Llevábamos unas dos horas de camino y aún nos quedaba un tiempo más por estar en la carretera.
Ivet me acompañaba de vuelta a casa pasando de las clases particulares que se supone debía hacer durante las vacaciones. Ana y Rafa tenían trabajo, así que vendrían por su propia cuenta en un avión privado dentro de dos días. Sí... Algo que al fin y al cabo no me sorprendía, porque su casa era como un aeropuerto de grande.
Paula ya era otro caso aparte, ella había decidido no venir a ver a Hugo... Cosa que a mí me había sentado fatal porque me daba la sensación que había hecho algo a medias y sin arreglar.
Paré el coche en una gasolinera para poder tomar algo en la pequeña cafetería que había en ella.
-Vaya, esta es la primera vez que paro en uno de estos sitios. -Salí del coche con el rostro burlón, mientras Ivet ya había dado unos cuantos pasos hacia la entrada de la cafetería. -Si mamá supiera donde me has traído proclamaría la segunda guerra civil.
-Exagerada. -Le dije divertida.
Con ella ahora mismo tenía bastante soltura y confianza. Habíamos pasado dos días enteros juntas, paseando por Carcassonne y hablándome de sus cosas más íntimas. Le estaba completamente agradecida, porque allí me había sentido como en casa.
Las dos entramos en la cafetería con aire sonriente y feliz. Pedí un par de coca-colas en la barra, mientras Ivet se encargaba de buscar dos asientos libres ya que el local estaba abarrotado. Me fijé en que caminaba de puntillas, intentando no tocar a nadie de los de allí presentes y cómo limpiaba con una servilleta el asiento que había visto libre en una mesa. Podía ser muy rebelde y muy natural, pero las buenas formas y el cambio de aires le afectaban bastante.
Me acerqué a ella con las coca-colas en mano y me senté rápidamente en el asiento que quedaba libre delante de ella, desde donde se podía ver mi coche perfectamente aparcado.
-No estoy acostumbrada a estos sitios. -Abrió la lata de coca-cola con suspicacia y la echó dentro del vaso.
-Pues yo bastante, me encanta conducir y siempre voy a todos los lados con coche. -Bebí un sorbo de mi coca-cola y después pasé mi lengua por el bigote.
-Si mi madre viera lo que acabas de hacer te enviaría a un internado hasta que te enseñaran buenos modales.
-Lo que tu digas. -Le dije entre risas y desviando el tema. -¿Tienes ganas de ver a tu hermano? -Le miré con diversión.
-Muchísimas ganas, pero estoy muy nerviosa, demasiado. -Se removió en el asiento, mientras en su cara se notaba la timidez. -Hace tanto que no le veo... Me pregunto si estará muy cambiado... Además... Ni siquiera vamos a poder hablar. -Miró hacia la ventana con aire ausente. Lo estaba pasando mal, aunque se hacía la fuerte siempre.
De repente comenzó a sonarme el móvil y lo cogí con rapidez después de sacarlo de mi bolso marrón.
***
-Hola Eva, soy Nano. –"Pásamela, pásamela..." Parecía un niño mimado y consentido. -No, no... Tranquila, no pasa nada... Em... Sí... Sí, Hugo está perfectamente. -Me dio unos golpecitos en el brazo sin que yo me inmutara. -Yo solo quería saber cómo estabas... Y cuándo vas a venir... -Hubo unos momentos de silencio sepulcral. Supuse que Eva le estaría hablando e intenté imaginarme su voz. Ese era uno de mis pasatiempos favoritos... Recordar voces, sobretodo la suya.
-Ya... Me alegro que estés por llegar... Sí, claro... Nos vemos mañana... Y Eva... Tendré que decirte algo importante; bueno, en realidad es más una pregunta. -No, no podía ser. Pensaba que a Nano se le había pasado aquella absurda idea de pedirle una cita a Eva. -No, tranquila. Es algo importante, pero no malo... Al menos para mí. -Le oí tragar saliva, completamente nervioso y atacado. Si seguía así, no podría hablarle cuando la tuviese en cuerpo presente. -De acuerdo, hablamos mañana... -Otro silencio tenso. -Cuídate mucho, por favor. Un beso. -Oí el clic del botón del teléfono móvil y entonces Nano se acercó mucho más a mi cama, lo podía sentir.
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Hasta escuchar tu voz
FanfictionConsideraréis esta historia como una especie de obsesión por mi parte, pero no os preocupéis, estoy loca... Pero solo por una persona; por el hombre que me enseñó a vivir, que me enseñó a respirar por primera vez, a mis veintiséis años. Me enseñó qu...