—Me duele la cabeza —se queja, llevándose la mano hacia su cabello rubio.
—Si no bebieras tanto, no te pasaría —le digo a Ethan, con tono de recién levantada—. Ayer parecías una destilería.
Anoche apenas dormí, en cuanto llegamos al apartamento él y Dominik le robaron una de sus preciadas botellas de vino a Avery y se montaron su propia fiesta en el salón. Aparecieron los dos a las cinco de la mañana por mi lado cantando La Macarena, mini Ford casi se me cae encima. A veces las pesadillas se quedan cortas contra los terrores que hay en el mundo real.
Me llevo el vaso de zumo a la boca —cuando vuelva tu hermano te va a matar. Había reservado esa botella para celebrar el partido si ganaban.
—Esperemos que pierdan entonces —contesta.
Ethan es tan diferente a Ford, es despreocupado, disfruta de lo que tiene y todo le da igual. Nunca lo verás sentado reflexionando sobre las consecuencias que puedan tener sus acciones, ni siquiera de las más estúpidas y, no son pocas.
—La primera vez que pasas tanto tiempo separada del troglo —eleva la ceja derecha—. ¿Cómo se siente la independencia?
—¿Cómo lo has llamado?
—Lizzie, no vivís solos. Además, las paredes son de papel —lanza una sonrisa pícara.
Sonrío —por lo menos nuestra cama no chirría y, bueno, no olvidemos que intentamos que haya una pared de por medio —aludo a la escena del trío—. Un día de estos tu hermano se va a sacar los tímpanos con el sacacorchos.
No esperaba mi respuesta, se le suben los colores a las mejillas. Está avergonzado, su vida sexual parece una exposición abierta al público.
—Lo decía en broma, nunca os he oído —susurra con la boca pequeña.
Camino hacia su lado y le doy una palmadita en la espalda —ojalá pudiera decir lo mismo.
—Cambiando de tema, ¿qué tal con las pastis?
—Solo las tomo porque he llegado a mi límite, necesito un periodo de paz en mi vida —respondo, agotada.
Tomo aire y dejo que mis pensamientos se aclaren. No llevo ni dos días tomándolas y ya noto su efecto en mi cabeza, puedo pensar con más claridad. Es como que todo se ha ralentizado, el atontamiento que tienen como efecto secundario no me permite agobiarme.
—Sabes que no soy como esos dos, no quiero controlarte, pero lo veo necesario —apoya los codos sobre la encimera e inclina su cuerpo hacia delante—. Yo tampoco quiero perderte, no me gustaría despertarme y ver esto vacío. Sabes que yo soy el más independiente, aunque esos dos te necesitan para vivir y yo también.
Sus palabras calan en mí como un jarro de agua fría, todos éramos dependientes de alguna manera. La búsqueda incansable del bienestar está en la esencia del ser humano y, algunas personas son drogas. No sé si me da más miedo que Avery se aferre demasiado a mí o que me pase a mí con él. Me enamoré de mi mejor amigo, no de un yonki del amor.
—Hoy vamos a hacer algo tú y yo —grita excesivamente entusiasmado.
No puedo evitar sonreír, mis cachetes se contraen de forma instantánea al ver su risa. Ethan, a pesar de la sombra que lleva consigo a todas partes, es un ser de luz.
—Es sábado, tenemos todo el día por delante —continúa— e iremos a comer fuera, te comprarás algo de ropa y, si te apetece, puedes comprar algo que dejar aquí. Me gusta que estés aquí... —me mira, clava sus ojos sobre los míos con intensidad. Se ve tan sincero, trasparente, es emotivo.
Nunca unos ojos miel estuvieron tan bien hechos como los de los Ford.
No puede parar de hablar —el año que viene estaremos solos, acabarán la universidad y se pondrán a trabajar. Quiero que vengas a vivir conmigo, por favor. Eva también debería —suena demasiado agitado, aunque sea él.
Y, casi lo había olvidado, el año que viene se irían. Tendré que acostumbrarme a su ausencia de nuevo, siempre me sentía vacía cuando Noah abandonaba Los Ángeles para venir aquí tras las vacaciones, pero no sabía lo llena que me sentía con él cerca. Mi hermano, a pesar de sus idas y venidas, de las drogas, de los problemas, de toda esa mierda; es mi ángel de la guarda.
***
—¡Vamos! ¡Pruébatelo! —tira de la cortina del probador con fuerza.
Miro el vestido que llevo en la mano, es demasiado para mi armario. Es rojo —adoro ese color y casi lo había olvidado—, largo, de satén con un fruncido en el pecho y una amplia abertura que dejaba mi pierna al descubierto. —Es excesivo, ¿cuándo iba a usarlo?
Su rostro refleja escepticismo, me mira de arriba abajo y muerte su labio superior superponiendo el inferior sobre este. Se lleva la lengua a la comisura de los labios y las manos a la cabeza.
Él es demasiado, el vestido se queda corto a su lado.
—Me enervas, no sabes cuánto —agarra el vestido y me lo arrebata de un tirón, me empuja hacia el interior del probador y lo coloca en el gancho para después cerrar la cortina de repente, con agresividad—. Cuando salgas, quiero que estés enfundada en satén rojo o me iré.
Me miro al espejo, llevo uno de los chándales de Avery que me queda gigante, parezco un saco. Estoy embutida en algodón y poliéster, tan solo resaltan en mí las letras de la enorme sudadera blanca que he tomado prestada de su armario...Hace un mes y medio.
Mi antigua yo jamás se habría permitido salir de casa con tremendas pintas de descuido, siempre tenía que ir perfecta y en la vida habría negado probarse un vestido tan despampanante como el que tengo al frente. Extraño a esa Elizabeth, era confiada y sabía lo que valía; ahora necesito que me lo recuerden constantemente para poder valorarme. Es triste.
Observo con mirada dubitativa el trozo de tela, no sé por qué extraña razón me da miedo ponérmelo.
Es solo un vestido.
Exacto, un trozo de tela que me enfunda y deja ver extensos centímetros de mi piel. Me siento expuesta solo de pensar en llevarlo sobre la piel, y quizá suene a bobada de niña pequeña, aunque para mí resulta un mundo el hecho de volver a sentirme observada. Esos ojos helados, vacíos como el alma que se han llevado de mi pecho, siguen sobre mi persona. Quizá y tan solo quizá nunca vuelva a ser la misma, pero quiero intentarlo.
Me desvisto y coloco con cuidado la ropa que llevaba sobre el banquito que tengo detrás. Me giro, es más fácil ocultarse cuando no nos vemos al espejo y nos mantenemos de espaldas, los problemas se afrontan de frente. Yo no quería hacerles frente todavía. Meto las piernas y me embuto en él, tiro de la cremallera lateral y, por fin consigo hacerme frente.
Estás preciosa —pienso.
Sonrío, una de esas risas fantasiosas que dejan buen sabor de boca y muestran confianza aparece sobre mí y se apodera de mis problemas. Sentir paz es tenerse confianza.
Salgo con mi mejor complemento, esos labios bien estirados hacia las comisuras —bueno... —giro sobre mis pies y coloco mis manos sobre la cintura—. ¿Qué opinas?
—Si no estuvieses con mi hermano te pediría salir —muestra una sonrisa pícara. —Estás... Impresionante. Y, no es por el vestido —se lleva las manos a la cara y dibuja una sonrisa sobre su piel con ellas—. Echaba de menos verte así.
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Nosotros [#2] (COMPLETA)✓ (Pronombres Que Terminan En Mi)
RomanceNo ha sido fácil para Elizabeth llegar hasta donde está. El verano ha sido duro y ha tenido que luchar contra sí misma para poder seguir adelante. Sin embargo, ya no está sola; Avery Ford se encuentra a su lado. El primer año de universidad vendrá c...