Miro al abogado con desconfianza, no se desde cuando empecé a sentirme así realmente. La cuestión es que me cuesta sincerarme, incluso si se trata de mí. Soy la persona que más se miente, que más se daña y la que más se juzga. Creo que todo eso viene por la presión que me ha tenido en la cuerda floja entre el éxito y el fracaso, o eso es lo que me ha hecho sentir.
Desde que empecé a tomarme la terapia más en serio, me he ido dando cuenta de este tipo de cosas. Hasta ahora solo me había quejado de cómo me hacían sentir las personas que me rodeaban, pero en este momento soy consciente de que esa presión me lleva acompañando años y que cada vez lo veía algo más normal.
—Tenemos un buen plan para este caso... —el abogado comienza a hablar, no obstante, yo no le hago caso. No quiero que la situación me sobrepase demasiado.
Mi tía está escuchando con las orejas bien abiertas, parece un robot. Es la viva imagen de cómo mantener la compostura delante del resto, aunque creo que por dentro le está doliendo escuchar de nuevo la historia.
El abogado es Stefan Edevane, una de las personas de confianza de mis padres. Llevo conociendo a Stefan desde que tenía unos doce años. En uno de los viajes a Inglaterra mis padres lo ficharon cuando apenas tenía diecisiete años. Siempre se pasaban a conocer a candidatos con potencial del último curso de instituto, les ofrecían estudiar en universidades prestigiosas de todo el mundo con pensiones completas a cambio de lealtad. El reclutamiento se llevaba a cabo mientras yo estaba tirada en el sofá discutiendo con mis troglos, el planazo de cuando íbamos de visita a casa de mis abuelos.
Stefan en la actualidad es un hombre exitoso, comprometido con su trabajo y todo eso con tan solo veinticuatro años. Ahora bien, su vida parece igual de desdichada que la que veía cada día en mi casa, reflejada en mis padres y mi tía. Cuando tienes tanto no te conformas con tener a alguien a tu lado, sino con unos cuantos millones más en el banco. La codicia corrompe el mundo.
—Elizabeth, ¿estás escuchando al señor Edevane? —mi tía me saca de mis pensamientos de forma abrupta, me pilla de sorpresa.
—Necesito un minuto —tomo aire y dejo caer las palmas de mis manos sobre las rodillas.
Stefan me mira fijamente —está bien Señora Shepard. Si a Elizabeth le parece oportuno, podemos hablar a solas.
Levando la vista hacia él, llevaba demasiado tiempo sin fijarme en su aspecto. Hace un par de años me parecía un niñato, ahora creo que es un hombre sabio y maduro. La dureza de la crianza de los Shepard se ha visto proyectada sobre él y ahora podría considerarse una persona de confianza.
—Está bien —nos deja a solas.
El despacho de Stefan es frío, sin personalidad y las paredes de cristal no son símbolo de trasparencia, sino que parecen más algo que representa el poco calor humano de estas oficinas.
Se reclina sobre el asiento de cuero negro y se lleva las manos a la cabeza —tu tía puede resultar abrumadora.
—¿De qué quieres hablar conmigo?
Pone las manos sobre la mesa, una encima de la otra —solo quiero sinceridad para poder defenderte bien. ¿Todo esto te parece adecuado?
—Es lo correcto.
—Lo es, se lo merece, pero no te veo con sed de venganza. Si llego a ser tú, estaría con ganas de que llegase el juicio.
—Bueno, tú y yo somos diferentes. Lo único que espero de ese juicio es que todo esto acabe; el cómo, cada vez me importa menos.
El desistimiento se mostraba con claridad en mi voz, estaba agotada. Luchar guerras que no parecen acabar nunca es increíblemente cansado, y más si esas luchas no dependen se ti. Tener a la gente a mi alrededor preocupada empieza a abrumarme, solo quiero volver a ser una persona normal.
Pero... ¿Y si no vuelvo a serlo nunca? ¿Y si me quedo encerrada en esta jaula de fragilidad toda la vida?
