Capítulo treinta y dos

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Bueno, la razón por la que he estado actualizando tanto estos días es que me hacía ilusión subir el capítulo del cumpleaños de Lizzie el mismo día que el mío, jeje. Así que, hoy comparto cumpleaños con la mismísima Elizabeth Shepard...

Bueno, beneficios de ser escritora aquí...

¡Qué lo disfruteis!

***

—Felices dieciocho, E.T. —tengo la cara de Noah a diez centímetros de mi cara en estos momentos.

Me despierta su apestoso aliento mañanero y una cara con ojeras que cubren prácticamente toda la piel. Miro a mi alrededor y tengo a toda mi familia en la puerta. Mi madre lleva una tarta en la mano con forma de dieciocho y mi padre un ramo de rosas, la pequeña de la casa tiene una caja en la mano y Noah, bueno, digamos que damos gracias de que se haya levantado.

—Retrasada hasta para nacer.

Así es, nací el último día del año a las doce menos cuarto de la noche. Las nocheviejas aquí son la experiencia interesante, hay demasiado que celebrar bajo este techo. Para quien tiene algo que celebrar, claro está.

—Noah, ¿no puedes ser simpático ni el día de su cumpleaños? —lo regaña mi padre, que se acerca a darme un abrazo y el resto no tarda en unirse.

—Vamos a poner la mesa —mi madre se despide y se lleva a todos menos a mi hermano.

La cara de preocupación de Noah me recuerda a cuando les daba pena, sé de lo que va a hablarme.

Se sienta en mi cama —¿no sabes nada de él?

—Que volvió a Boston, pero lo sé por su hermano —digo con frialdad.

Tuerce los labios —¿tampoco te ha contestado a los mensajes?

—No sé por qué ha huido —cierro los ojos y me tumbo de lado—. Me comporté como si estuviera enfadada, que lo estaba, pero no tanto como para esto.

—La culpa es suya, debió contártelo —entrelaza sus dedos.

Efectivamente, la culpa es totalmente suya por no contármelo. Yo solo estaba esperando a que lo hiciera y, aun así, no entiendo lo que está haciendo. Llevo seis días sin saber nada de él, aquella noche llegó a mi casa y debió de recoger sus cosas mientras dormíamos. Por la mañana ya no estaba.

—Sí —suspiro.

—¿Nos escapamos un rato luego a la playa? —sugiere con una sonrisa forzada—. No sé qué hacer para que esto no sea una mierda, no puedo convertirme en Avery —mira hacia abajo.

—Puede que haya dependido mucho de él, iba a dejarme de todas formas.

Sueno como si por mi cabeza no hubiera miles de miedos revoloteando, puede que no los haya más. Cuando dejas de luchar contra lo que te mata, deja de intentarlo. El juego de la resistencia es para quien sabe cuándo ha llegado a su límite, no para el que la rompe.

—No iba a hacerlo, no debí decírtelo. Soy un jodido bocazas.

Pongo mi mano sobre la suya —deja de machacarte, esta vez el error ha sido suyo.

—Es tu cumpleaños, debería estar aquí.

—Pero no lo está y yo no puedo obligarlo a que venga —digo.

Desde que dejé de saber de él es como si una parte de mí se hubiera marchado, la emocional. Nada me alegra, nada me entristece. Estoy en un punto muerto de confusión en el que no soy capaz de procesar lo que pasa a mi alrededor. Solo estoy.

Si la perfección existiera él estaría a mi lado toda la vida, esto es solo una muestra de que debo dejar de perseguir algo inalcanzable.

—Estoy bien, Noah, lo estoy.

—Si no hubiera escuchado esas palabras salir de tu boca sin sentido tantas veces como lo he hecho, te creería —se levanta y tira de mi brazo para que yo también lo haga—. Vamos abajo, estarán esperando.

—Voy al baño primero —salgo de la cama con decisión—. Aún no he conseguido entrar ahí —señalo la puerta que lleva al baño de mi habitación—. Suelo ir al del pasillo.

