Capítulo veintinueve

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—Lizzie, ¿me perdonas? —mi cabecita rubia favorita aparece en la oscuridad de la habitación.

—Ashley, ¿qué haces aquí? —entreabro los ojos, tan solo puedo ver su silueta y es gracias a la luz del pasillo.

Miro el reloj de la mesilla, son las dos y media de la mañana. Hace dos días que discutimos y me ha estado evitando, se ha refugiado en sus cientos de libros y ha cerrado la habitación a cal y canto.

—Ven aquí —le hago sitio en la cama y doy una palmada sobre el colchón invitándole a entrar—. Por supuesto que te perdono.

Se mete en la cama de forma sigilosa y yo le doy un beso en la sien. Puedo notar su respiración agitada, ya no es tan pequeña y sabe reconocer cuando ha cometido un error. Es probable que haya estado dándole vueltas en su cabeza a lo que nos pasó, en eso se parece a mí.

—Ummm —escucho a mis espaldas.

—¿Lo he despertado? —pregunta, con voz temerosa.

—No, tranquila —acaricio con suavidad su cabeza hasta que se queda completamente dormida.

Avery

Miro a mi lado, la enana se ha colado en la cama en mitad de la noche. Me alegro de que hayan hecho las paces o, por lo menos, eso es lo que da a entender que esté aquí.

Son las siete y diez de la mañana, Liz no tardará en despertar, siempre se desvela sola a las siete y veinticinco sin necesidad de alarma. He memorizado su rutina de mañana, verla cada día levantarse en mi casa y correr a la cocina a por algo líquido que meterse al cuerpo es una constante. Me encanta despertarme antes que ella, siento que puedo verla descansar de verdad.

Agarro mi móvil, mi madre me ha llamado varias veces.

—¿Pasa algo? —descuelgo el teléfono.

Suelta un suspiro de alivio —¿dónde estás? ¿Estás bien?

—Estoy con Liz —contesto con tono seco y en voz baja, lo último que quiero es que se despierten y se preocupe aún más.

—Deberías haber avisado.

—¿Me confías una empresa y no puedo irme a dormir con mi novia sin avisar? Tengo veintiún años, tú haces cosas a mis espaldas, creo que yo también puedo.

—Iremos a comer a casa de los Shepard, tenemos que acabar de preparar la gala —dice, refiriéndose al evento anual de Navidad.

—A mí eso no me incumbe; cuando me toque amargarme por tener que estar metido en una de esas burbujas de cristal, lo haré —me refiero a las oficinas—. Por el momento, ocupaos vosotros como habéis hecho hasta ahora y dejadnos a los demás descansar.

Un incómodo silencio toma la llamada.

—Adiós, mamá.

Cuelgo, sintiéndome completamente vacío. Lo siento por haber dejado de ser tu pequeño, algún día tenía que crecer. Perdón por hacerte tener demasiadas expectativas en mí, soy igual de mentiroso que todos.

Escucho un gruñido a mi lado —buenos días—le digo, abrazándola por la espalda.

Se frota los ojos con detenimiento, se gira y me sonríe —y tan buenos— contesta, con los ojos medio abiertos y la babilla nocturna en el labio inferior—. Nos han invadido —se acurruca contra mí.

—Me alegra que ya estéis bien.

—Es pequeña —dice en un suspiro—. Aún no sabe lo que duelen algunas palabras, pero lo va aprendiendo. Ni siquiera los adultos tienen consciencia de ello en muchas ocasiones.

Nosotros [#2] (COMPLETA)✓ (Pronombres Que Terminan En Mi)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora