Final

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Roomi.

Las puertas de ese frío lugar donde reposaban cuerpos inertes se abrieron, sacudiéndome con escalofríos inmediatamente.

Entonces, la mano de Jungkook apretó mi hombro en sinonimo de fortaleza, un maldito sentimiento que había perdido horas atrás al enterarme de que < él  > había faltado a su promesa de regresar.

Al saber que ese fue nuestro último abrazo, nuestro último beso, y el último te amo que me dedicó.

Seis cuarenta y siete de la mañana.

La maldita hora en que el equipo de rescate encontró el cuerpo sin vida de Seokjin luego de mantenerse toda la noche buscando al rededor de la costa.

Causa de muerte, ahogo e hipotermia provocado por la volcadura de su coche sobre el hondo mar tras caer a el peñasco, gracias a un auto que se ensañó por sacarlo del camino golpeando la maquina hasta hacerla caer sobre el frio mar.

Donde fue la última vez en que los campesino aledaños se dieron cuenta de que la batalla entre ambos coches terminó y que desgraciadamente uno perdió la vida.

Mi Seokjin.

El frio incrementaba a medida que mi cuerpo se acercaba a esa plancha donde yacía una manta blanca cubriendo un bulto.

Cuando llegué hasta mi destino pude escuchar a Jungkook decirme que si me era imposible, él se encargaría de reconocer el cuerpo, a lo que yo sólo me negué con un movimiento de cabeza.

Respiré hondo, y con mis manos temblorosas removí la sábana blanca, implorando porque no sea él, pero los forenses me habían dejado claro minutos atrás que todo apuntaba a Seokjin, sin embargo, la poca fe en mi se empeñaba a no creerlo, a verlo como una broma y que de repente me llamara para decirme que él y nuestra hija estaban bien.

Pero ese rayo de luz se apagó cuando el bonito rostro de mi Seokjin había perdido todo su brillo, incluso sus labios perdieron el rosado color que los caracterizaba.

Era él.

Perdóname.

Perdóname.—perdí la cuenta de todas las veces que le pedí perdón a Seokjin, mientras abrazaba su frio cuerpo para brindarle por última vez el calor que necesitaba mientras seguía en esa horrible habitación, era lo último que quería hacer por el hombre que amaba.

Así que de un arrebato me quité el abrigo que traía puesto y se lo coloqué torpemente y dejándo reposar mi cabeza sobre su pecho.

Haciendo esto por una última vez, como solía hacerlo cuando me refugiaba en mi compañero de vida, a quien le entregué mi corazón ciegamente.

Pero quien hoy me había dejado atrás, corriendo hacía el paraiso que lo esperaba, donde por fin su alma estaría en paz y esperaría una eternidad mi llegada.





Jungkook.

Si buscamos culpables, entonces sería yo, y estaba dispuesto a recibir la condena, una condena menos dolorosa que ver a mi hermana destruida sobre el cuerpo de su esposo, un hombre que no debía pagar por nuestros errores, pero que lamentablemente lo hizo, y ahora reposa por última vez en esta fria y silenciosa sala mortuoria, donde los desgarradores sollozos de Roomi invadían la tranquilidad del sitio.

Una esposa culpándose repetidas veces por no haberlo dejado ir como se lo pidió aquel bastardo que perpetuó el final de Seokjin.

Una esposa que se creía egoísta y que ahora debía aceptar la condena con dolor, sin saber que el mayor egoísta soy yo, un hermano que hace diez años se cegó de odio e inconcientemente firmó su sentencia al camino del sufrimiento.

 K I N T S U K U R O I Donde viven las historias. Descúbrelo ahora