PESADILLAS JUNTO A ENTRADAS.

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Puede que no sea una pesadilla, puede que sea algo verdadero, algo real como la vida misma.

Me levanto de la cama, estoy completamente desnuda y Hugo también lo está a mi lado, hecho un ovillo y con la respiración entrecortada. Me quedo mirándole la cara durante unos segundos y lloro muchísimo, porque en aquel momento me acabo de acordar del coma, lo mal que lo pasé y como parecía que aún ahora seguía estándolo. Por eso me desespero y empiezo a zarandearlo con nerviosismo, susurrando su nombre, susurrándole palabras de cariño porque le amo. Al ver que no despierta mis nervios siguen aumentando y me levanto de la cama horrorizada, pensando que ha vuelto a suceder, que me lo han vuelto a quitar. Junto mis manos a mi cara e intento controlar y esconder las lágrimas que derramo sin control. Entonces, cuando ya me he tranquilizado un poco, él ya no está en la cama, no está... Mi desesperación fluye y salgo corriendo de aquella maldita habitación. Me doy cuenta que todo tiene el mismo color, incluso el pasillo lleno de puertas con número está gris, es todo como una película antigua.

Giro el pasillo a la derecha y me encuentro con las escaleras, bajo con rapidez mientras noto el aire chocar contra mi piel desnuda y empiezo a temblar. Al llegar a la última planta me abrazo a mi misma, no puedo dejar de tiritar, es como si ahora mismo estuviera en el polo norte y un frío helado se proclama dueño de mi ser.

Paso el ascensor, la recepción, el pequeño salón y salgo a la calle. No sé porque lo he hecho, pero es como si alguien estuviera llamándome. "Eva, Eva, Eva...", dice esa voz siseante e infernal que empiezo a reconocer ahora mismo ya que Paula también está desnuda y delante de mi, justo delante de la entrada al motel, esperándome con una sonrisa maquiavélica. El corazón me late con rapidez, parece dispuesto a abandonarme allí mismo para a dejarme tirada en aquel suelo lleno de polvo. "Mira, la chica que no consiguió nada de lo que más amaba", le oigo decir a Paula. De repente, Hugo aparece detrás de mi y camina hacia Paula como hipnotizado, como si ella fuera lo más hermoso del mundo y yo fuera algo desechable y sin valor. Al llegar a ella se besan con furia, provocando en mi unos temblores insufribles y unas lágrimas que llegan hasta mi estómago. "¡Parad, parad, parad...!", les suplico con rabia en los ojos y en la voz, no puedo ver esa escena, me rompe el corazón en mil pedazos. Intento moverme pero me es imposible, es como si estuviese pegada al suelo, como si alguien me retuviese ahí, en mitad de la noche oscura y sin alma. "¡Por favor, por favor, ayudadme!" suplico más y más fuerte. "¡Hugo yo te quiero, puedo hacerte feliz!", me rebajo ante él por lo que siento y creo de veras. En aquel momento paran de besarse y manosearse, entonces él me mira y con paso firme y pausado se acerca a mí. Al llegar a mi altura me coge por el mentón y besa suavemente mis labios yo me dejo hacer porque es lo que ansío y necesito en aquel preciso instante. No dura demasiado, él se aparta y me escupe en toda la cara, provocando que yo llore de rabia de nuevo, como anteriormente. "¿Cómo voy a querer a alguien que no puede ni tener hijos? Entonces no sirves para nada". Palabras como aquellas no te duelen, directamente te matan. Él me lo está confirmando, él confirma mis sospechas, las que siempre he temido; no me quiere, no me quiere. Pero aún me falta por sufrir, aún no han tenido suficiente con verme completamente derrotada dispuesta a matarme ahora mismo. Dani, mi niño pequeño se acerca a Paula corriendo, también va desnudo, todo está como nuevo, impecable, incluso los coches. Aunque el trozo que yo piso está sucio y maloliente.

Paula pone a Dani delante de ella y acaricia su pelo mientras en su rostro se va dibujando una sonrisa de suficiencia, como si ella me hubiese ganado la batalla, como si las dos personas más importantes de mi vida fuesen suyas. "¡No eres más que una furcia!", Hugo, al escuchar lo que le grito a Paula, vuelve a escupirme a la cara y ríe, como si aquel fuera el acto más gracioso del mundo. "Los dos son míos. Jamás tendrás nada, siempre estarás sola. Jamás tendrás nada, siempre estarás sola...", dice Paula una y otra vez. Yo me tapo los oídos con las manos y grito con fuerza, deseando que todo esto solamente sea una pesadilla, la peor pesadilla que alguien pueda tener. Y en un instante ya no me encuentro a fuera, sino otra vez dentro de la habitación. Hugo sigue durmiendo, así que le zarandeo de nuevo y nada, no responde, no despierta, me ahogo..."

Hasta escuchar tu vozDonde viven las historias. Descúbrelo ahora