Capítulo 48

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Hector no desvió la vista de Scarlet desde que la vio entrar al salón con ese vestido que la hacía ver como si fuera un ser salido de sus sueños más profundos. 

Se manejaba con tanta elegancia y delicadeza que parecía estar en su elemento, más que todas las mujeres que estaban en esa recaudación.

En los primeros minutos no lo había visto, pero en cuanto puso los ojos en él, no apartó la vista como si ambos estuvieran solos en ese gran salón. Pero después la vio cambiar la mirada a la mujer que estaba a su lado y su expresión cambió. Vio a la mujer que estaba a su lado, cómo un estorbo del cual debía deshacerse. 

Casi sonrió de oreja a oreja al ver su reacción, pero se mostró sereno aun cuando quería correr hacia ella. 

Tenía que recordar a cada segundo, que él mismo se propuso darle la opción de elegir, aunque su elección ya estaba hecha. Y aunque ya estaba al borde de su paciencia tenía que darle al menos eso. 

La mujer que estaba a su lado le hablaba de los viajes que había hecho alrededor del mundo, con la supuesta intención de descubrirse a sí misma, y no como realmente era. Una mujer que le encantaba gastar el dinero de su padre, en costosos viajes y ropa que estaba seguro ni siquiera usaría. Y por más que le hablaba con una voz seductora y casi pegada a él, Hector no sentía ningún tipo de atracción hacia ella. Ni hacia ninguna de las mujeres en ese salón. 

Desde que llegó a la fiesta, por lo menos tres mujeres se acercaron a él viendo una oportunidad al no verlo acompañado. Lo que no sabían es que no tenían oportunidad alguna frente a la mujer que ahora lo veía como si fuera un insecto al que necesitaba aplastar. 

Sentiría pena por ellas, si supiera cómo sentirla. No había nadie antes que Scarlet y nadie después de ella. Ella era una constante y pronto todos lo sabrían, incluida la mujer que en ese momento parecía querer matarlo. 

Y su reacción era por demás visible ante sus ojos. La mirada fija, el ceño fruncido y los labios apretados, eran claros indicadores de una ira desbordante. Lo que lo llevaba a sentir aún más esperanzas acerca de su elección. Quería mostrar indiferencia ante su mirada poco disimulada. Pero cómo hacerlo si todo lo que quería era correr hacia ella y envolver sus brazos alrededor de su pequeño cuerpo. 

Dios. Amaba esa reacción. 

Y mientras Hector veía a la mujer que lo tenía prácticamente arrastrándose a sus pies, la mujer que estaba a su lado, hizo el último intento de llamar su atención y deslizó una de sus manos por su brazo queriendo tocar más allá de este y llegar a su pecho. 

Aunque no logró lo que quería y sintió la mano de Hector envolver su muñeca sin mucha delicadeza. 

La mujer, al ser la hija de uno de los empresarios en esa recaudación, pensó en hacer un movimiento en el único hombre que llamó su atención nada más entrar al enorme salón. Pero por más que intentaba llamar la atención de Hector, utilizando su voz seductora y su escote pronunciado, no logró absolutamente ningún progreso. Y se aventuró a tocarlo como una última opción, lo cual se arrepintió de hacer al ver esa mirada que la reducía a la nada, mientras Hector sostenía su muñeca apretando ligeramente, como si él tocarlo hubiera sido el peor error de su vida. 

—No soy tuyo para que me toques, así que quita tu puta mano. —dijo Hector fulminando la con la mirada y sin mucha delicadeza, retiró la mano de la mujer que para ese momento tenía la imperiosa necesidad de alejarse de él. Y la alejó con brusquedad. Mostrando nuevamente ante todos ese supuesto odio a las mujeres que había mostrado cuando volvió. 

Y no era que odiaba a las mujeres, sino lo que alguna de ellas buscaba en él. 

La mujer se fue, casi desapareciendo al instante y dejando a Hector con una ira hirviente. 

El Peso De Su Traición. (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora