Capítulo 40

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¿En qué estaba pensando? 

¿Cómo pudo pensar que él la ayudaría? 

¿Cómo pudo creer que él era alguien que le brindaría una mano y que encima podría quedarse a su lado? 

El no era nada de lo que ella creía o por lo menos lo que su corazón quería que creyera. Por que si, su muy estúpido corazón aun palpitaba acelerado por el hombre. Aunque ahora lo hacía con un dolor agonizante. Como si oír esas palabras fueran cuchillos clavándose en su pecho y causando daño a su paso, dejando un charco de sangre a su alrededor. 

¿Cómo fue tan tonta? 

Y pensar que iba a pedirle ayuda. Que extendería una mano hacia él para sentir por una vez el apoyo que nunca tuvo y que al parecer nunca tendría. 

—¿Qué mierda? Hector… ¿Qué carajos pasa contigo? 

Edwin no podía creer lo que su amigo estaba diciendo. Más aún cuando veía a la mujer a la cara. La cual no había mostrado absolutamente ninguna reacción a parte de la inicial, por lo que temía aún más su reacción. 

—Edwin, mantente al margen, esto no tiene nada que ver contigo. 

—¿Qué me mantenga al margen? Todo lo que sale por tu puta boca es una estupidez y eso lo sabes. 

Hector no prestó atención a las palabras de Edwin. Lo único que al parecer le importaba era no desviar la vista de Scarlet, a pesar de querer hacerlo por la agonía que sentía al verla con esa mirada vacía. 

No podía descifrar lo que estaba pensando, solo veía lo que ella le dejaba ver. Lo cual no era mucho y lo poco que veía estaba disfrazado bajo una capa de desinterés y decepción a la vez. Y un segundo después vio como el brillo usual en sus ojos desaparecía, como si nunca hubiera existido. No había absolutamente nada, solo una mirada más vacía que su propia alma. 

Y después de un segundo más, la vio recomponerse y alzar la cabeza como una reina, cuadrando los hombros dirigiendo su mirada a Edwin. 

Hector sentía que el estómago se le revolvía. No quería su vista en nadie más que no fuera en él, y ahora estaba viendo al que definitivamente sería su enemigo si Scarlet seguía viéndolo en lugar de a él. 

—Usted es amigo del señor Alden, ¿verdad? —Le preguntó a Edwin ignorando por completo a Hector. 

—Si, supongo que soy algo como eso. —respondió Edwin sin saber a qué venía esa pregunta. 

—Entonces debe saber que el señor Alden no hace nada sin pensarlo mil veces y no comete error alguno. Por lo que le aseguro que lo que dijo no es para nada una estupidez. Además de que conozco mi lugar y no necesito que nadie me lo recuerde… pero gracias de todos modos. 

Hector sintió un puñal en el pecho. La forma en la que hablaba y las palabras que decía, las cuales eran casi las mismas que le había dicho en uno de sus primeros encuentros, golpearon una parte sensible en su pecho. 

El gesto lleno de frialdad y la voz desprovista de emoción, eran cosas que desconocía de ella. La mujer que estaba delante de él en ese momento, no era su Scarlet. Esta mujer era una completa desconocida. 

Scarlet le devolvió la mirada a Hector y extendió la hoja que le había devuelto Melany. 

—Melany me dijo que es la única que tiene realmente importancia, así que dejé los otros documentos que me entregó. Por lo que supongo que mi trabajo aquí termina. Si no le importa, me retiro. 

Hector la miró sin poder reaccionar. Si le impedía irse, estaba seguro que Edwin usaría eso en su contra, por lo que no podía hacer nada más que dejar que se vaya. 

El Peso De Su Traición. (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora