-¿Cómo se encuentra, doctor? -Pregunté con miedo y llena de nerviosismo.
-No voy a mentirte, Eva... Debe quedarse en el hospital, aquí tenemos todo lo que ella necesita ahora mismo... -Aquello no era lo que yo quería escuchar.
-¿Cuánto le queda? -Mi tono frío y calculador pareció hacer reaccionar al doctor que tantas veces había visto.
-No lo sabemos con certeza, pero puede que menos de siete meses. -Llevé mi mano al corazón e intenté respirar pausadamente.
-Pero tranquila, tranquila... No va a morirse mañana. -Su sonrisa no era alegre, sino triste. -Lo mejor que puedes hacer ahora es ser fuerte con lo que venga y que ella no se desanime. -Giré mi cabeza hacia el cristal que había en aquella pared y pude ver a mi abuela durmiendo en aquella cama de hospital. Su respiración parecía acompasada y aquello me alivió un poco el corazón.
En el mundo solo la tenía a ella y si me dejaba, estaba segura que no sabría cómo seguir adelante. No era demasiado sociable, o a lo mejor sí lo era, pero después lo echaba todo a perder. La verdad es que lo único que me interesaba ahora era concentrarme en mi nuevo trabajo de educadora infantil. A mis veinticuatro años tenía que hacer algo con mi vida, algo que mereciera la pena.
Apoyé mi espalda en el frío cristal dando la espalda a mi abuela y me quedé en estado de shock mirando a la pared que tenía en frente y a un niño que parecía estar esperando a alguien, sentado en el suelo. Me miraba con tristeza, como si supiera lo mal que se pasaba cuando a una persona amada le queda poco para marcharse de aquel mundo de injusticias.
-¿Quieres que te traiga algo? -Miré al Doctor con semblante serio. Su voz había sonado dulce y sabía que era para tranquilizarme.
-No, tranquilo. Usted vaya a hacer su trabajo. Hay muchísimos más pacientes en este hospital. -Me dio unas caricias en el hombro y desapareció con aire triste dirigiéndose a la planta de abajo por las escaleras que empezaban a tres metros de mí, al otro lado del pasillo.
Cuando le vi desaparecer, giré mi cuerpo para encontrarme frente a frente con el cristal y contemplé a mí abuela por enésima vez en cinco minutos. Una lágrima se derramó por mi mejilla derecha, provocando que unos sollozos, muy propios en mi, comenzaran a ahogarme por dentro.
-No debes llorar... Cuando mi mamá se fue al cielo... Ella se quedó conmigo en mi corazón. Además, tú abuelita aún respira... Mi mamá no lo hacía. -Bajé la cabeza un poco hacia la derecha. El niño que antes se sentaba en el suelo, delante de mí ahora estaba de pie a mi lado, contemplando a mí abuela. -Además, si le pasa algo a tú abuelita, me tienes a mí. -Su pelo castaño claro y sus ojos verdes, me hicieron adorarlo hasta límites extremos. Aquel niño había sido como un ángel caído del cielo, el cual tenía las palabras exactas que yo quería escuchar en aquellos momentos tan duros. Me cogió la mano con delicadeza y me la apretó con fuerza.
-¿Cómo te llamas? -Le pregunté llena de curiosidad.
-Daniel... Pero puedes llamarme Dani. -Levantó su vista hacia mí y me sonrió con alegría, dejándome ver una dentadura blanca, con algunos huecos por los dientes caídos. -¿Y tú cómo te llamas?
-Eva. -Dije, mientras me secaba las lágrimas con la mano que tenía libre.
Nos quedamos unos minutos sin decir nada, solo con el ruido de las personas que de vez en cuando caminaban por el pasillo normalmente buscando la habitación adecuada. -Yo tampoco tengo mamá... Murió cuando era mucho más pequeña que tú... Y mi padre también. -Recordar aquello ya no me dolía, porque casi hacía veinte años y ya no me acordaba de ellos como cuando era pequeña. Las imágenes que tenía de mis padres eran muy borrosas.
-Yo vivo con mi padre... Mi mamá murió hace unos años, cuando yo tenía ocho. Ahora tengo nueve. -Soltó mi mano a prisa y me enseñó nueve dedos, mientras sacaba su lengua como si estuviera haciendo un gran esfuerzo. -¿Quieres que te presente a mi amigo? -Fruncí el ceño. -Yo vengo aquí cada día porque mi amigo está dormido y no despierta desde hace muchos días. Los médicos me han dicho que duerme mucho porque tiene un sueño muy bonito y no quiere despertar. -Supuse que aquel amigo de quien me hablaba, estaría en coma. No sabía si ir o no, pero aquel niño me había apoyado y sin conocerme de nada. Di un último vistazo a mí abuela, que dormía profundamente y me dirigí con él a la planta de arriba.
