-¿Qué tal estoy? -Di unas cuantas vueltas delante de Ivet y ella se quedó con la boca abierta.
-Wow... Estás... Estás... -Le hice un pequeño guiño con la mirada para que se diera prisa. -Muy potente. Vas a provocarle y eso no es bueno... -Reí por su conclusión exagerada. -Un vestidito muy acorde para la ocasión. -Bajé la mirada para poder ver mi vestido; azul oscuro y bastante escotado.
-¡Esto es una locura! -Mi grito podría oírse por toda la casa.
Entré dentro de mí habitación, me quité el vestido a toda prisa y lo tiré al suelo, quedándome en ropa interior.
No tenía ningún sentido vestirme así si mi cita no iba a ser con Hugo. No me sentía a gusto conmigo misma y eso suponía un fracaso inmediato en la cita, estaba completamente segura. Todo el rato estaría pensando en Hugo y eso no podía ser. ¿Qué clase de hechizo me había lanzado ese hombre para que no pudiera dejar de pensar en él?
-Eva, ¿estás bien? -Vi aparecer por la puerta a Ivet, que me miraba con el ceño fruncido, sin entender nada.
-Todo bien; solo que no me voy a poner este vestido. Este será para una ocasión verdaderamente especial.
-¿Y qué más especial que esto? Es tu primera cita.
-¡Esto no es una cita! -Le grité en la cara.
Yo misma intentaba convencerme que no lo era, aunque Nano me había dejado bien clarito que sí.
-Eva... -Me miró con total seriedad. -Si no quieres ir, no vayas. No te sientas obligada. Y sobre todo, cancélala si no te ves preparada. De este modo solo vas a conseguir hacer daño a Nano y no creo que se lo merezca. -La miré con los ojos entrecerrados, intentando adivinar el sentido de sus palabras. ¡Cómo si yo a Nano le hubiese dicho que iba a salir con él para siempre!
Estaba decidido; iría a aquella cita, pero nada de besos o toqueteos, le dejaría las cosas claras a Nano. Mi vida necesitaba claridad en mis acciones y esto solo hacía que empeorarlo todo y volverlo más negro.
***
-Pensaba que Eva te quería a ti. Nano me cae bien, pero no le pega. Tu sí. Tu eres diferente. -Acarició mi mejilla con dulzura y noté como se sonreía.
Dani solía tener la razón siempre, pero esta vez se equivocaba en todas sus conclusiones. Eva no me quería, aunque una vez llegué a pensar que sí.
Tampoco tenía sentido que me quisiera; yo era un hombre sin existencia, por así decirlo. Mi vida giraba entorno a un lugar negro como el azufre. Siempre en una habitación oscuras, buscando una luz que me guiase al exterior.
-Te echo de menos. Quiero que despiertes ya. Ya me he cansado de este jueguecito, Hugo; no quiero jugar más. ¿Por qué no dices nada? -Pensaba que Dani había entendido qué era estar en coma, pero aún parecía reacio a entenderlo. -Es que jugabas conmigo siempre y ahora ya no lo haces. No has estado en mi cumpleaños. -Y como si no estuviera lo bastante triste, Dani comenzó a llorar encima de mí y entonces se me olvidó la cita y todo lo que tuviese que ver con ella. Había estado demasiado cegado con Eva y no me había dado cuenta que Dani me necesitaba.
Su padre era un drogadicto y cariño en casa le faltaba. Esto cada vez iba de mal en peor.
-Ha vuelto a pegarme, Hugo. Tú me defendiste hace mucho tiempo... ¿Pero qué hago yo ahora?
***
Vi a Nano sentado en una mesa elegante, con unas velas que ayudaban a iluminar la estancia con las demás.
Hoy no había ido a ver a Hugo para que no me descentrara en la cita, pero en cuanto vi a Nano desde lejos supe que aquello iba a ser imposible. Deseé con todas mis fuerzas que quien estuviese sentado allí fuera Hugo, mi Hugo. Sabía que si Nano me besaba o tocaba, estaría pensando en Hugo. Sabía que si Nano me decía"te quiero", estaría pensando en Hugo, en el que definitivamente sería el amor de mi vida, ahora y siempre.
Seguí avanzando hacia las mesas, hacia mí perdición.
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Sé que hoy no tocaba, pero es cortito y me apetecía 🥰
¿Qué os ha parecido la reaparición de Dani?🥺
Y... ¿cómo creéis que va a ir la cita? 👀
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Hasta escuchar tu voz
FanfictionConsideraréis esta historia como una especie de obsesión por mi parte, pero no os preocupéis, estoy loca... Pero solo por una persona; por el hombre que me enseñó a vivir, que me enseñó a respirar por primera vez, a mis veintiséis años. Me enseñó qu...