Conté todas las veces que me había dicho lo guapa que estaba. Me parece que fueron unas diez u once veces y no es que no me gustase o alagase; la cuestión era que no quería que se hiciera ilusiones o pensara en mi como algo más, pero obviamente aquello no fue posible.
Cuando íbamos por el segundo plato y ya habíamos hablado de nuestras vidas, rehuyendo por completo todo lo relacionado con Hugo, Nano me acarició mi mano sobre la mesa y me enseñó sus dientes blancos y perfectos.
-Sé que ya te lo he dicho, pero... Me siento el hombre más afortunado del mundo solo con tenerte aquí conmigo. -De acuerdo, aquello era la gota que colmó el vaso. Tenía que parar aquella farsa lo antes posible, antes que le hiciera más daño, tal como me había dicho Ivet.
-Nano, me siento muy alagada. Creo que en toda mi vida nadie me había dicho cosas tan bonitas. -Carraspeé antes de continuar intentando asimilar lo que le estaba a punto de decir. -Pero yo no puedo corresponderte con todas esas cosas. -Se lo dije con tanta suavidad, que incluso me sonrió con timidez.
Miró de un lado a otro como si pensara en algo o en alguien. Quizá pensaba en mi y en lo tonta que estaba siendo.
-Continúa... -Su voz sonaba segura, pese a que yo me sentía miedosa.
-Yo no siento lo mismo por ti. Si acepté quedar contigo fue porque me caes muy bien, te quiero mucho, pero como amigo. Además, tú has estado conmigo estos últimos meses. Te debo muchas sonrisas.
-Creo que ya lo estás consiguiendo. -Me sonrió con fuerza. Me hizo sentir mejor conmigo misma y menos temerosa, pero no era suficiente para mí.
-¿Ya estoy consiguiendo el qué? -Pregunté con miedo y el ceño fruncido.
-Que sonría. Gracias por decirme lo que piensas Eva, antes que haga más el pardillo. -No parecía enfadado en absoluto, pero me sentí fatal por haber aceptado la cita y ahora sabía que Ivet tenía razón.
-Tú no estás haciendo el pardillo. -Se lo dije con un tono demasiado desesperado, porque volvió a reír. -¿Por qué has de llamarte pardillo? Hay cientos de chicas que darían lo que fuera por salir contigo, estoy segura.
-Puede, pero la que yo quiero que salga conmigo, pues no quiere. Es algo bastante triste. -Entonces sí me desesperé.
-No soy tan interesante como quizá piensas que soy. -Me miró directamente a los ojos y sonrió burlonamente.
-Te quieres muy poco, Eva.
-Eso ya lo sé. -Y en sí, era cierto. -No soy valiente, si lo fuera nunca te hubiese dicho que sí. Pero soy una idiota y no sé esperar. -Me miró sin entender absolutamente nada.
-Eva... Eres valiente. Jamás alguien se hubiese enfrentado a lo que te has enfrentado tu, a lo que te estás enfrentando. No conoces a Hugo como yo, pero vas cada día a visitarle y le hablas; tu abuela está ingresada en el hospital muy enferma y tú cada día tienes una sonrisa en la cara; has ido a Francia solo para intentar arreglar una situación familiar que nada tiene que ver contigo; estás viviendo con una chica de dieciocho años medio loca, cabreada con sus padres y dispuesta a quedarse en España a vivir y dejar Francia, sin importarte lo que digan sus padres... Dime, ¿todo eso lo haría alguien que no es valiente? -Intenté analizar todo lo que me había dicho a carrerilla y sin respirar siquiera.
-Supongo que no... Pero yo no me refería a ese tipo de valentía. Puedo vencer muchas cosas porque la vida me ha dado muchos palos, pero hay algo contra lo que no puedo luchar... Y eso me atormenta y me hace sentir como si fuera la vulnerabilidad en persona. -Debía ser sincera conmigo misma, pero también con Nano, porque se lo merecía. Además, debía contárselo a alguien, porque lo que sentía dentro no podía dejar de sentirlo e iba creciendo cada día un poco más, me asfixiaba por dentro.
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Hasta escuchar tu voz
FanfictionConsideraréis esta historia como una especie de obsesión por mi parte, pero no os preocupéis, estoy loca... Pero solo por una persona; por el hombre que me enseñó a vivir, que me enseñó a respirar por primera vez, a mis veintiséis años. Me enseñó qu...