EL AMOR ACABA POR RECORDAR.

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-Bueno ya estás en casita. -Nano y yo entramos delante de él; dejando algún que otro paquete y la caja de los periódicos. -Como puedes ver, no he cambiado absolutamente nada, solo unos cuantos cuadros. -Nano le guiñó un ojo a Hugo que miraba con cierta curiosidad la casa que compartían su amigo y él.

-No pasaba nada si cambiabas más cosas. Total... No pienso quedarme en España ni un segundo más. -Nano y yo nos miramos sin entender nada ninguno de los dos.

-¿A qué te refieres? -Hugo acarició uno de los marcos de una foto donde salían Nano y él en un parque de atracciones, al lado de una noria. Nano se fue acercando a Hugo poco a poco.

-Pues que... Tengo que hacer algo muy importante... He perdido un tiempo muy valioso. -Dijo con frialdad, provocando que mi corazón se encogiera dolor y Nano lo notó...

-Creo que esto deberíamos hablarlo cuando estemos solos. -Me miró de reojo, completamente disgustado.

-Tengo veintiséis años, no me trates como si fuera un niño pequeño. No me trates como si fueras mi padre. -Hugo se giró hacia Nano y le miró con rabia. Ahora era yo quien estaba asustada; era la primera vez que veía a Hugo... ¿Llorar?

-¿Tú padre? -El tono chulesco que utilizó Nano me dio escalofríos. -¿Desde cuándo tus padres se preocupan por ti? -Aquello me sentó como una patada en el estómago, o sea que pude imaginarme cómo le debía de haber sentado a Hugo, que le fulminó con la mirada y en cuatro pasos entró por el pasillo y se encerró en la que era su habitación no sin antes dar un portazo.

-¿Qué acabas de hacer? -Me acerqué a Nano, que escondía su mirada de la mía como un niño pequeño que acaba de hacer algo malo. -Sabes lo de sus padres y tú le echas más tierra por encima... -Puede que Hugo se hubiera pasado también, pero nadie me había avisado que cuando te enamorabas, tu también corrías el riesgo de estar triste cuando el otro lo estaba.

-Lo siento Eva, no sé en que estaba pensando. -Se llevó las manos a la cabeza y dicho esto me miró a los ojos con nostalgia y se marchó de la casa sin dar un portazo estremecedor, simplemente saliendo con paso cansado.

Entendía a Nano por un lado, pero también debía entender a Hugo. Acababa de despertarse del coma, ha perdido dos años de su vida, no debía ser fácil... Pero Nano quería que todo fuera como antes, que todo volviera a la normalidad lo antes posible.

Me adentré en el pasillo con la mirada perdida, dispuesta a hablar con Hugo. Aunque, sinceramente, desde lo del beso, todo había cambiado; él no me miraba apenas a los ojos y yo hacía lo mismo, pese a que le había ido a ver unas cuantas veces al hospital. Lo extraño es que ninguno de los dos habíamos hablado sobre el tema. Yo tenía miedo de hablar sobre ello y él parecía confuso ante todo lo que tenía que ver conmigo.

Lo cierto es que no sabía cómo tratarlo, cómo hablarle... En el fondo no sabía quién era.

-¿Hugo? -Piqué a su puerta suavemente con mis nudillos muy apretados a causa de los nervios. -¿Quieres hablar? -Pregunté con miedo y sintiéndome una niña inocente. -¿Quieres que me vaya? -Lo dije en voz baja, para ver si se olvidaba de lo que acababa de decir y me dejaba quedarme con él.

-La puerta está abierta... -Le oí decir desde dentro con su voz grave pero totalmente derrotada.

Abrí cuidadosamente, entrando por primera vez en su habitación llena de pósters de películas y con un bolo encima de uno de los estantes que colgaban de aquellas paredes de blancas, pero iluminadas por la luz que entraba de la ventana.

Hugo se encontraba sentado en la punta de la cama, sosteniendo una fotografía bastante arrugada. Me acerqué a él y pude comprobar, cuando alzó sus ojos a mí, que había llorado mucho.

Hasta escuchar tu vozDonde viven las historias. Descúbrelo ahora