[ P a s o ] c a t o r c e

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Kim Seokjin llegaba a casa después de un día extremadamente largo luego de asistir a clases y posteriormente visitar a Roomi. Aunque este último evento fue el más satisfactorio porque estar un momento con ella y sus amigos significa desprenderse de una parte de él, y descubría poco a poco que no era ese chico solitario que todos creen, le bastaba estar rodeado de los gemelos y Park para que mágicamente sus niveles de estrés se reducieran mientras no tenía cerca a la señora Bae.

Al entrar por el recibidor escuchó un par de carcajadas femeninas y miró al suelo encontrándose con unas zapatillas que conocía perfectamente.

Ella está aquí.

Caminó con los nervios disparados y sus mejillas enrojecidas hasta llegar a la sala de estar, donde su madre y la señora Bae conversaban de lo más tranquilas.
A pesar de que ambas damas tenían una diferencia de edad de al menos diez años, no era motivo para que se reunieran a conversar de vez en cuando y tomar el té. Finalmente, las influencias y el dinero es la principal razón para moverse dentro del mismo circulo.

—¡Oh, cariño has llegado!—la madre del chico saludó con energía luego de observar la llegada su hijo menor.

Seokjin se limitó a reverenciar y mirar fugazmente a la señora Bae quien reía con diversión, lo cual significaba tantas cosas, que si una madre se entera lo que su amiga desea hacerle a su hijo daría un grito al cielo. Pero la naturaleza humana nunca se limitaba a los sentimientos prohibidos que puede llegar a desarrollar un individuo.

—Iré a mi habitación, necesito estudiar.

—Te llamaré en media hora que bajes a cenar con nosotras.

Seokjin asintió y tan rápido desapareció tragando duro. Si algo lo ponía nervioso era tener cerca a Bae Hyeyoon, y no es ninguna novedad, cuando la conoció por primera vez hace dos años su mundo se vino en picada desarrollando una obsesión con esa mujer, y cada vez que miraba a su madre le era imposible no sentirse culpable con todas esas imágenes tormentosas entre su amiga y él jugando con fuego.

Abrió la puerta y tan rápido se metió al baño para tomar una ducha.

A medida que el agua caía sobre su cuerpo perfectamente trabajado y esos hombros jodidamente sensuales la cabeza le iba a reventar de la ansiedad, porque deseaba en ese momento mandar todo al carajo e ir a reclamar lo que es suyo, y terminar lo que no pudo días atrás desde el accidente de Roomi.

Pero él no es esa clase de impulsivos, sabía guardar la cordura aún si se trataba de la dama que le quitaba el sueño todas las noches.
Cerró la perilla del agua saliendo de la regadera y tomar la toalla para así enrollar la sobre sus caderas.

Sin embargo, una repentina presencia lo sorprendió.

Hyeyoon se encontraba sentada sobre el borde de su escritorio desafiando la poca suerte que podrían tener.
Con aquellos ojos felinos recorrió el cuerpo de Seokjin y se encendieron al darse cuenta que esa escena era tan obscena y prohibida.

Un joven universitario en sus mejores años, después de salir de una ducha completamente empapado significaba peligro para cualquier mujer.

—Qué haces aquí. Mi madre puede entrar.

—Tu madre se fue. Le surgió un asunto y de hecho dijo que dejaría un texto, así que revisa tu móvil.—con el mentón señaló la cama donde yacía dicho aparato.

Seokjin lo tomó para revisar, y efecto, su madre salió de urgencia encomendadole la visita.

Tú padre llamó, al parecer surgió algo con la abuela. Por favor, cena con la señora Bae, no quiero dejarle una mala impresión.

Aquello último provocó que Seokjin riera con suficiencia un tanto ladino.
Remojó sus labios y volvió la vista a la femenina.

—Mi madre dice que cenemos, y que por supuesto no podemos dejarle una mala impresión señora Bae. ¿Le parece si comenzamos al revés y degustamos  primero el postre?—mientras citaba esas palabras Seokjin cruzaba la habitación con cautela para llegar hasta la dama quien esperaba su próximo movimiento.

Sin ningún tipo de delicadeza tomó con una mano la cintura de Hyeyoon y con la otra su cuello, presionando su cuerpo con el suyo comenzando a devorar sus labios con rudeza.

La dama enrollo sus pierna sobre el torso del joven y éste la elevó completamente al escritorio, mientras se deshacía de la toalla sobre sus caderas. Entonces, agradeció aquel vestido para hacerle más fácil las cosas con ella, sin embargo, notó algo realmente descarado.

—¿No lleva ropa interior señora Bae? ¿Qué pensaría la gente de usted? No me diga que sabía lo que podría pasar.—rió en complicidad.—Usted es demasiado astuta, y las mujeres astutas me vuelven loco.—la voz ronca y seductora de Seokjin hizo temblar a la dama, entonces, él ni siquiera se esperó a los juegos previos y comenzó a embestirla logrando que dejara escapar su primer gemido, pero fue reprimido por los labios del jovencito.—Señora Bae, mamá no está, pero recuerde que la servidumbre tiene oídos.

Hyeyoon asintió desesperada.—Por favor, ni se te ocurra parar.

—A sus ordenes mi señora.—El vaivén era tan rudo y sucio, justo como a ella le encantaba de él. Porque Seokjin podría lucir tan noble como un ángel, pero dentro de él albergaba una bestia que nunca se saciaba de su presa.

Las uñas de la dama marcaron la espalda de Seokjin en el intento de aferrarse, porque ese chico la estaba llevando por caminos desconocidos, unos que ni su esposo en diez años le ha podido brindar, y si por fin lo encontró en brazos de su joven amante, no estaba dispuesta a dejarlo ir.

 K I N T S U K U R O I Donde viven las historias. Descúbrelo ahora