Una muestra de tensión aparece en sus puños, los aprieta y enseguida sus venas se muestran inflamadas a través de la piel. Creo que lo que hice no será algo que vaya a superar, nadie lo hará.

—No lo hagas, no tienes que revivir eso. Ni yo tampoco —esquiva mis ojos.

Ahora veo que lo peor de morir siempre va destinado a los que siguen viviendo. Por ese entonces, mi interior se había marchitado a pesar de tenerlo todo en vida. Para ellos yo era parte de su todo y me quería ir sin tenerlo en cuenta.

Morir es el acto más liberador para uno mismo, pero a la vez es la cárcel de los que se quedan.

—Voy a traer a ese idiota, aunque tenga que ir a por él a Boston —proclama.

Niego —no vas a hacerlo.

—Ni tu vas a pasar una mierda de cumpleaños porque él sea un egoísta y un cobarde —habla desde el odio.

Esto es lo que más temía, que él y su mejor amigo acabasen peleados por mí. Era algo que ya preveía, se veía venir a kilómetros y no hacía falta vista de lince para darse cuenta de ello. Si aún así he continuado con lo nuestro es por puro egoísmo.

"Cuando amas, lo haces incondicionalmente. Cuando odias, llevas miles de razones detrás.

Esa es la fina línea que separa al amante del enemigo, verlo así suena hasta poético. Tiene una dulce melodía hasta que te pasa, hasta que tu amor se transforma de un día para otro en tu odio.

Tristemente, querer sale caro, y las personas no se compran."

Bajamos por fin con el resto, la primera persona en la que no puedo evitar fijarme es en mi tía. Corro a sus brazos y ella me corresponde con un buen apretón de los que reconfortan, de los que vienen desde el cariño.

Miro sus ojos, son igual a los míos. Son fríos, determinantes, impasibles... Son deslumbrantes y capaces de asesinar al lince si se fija demasiado en ellos. No son transparentes, son duros y opacos como piedras. Son dos bolas de células que guardan demasiado dolor y, contra los golpes se necesita un escudo. Hay que ser implacable para no ser dañado.

Desayunamos en tiempo record, parece que tienen más sorpresas preparadas para hoy. Ninguna vendrá en una caja de metro noventa, ni tendrá esos brazos que tanto me reconfortan. Creo que no voy a ser capaz de valorar nada de lo que me hagan hoy, aunque lo intente.

Esto es lo que más me aterraba de la idea de salir con Avery, volverme una yonkie de sus brazos y sus palabras. No quiero ser dependiente de nadie y menos de un hombre, eso sería rebajarse a sentir como los demás lo hacen. No hay que compartir los sentimientos de nadie.

—Vamos a ir a Nueva York, queremos que veas Times Square cuando entre el año nuevo —mi tía me recoge el pelo hacia un lado.

—Sinceramente, quiero quedarme en casa. Estoy cansada y no creo que aguante hasta las doce

—Elizabeth Taylor Shepard-Sanz, irás y no hay más que hablar —cierra la agenda que en la que había estado escribiendo durante el desayuno de golpe—. No vas a quedarte en casa el día de tu cumpleaños.

—¿Podéis dejarme hacer lo que quiera por una vez? ¡Es mi cumpleaños! ¡Dejadme decidir, maldita sea!

Salgo corriendo y me encierro en mi habitación. Tras cerrar la puerta me apoyo sobre ella y me dejo caer al suelo, estaba tardando demasiado en derrumbarme. El día de mi cumpleaños siembre había estado lleno de sorpresas y tenía al lado a mi gente, a las personas que quería.

—No quiero hablar —digo en voz baja tras escuchar a alguien detrás de la madera.

—¿Ni conmigo?

Maldito seas Ford, a ti no puedo decirte que no.

Nosotros [#2] (COMPLETA)✓ (Pronombres Que Terminan En Mi)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora