IMPOTENTE

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Había pasado una semana desde aquel horrible incidente y desde entonces intentaba no encontrarme a Dani por los pasillos del hospital ya que estaba segura que iba a ver a su amigo cada día. Pero algo me hizo cambiar de opinión...

-Hola, soy Eva... ¿Te acuerdas de mí? -Hacía meses que habíamos acabado las clases y mis estudios ya habían terminado, así que solo tenía que trabajar por las mañanas en un pequeño jardín de infancia.

-Hola... Sí... Tú eras la que se sentaba dos mesas detrás de mí. -Genial, estupendo... Se confundía con otra Eva que había en clase.

-No, yo soy otra Eva, Eva Barreiro. -Me miró con el ceño fruncido. -Una de las empollonas de la clase y una de las que se sentaban en primera fila. -Dije cansinamente. Raquel me sonrió con ironía y me dijo que pasara dentro del piso. Yo entré con miedo porque sabía que no vivía sola, sino acompañada por uno de los chicos que yo no soportaba en clase.

Me guió a través de un pasillo con ropa de chica por los suelos y un montón de grafitis por las paredes... Yo intenté no tocar nada de todo aquello, daba demasiado repelús... Aunque, si aquello me daba repelús, cuando vi el comedor me dio más que asco. Había humo por todos lados y el olor a porro me perforaba los pulmones.

-Vaya, pero si es la monja de clase... -En el sofá, justo a la derecha de la puerta del comedor, se encontraba estirado Álvaro, otro de mis compañeros. Raquel se estiró con él y se dieron un beso.

-¿Qué pasa? ¿Nunca has dado un morreo a nadie? -Ni siquiera le contesté, no venía para hablar de mí vida sentimental, la cual no iba bien, en absoluto. Pude comprobar que no estaban solos, sino que había otra pareja sentada encima de la mesa... En ropa interior y bebiendo un líquido muy amarillo... Supuse que sería un cubata. A la chica no la conocía, pero el chico... ¿De qué me sonaba?

-Vaya, ¿pero a quién tenemos aquí? -La chica rubia teñida y con unos pechos pequeños, bajó de la mesa dando un saltito y se acercó a mí con picardía. -¿Y tú quien eres, preciosa?

-Soy Eva. -Me tembló tanto la voz, que todos comenzaron a reírse de mí. Los miré con timidez. -He venido... Porque... ¿Sois amigos de Hugo? -Raquel dejó de babosear a su novio y se levantó del sofá con el semblante serio.

-Si has venido aquí para criticar lo que pasó ya puedes largarte. -Su ceño fruncido y la rabia acumulada en sus ojos, me hicieron estremecer de pies a cabeza.

-Solo quería saber qué pasó exactamente. -Raquel se apartó de mí, todavía rabiosa y le hizo un pequeño gesto al chico que se situaba encima de la mesa. La que parecía su novia, le cogió de la mano y lo estiró hacia mí.

-Yo era muy amigo de Hugo... ¿Qué quieres? -Aún sujetaba entre sus manos aquel vaso con aquel líquido y yo proferí una mueca de asco.

-Solo... Solo quería saber qué le pasó. -Dije con miedo.

-¿Eras amiga de Hugo? -Dije que no con la cabeza, pero no fue una buena idea.

-Entonces ya te puedes ir largando por dónde has venido. Aquí no se te ha perdido nada. -Levantó su mano con rapidez y por unos segundos pensé que iba a pegarme, pero solamente me dio un pequeño empujón.

-¿Eres tú quien iba en el coche con Hugo? -Entonces me di cuenta de que me sonaba aquel chico tan alto y delgado: era el chico que Hugo había entrado dentro del coche, el cual estaba borracho. Me acerqué a él, sin hacerle caso y quedándome en el piso.

-¿Cómo sabes eso? -Miré de reojo a un lado y me di cuenta que Álvaro se había levantado del sofá para poder seguir mejor la escena. Raquel le abrazó el brazo con cuidado, atenta a todo lo que allí estaba a punto de pasar.

Hasta escuchar tu vozDonde viven las historias. Descúbrelo ahora