***
Estar quieto en aquella cama y sin poder hacer nada... Era lo más aburrido del mundo. No sentía mi cuerpo o bueno... Quizá sí, pero no podía mover ninguna extremidad. Solo podía recordar el golpe que me produjo aquel accidente que había cambiado mi vida por completo. El momento en que creí abrir los ojos y no vi nada porque estaba en coma... Y en realidad ni siquiera había movido mi cuerpo, ni un centímetro. Nadie había venido a verme, exceptuando Dani... Aquello demostraba que en realidad no tenía tantos amigos como yo creía... Ni siquiera mis padres habían tenido la decencia de venir... Quise llorar, pero tampoco pude.
De repente, noté como alguien abría la puerta sigilosamente y un aire fresco inundó mi cara por completo.
-Hola, Hugo. -Era Dani. Ahora podría estar mucho más tranquilo. -He traído una nueva amiga. -¿Una chica? ¿Había traído a una chica? Intenté prestar atención a todos los sonidos que pudieran suceder en aquella habitación. Sentí como unos pasos más fuertes entraban en la habitación, pero pararon en seco al dar dos o tres pasos.
-Mira, Eva. Este es Hugo, mi mejor amigo. -¿Eva? Que nombre más bonito. Supuse que sería una amiguita del cole, pero cuando la oí hablar, supe que no era ninguna niña pequeña.
-¿Este es tu amigo? -Parecía una mujer adulta, con la voz más maravillosa, dulce y pasional que podría haber escuchado jamás. Pero, por desgracia, me pareció que yo no le hacía mucha gracia. -Yo... Tengo que irme, Dani... Esto no ha sido una buena idea. -Su voz no sonaba tranquila, ni apacible; sino llena de miedo y terror, como si acabara de ver un fantasma. ¡Maldición!, ¿por qué no podía abrir los ojos por mucho que lo intentara? Por favor... Quiero verla...
-Espera, ¿por qué te vas? -Noté como Dani se había alejado un poco de mi lado, supongo que dispuesto a pararle los pies a aquella chica misteriosa.
-Es que... Yo no debería estar aquí... Lo siento. -Un fuerte golpe retumbó por toda la habitación. Había cerrado la puerta con tanto ímpetu, que hasta Dani se había asustado y se había acercado a mí para cogerme la mano con firmeza.
-¡Jo! Con lo simpática que era... -Dijo apenado. -Espero que otro día no tenga tanta prisa en marcharse. -Yo no las tenía todas conmigo... Estaba seguro que al verme así, se había asustado. -Bueno yo me tengo que ir, Hugo... Porque pronto se hará de noche y mi papá me reñirá si no llego antes de las ocho a casa. -Sentí los labios de Dani en mi mejilla, al darme un beso de amigo. Desde luego, Dani era el mejor amigo que un hombre podía tener. -Mañana te vengo a ver... Haré los deberes aquí. -Escuché como su voz comenzaba a alejarse. -Sueña con los angelitos. -Replicó mientras abría la puerta provocando un sonido chirriante.
***
Entré en el baño del hospital a toda prisa. Al cerrar la puerta detrás de mí y al arrastrarme a través de ella hasta el suelo, mis lágrimas ya no podían parar. Mi mente analizaba la situación con cuidado para no volverme más loca de lo que estaba ya. Supuse que él era el chico que estaba en coma, que él era el chico que había tenido aquel estúpido accidente de coche... La noche pasada había soñado con él y estaba dispuesta a volver a verlo y a enfrentarme cara a cara con él... Pero... Ahora... Volví a llorar más todavía... Maldiciéndome a mí misma por perder el tiempo... A lo mejor, si aquella noche hubiera ido a hablar con él, él no hubiera tenido el accidente y ahora no estaría así. Había perdido un tiempo muy valioso de mí vida por culpa de la vergüenza, la timidez y el miedo a ser rechazada... Y ahora lo estaba perdiendo todo... Pasito a pasito...
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¿Qué os parece Dani? ¿Y la reacción de Eva al ver a Hugo? 👀
Por cierto, he pensado en subir capítulo lunes y jueves entre las 19h y las 20h, ¿qué os parece? 🥰
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Hasta escuchar tu voz
FanfictionConsideraréis esta historia como una especie de obsesión por mi parte, pero no os preocupéis, estoy loca... Pero solo por una persona; por el hombre que me enseñó a vivir, que me enseñó a respirar por primera vez, a mis veintiséis años. Me enseñó qu...