[ P a s o ] treinta y ocho

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Roomi.

Estaba echa bolita en mi cama tratando de conciliar el sueño, eran casi doce de la madrugada y Seokjin aún seguía en esa cirugía complicada, mientras que Soojin estaba durmiendo a mi lado, aferrada a su madre y yo admirando cada una de sus facciones, porque ella era la pequeña más hermosa que yo haya visto y me recordaba tanto a Seokjin, era como su retrato en miniatura, así como la dulzura y nobleza dentro de su frágil corazón, entonces, que podía hacer yo ante ella si estaba rendida por ese bello ángel que tengo por hija, la amaba tanto que sólo necesitaba una de sus sonrisas para sentirme plena, porque amar a Soojin era como amar a su padre, a Seokjin.

Yo no tenía remedio, estaba encantada por ambos, porque esos dos seres de amor trajeron luz y calidez a mi atormentada existencia, y no me veía un día separada de ambos, los quería sólo para mi, verlos cada mañana y suspirar por las ocurrencias que despertaban mis emociones más escondidas, las mismas que perdí hace diez años junto con mi hijo.

Sé que los hijos son irreemplazables, que no puedes comparar el amor entregado, por eso y más, el vacío de ese bebé nunca sería ocupado, porque al igual que Soojin, él también ocupaba un espacio dentro de mi corazón.

De pronto, sentí que la orilla de la cama se hundía como un signo de que Seokjin había llegado, y no se hizo esperar para depositar un tierno beso sobre mi frente, y terminar sobre mi pecho recostado algunos minutos inhalando un aroma a durazno que persistía sobre mis prendas.

—Este aroma...¿Es el que te traje de Japón?—habló demasiado despacio para no despertar a la pequeña que tenemos por hija.

Yo miré hacía abajo donde Seokjin en una postura de bebé permanecía acostado sobre mi pecho, esto era una actitud muy usual entre nosotros por las noches antes de dormir.

—Sí.—le deposité un beso sobre sus suaves cabellos.

—Sabes...—susurró.—La mejor parte de terminar las cirugías es que sé que estoy cerca para llegar a casa y verlas.

Noté el tono cansado y apagado de Seokjin en su voz, entonces, comencé acariciar su cabello con calma, sabía que eso lo relajaba bastante.

Pero también sabía perfectamente que el repentino regreso de ambos personajes lo estaba atormentando más de lo que se le permitía. Y yo sentía una carga sobre mi espalda, porque era poner en peligro no sólo mi felicidad, sino también la de mi familia.

A lo largo de unos minutos decidió ir a tomar un baño de agua caliente y salir rápidamente hasta la cama donde se acostó al otro lado dejando a Soojin en medio de los dos.

El silencio era inminente, nosotros sabemos que hay mucho por hablar, pero nos conformamos con esa conexión establecida entre las miradas que nos dábamos comenzando a reír sin razón aparente.

—Seokjin...te amo, eso nunca lo olvides.

—Lo sé preciosa y recuerda que no sólo te amo, eres mi vida entera.

No mentía, nunca lo haría a pesar de que Taehyung significó mucho durante mi juventud, fue una especie de primer amor que siempre llevaría entre mis recuerdos, así como ese bebé que siempre uniría nuestro pasado.

Pero hoy es distinto, aprendí amar a Seokjin y ver los tonos grises como un camino por el que debía atravesar para ser feliz, porque nunca imaginé enamorarme de la persona más inesperada, y sin saber que mi destinado estaba más cerca de lo que yo nunca creí.

Pero antes de volver abrirle las puertas al amor, tuve una misión mucho más importante conmigo misma, cuando descubrí que estaba cayendo por Seokjin y no me permitiría dañarlo con mis sombras que aún me perseguían, para ello, primero tenía que amar a esas mismas sombras y aprender a vivir con ellas, amándolas porque eran parte de mi.

 K I N T S U K U R O I Donde viven las historias. Descúbrelo ahora