[ P a s o ] cuarenta y tres

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Seokjin.

—Doctor Kim.

Mi secretaría llamó desde el umbral de la puerta, mientras yo revisaba el expediente clínico de uno de mis pacientes para preparar la siguiente cirugía que tendría mañana a primera hora.

—Tiene una llamada.

Cerré de golpe la carpeta para mirar mal a la mujer, haciendo que esta se hiciera pequeña en su lugar por la amenaza que yo lanzaba con sólo mirar.

—Te pedí estrictamente que no quería ningún tipo de molestia.

—Es la maestra Insook, dijo que es un tema delicado a tratar sobre la pequeña Soojin.

Reaccioné con incredibilidad, no sin antes observar mi reloj.

Siete quince de la noche.

Qué hacía esa maestra llamando cuando la noche se acercaba, lo peor de todo es que dijo tantas cosas incoherentes que me costaba creer.

"Señor Kim, la pequeña Soojin últimamente tiene comportamientos inaceptables respecto a sus compañeros"

Mi hija podría ser muchas cosas, pero jamás se atrevería a dañar a otros niños, puede que Roomi y yo aveces seamos un matrimonio demasiado tontísimo, que incluso en casa pareciese que habitaran tres niños en vez de una. Pero las cosas que esa maestra decía al otro lado de línea no parecía nada de los principios que le inculcamos a nuestra hija.

De llegar a ser cierto, Soojin y yo tendríamos una larga charla.

Lo espero en el café central.

Tomé mi abrigo y salí del hospital a toda marcha, sin siquiera poner atención al terrible frio que hacía en el exterior, estaba más sumido en crear otras hipótesis o rogando porque todo sea mentira, quizá como padre a veces tratemos de ver siempre el lado bueno de nuestros hijos que en muchas ocasiones evitamos voltear a las facetas más oscuras de ellos.

Por suerte el dichoso café estaba muy cerca del hospital, así que no me tomó más de diez minutos llegar.

Justo cuando quise adentrarme al local unas manos rodearon mi brazo con posesión, lo cual me tomó por sorpresa, e inmediato removí las manos de la maestra Insook, un poco descolocado por la repentina actitud de la joven maestra quien reía coquetamente.

—Me sorprende que usted crea que soy un idiota. ¿Acaso nunca ha escuchado hablar de mi? Aléjese.

Sin embargo, la mujer volvió aferrarse a mi, esta vez mucho más fuerte de lo que fue la primera vez.

—¡He dicho que se aparte! No pretendo ser grosero, pero no me deja otra opción.

—Vamos señor Kim. Ambos sabemos que usted desea tanto esto como yo. Estoy segura de que puedo sacarlo de la rutina de la que su esposa lo tiene acostumbrado.

Sin permiso la joven maestra atacó mis labios con fiereza, montando un espectáculo en medio de la calle, donde más de una persona observaba la escena como si se tratara de una recién pareja hormonal por la manera en como la maestra reclamaba mis labios con ese beso lleno de lujuria, necesitado con urgencia ser correspondido por mi.

Entonces, sin guardar las formas, importando poco si me viera como un cabrón, logré apartar a la mujer con brusquedad mordiendo sus labios.

Supe que mi cometido fue un éxito cuando el sabor a sangre se manifestó sobre mis labios, y ropa manchada por el líquido carmesí proveniente de la irreverente jovencita.

Ella quedó sorprendida por la brutalidad de mi actuar, incluso yo también me sorprendí por la postura severa y amanezante que tomé frente a la situación.

—¡¿Qué diablos?!—reclamó luego de sentir como sus labios quedaron magullados por mi.

—Te lo advertí, y te vuelvo advertir.
Yo no soy un hombre fácil de manipular, ¿creíste que por venir a lanzarte libremente sobre mi sucumbiría? Perdón, pero yo no soy esa clase de hombres que les gusta clavar su polla en cualquier mujer. 

Porque a mis ojos, Jeon Roomi siempre será todo lo que he deseado como hombre, y manteniéndome fiel a lo que mi corazón ha pedido por años.

A ella.

 K I N T S U K U R O I Donde viven las historias. Descúbrelo ahora