—Mi padre te ha mandado hacer esto porque quiere tenerme bajo sus garras —apoyo las manos sobre la mesa y me incorporo. Lo desafío con la mirada—. Dime la verdad, ¿por qué tú? ¿Por qué absurda razón no iba a mandar a uno de sus tantos abogados con veinte años o más de experiencia?
Me mira sorprendido, le ha dolido.
—Sí, soy su marioneta. Efectivamente, tengo órdenes especiales para tenerte bajo sus expectativas —deja caer los hombros derrotado—. Pero yo no soy tu enemigo, pretendo ayudarte.
—Tú lo has dicho, eres manipulable —me vuelvo a sentar, esta vez con la sensación de victoria corriendo por mis venas—. No me sirves como defensa, te dejas llevar por el dinero muy fácil.
Pone cara de póker, sus mejillas están un tanto coloradas y cada vez su pelo se mira más y más descolocado.
—Es fácil decirlo para ti, eres una niña de papá. Solo hay que verlo, has tenido todo cuanto has deseado a tus pies.
—Es cierto, nunca me ha faltado el dinero. Sin embargo, mis valores van más allá de eso. De mi padre aprendí como ser alguien sin escrúpulos y que mira con perspectiva. No todo fue malo —hago una pausa larga para dejarle procesar mis palabras—. La cuestión es que yo no me dejo manipular, mi padre falló en su educación. Y ahora quiero que le digas de mi parte lo bien que lo ha hecho, ha conseguido que te trate como él lo haría. ¿Cómo se siente que te trate así alguien a quien no idolatras?
Mi tía vuelve a entrar en el despacho tras llamar a la puerta. Le indico rápidamente que pase y le digo que ya hemos acabado de hablar, le ha salvado por la campana.
—Ahora bien, ¿quieres oír mi versión o con la de mi padre has tenido suficiente?
Tía Amelia me mira espantada —¡Elizabeth!, no puedes hablarle así.
—Tranquila señora Shepard, esto es lo que necesitamos, emociones—dice un Stefan derrotado.
Creo que he conseguido establecer con creces mi postura, sin delirios. Merezco un mínimo de respeto, ya me llevan callando desde que tengo uso de razón y creo que ha llegado el momento de que el pajarito abra el pico. Todo esto es asunto mío, necesito ser quien hable y a quien escuchen sin vaciles.
El frío abrasador sale de mi a través de palabras al contar lo sucedido aquel día. Aún duele hablarlo, pero la postura de frialdad ha vuelto a mi ser y estoy hablando como si fuera una grabadora sin sentimientos. Mi tía ha tenido que salir del despacho, no podía soportarlo. Contarlo sin llorar me hace sentir un poco más cerca de superarlo, aunque, quizás, solo esté intentando ocultarlo de nuevo.
—Toda una Shepard —sentencia.
—¿De qué hablas?
—Oh, ocultas muy bien tus sentimientos. No nos favorece en el caso, verte rota es lo que espera el juez.
Parpadeo un par de veces —pues si buscabas debilidad quizá es que no seas tan bueno. Soy tu reto, ¿no lo ves? Somos un juego para él.
—¿Realmente crees que no le importas?
—Lo único que le importa es esto —abro los brazos para señalar la habitación que nos rodea—. Y lo único que quiere de mi es una imagen limpia.
—Eres la única heredera, hace lo que debe hacer por ti y por la empresa.
Que narices... ¿En qué momento mi padre ha quitado a Noah y a Ashley del testamento?
No puedo creer que sus intentos por controlarme llegues hasta ese punto, es enfermizo.
Algo que tengo claro es que esto no pasaría con los Ford, ambos recibirán la empresa a partes iguales. Al fin y al cabo, los dos sus hijos de la misma manera.

ESTÁS LEYENDO
Nosotros [#2] (COMPLETA)✓ (Pronombres Que Terminan En Mi)
RomanceNo ha sido fácil para Elizabeth llegar hasta donde está. El verano ha sido duro y ha tenido que luchar contra sí misma para poder seguir adelante. Sin embargo, ya no está sola; Avery Ford se encuentra a su lado. El primer año de universidad vendrá c...