la asquerosa cara del hombre que arruinó su vida, y dejaría de una buena vez de tener miedo de que la encontraran. 

Se acercó al auto y con un leve temblor se deslizó en el asiento del copiloto. Cerró la puerta y se sentó sin siquiera pestañear. Esperó el siguiente movimiento, pero Hector no hizo nada. Aún nerviosa de estar en ese auto con él, volteó y vio que Hector la observaba frunciendo el ceño, como si esperara su siguiente movimiento. 

—Cinturón. —Dijo y la observó aun esperando algo. Y entonces se dio cuenta. Él quería que ella se pusiera el cinturón de seguridad. Pero… ¿De dónde lo sacaba? Miró a su alrededor y no vio absolutamente nada.

Hector, harto de verla mirar por todo el auto se acercó y él mismo le puso el cinturón. Scarlet quedó por un momento petrificada al sentir su cercanía, que casi se hizo una con el asiento. —No puedo creer que no puedas hacer algo tan sencillo. —Dijo Hector con molestia y un segundo después el motor rugió con vida sacándolos del estacionamiento. 

Hector condujo por las calles reconociendo el cambio que había habido en esos seis años lejos de su familia y ciudad natal. Los cambios no eran muchos, pero sí significativos. Aunque lo único bueno que no había cambiado había sido el enorme patio de comidas donde estaba el mejor desayuno y estaba abierto prácticamente las veinticuatro horas del día. Estacionó cerca del lugar y se desabrochó el cinturón. Salió del auto y cuando vio que Scarlet no lo seguía se volteó  para verla. Ella lo vio primero con confusión y después llevó sus manos al cinturón. Aunque por la expresión de su rostro, Hector supuso que no sabía como sacarlo y empezó a pensar que la idea que tenía sobre la inteligencia de la mujer había sido sobre valorada. Cansado de verla pelearse con el cinturón se acercó y abrió la puerta del copiloto, para después agacharse y sacar el cinturón por si mismo. 

—Vez. Fácil. —Dijo y volteó para verla. Sus rostros estaban tan cerca que casi podían sentir el aliento del otro. 

Scarlet pestañeo varias veces al verlo tan cerca y Hector sentía que el cuerpo entero se le endurecía. Había estado cerca de ella, pero esto era otro nivel. Sus labios estaban a dos centímetros y si él se acercaba un poco más, tocaría sus labios por completo. Pero antes de que pudiera hacer algo, ell sonido fuerte de una bocina lo hizo saltar y Hector no pudo evitar chocar su cabeza con el techo del auto. Maldijo en voz alta y sacó todo el cuerpo del auto al sentir el golpe. Scarlet por un momento estaba tan aturdida al sentir a Hector tan cerca y al siguiente segundo estaba queriendo reír a carcajadas al verlo maldecir por el golpe en la cabeza. 

—¿Gracioso? —preguntó Hector agachándose una vez más a la altura de Scarlet. Y Scarlet se atragantó una vez más al sentirlo tan cerca y de inmediato aplanó sus labios en una línea fina. Ese hombre estaba empezando a ponerla más nerviosa que nunca con sus acciones.

El Peso De Su Traición. (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora