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El día estaba particularmente nublado, cosa que combinaba mucho con los ánimos apagados de cierto visitante del parque. Sentado en una banca un poco alejada del camino principal, se hallaba él; inclinado con los codos sobre sus rodillas y la frente apoyada en sus nudillos, ocultando con su flequillo su rostro. Su apariencia era la imagen de la desolación misma. La escena que todo buen fotógrafo busca capturar para la eternidad y seguramente sería merecedora de un premio.

No podía dejar de pensar, de rememorar esa noche una y otra vez con sus ojos fijos en el suelo. Era sencillamente imposible para su cerebro procesarlo correctamente, y todo a su alrededor era como un sueño.

Las risas de los niños jugando al fondo se sentían difusas; la gente caminando y hablando, aunque pasasen en frente de él, se veían tan lejanas. La idea de que era padre aún no entraba por completo en su cabeza. Pero parece que hacer que todo fuera posible en esta vida fue un reto que el universo tomó como algo personal.

Incluso llegó a teorizar que todo lo que había ocurrido esa noche no era más que una simple creación de su mente, que estaba tan agotado por sus últimos trabajos que tuvo alguna clase de sueño/pesadilla/alucinación/fantasía y no se había dado cuenta. Porque la imagen de Near que seguía rondando su cabeza era tan irrealmente bonita que no podía creerlo; tenía miedo de creer que fuera cierto. No había una sola cosa de esa situación que fuera normal.

—Me alegra que si vinieras. —su corazón dio un vuelco, pues una voz calmada y suave había llegado a acariciar sus tímpanos. Su rostro se quedó clavado en el piso, sintiéndose ridículo al reconocer que estaba asustado de levantar la vista. ¿Por qué? Porque en el momento que lo hiciera, sabía que la realidad lo golpearía como un tren a máxima velocidad.

Haciendo un esfuerzo sobrehumano que por suerte Near no notó, levantó su cara y dejó caer sus manos entre sus piernas, con los ojos cerrados durante unos segundos al suspirar, antes de dejar ver esos hermosos zafiros enmarcados en un rostro algo desfigurado, y posarlos sobre la pequeña figura que lo miraba con curiosidad.

Al inicio su cara lucia indiferente, pero esa emoción no le duró mucho cuando un par de diminutos zafiros le devolvieron la mirada. En ese instante, sintió como si su corazón ahora estuviera siendo apretado en la mano de alguien más, provocando que abriera los ojos a lo máximo que sus párpados permitían y sus labios se separaran ligeramente.

Ese bebé, su bebé, su hijo… era como una pequeña combinación de ambos. Su cabecita era cubierta por un gorro de lana que no ocultaba del todo unos pequeños mechones blancos que se escaparon de este, dejando en claro junto con su pálida piel, que había heredado el albinismo de Nate. Por el otro lado, sus ojos azules eran una clara herencia suya, y su propia carita, aunque regordeta, podía notar que era una copia en miniatura, y mil veces más adorable, de la suya.

Era su hijo, de él y de Near. Todo en el lo demostraba. Nunca en toda su vida le habían agradado los bebés, los consideraba nada más que máquinas para llorar y defecar, arrugadas y gordinflonas, pero en ese momento, podría jurar que ese pequeño frijolito albino era la cosa mas bonita que había visto en toda su vida.

El frío que había estado sintiendo en su cuerpo toda la mañana se había ido, reemplazado por una calidez que casi quemaba su corazón, que después de años de haber pertenecido a la mafia, en un par de segundos, se había hecho mucho más suave y tierno.

—No creí que llegaría el día que te vería así. —Near sonrió con cierta ternura y comprensión, inclinándose un poco y extendiendo su mano a una de sus mejillas, limpiando distraídamente una de las muchas lágrimas que no paraban de derramarse por su rostro paralizado por el shock, que estaba tan absorto en la vista del niño, que ni siquiera se había dado cuenta de la cercanía y confianza que tenía el detective con él, o de los ríos en los que se habían convertido sus mejillas.

En ese momento, la única cosa que inundaba su cabeza, era la imagen del pequeño en frente suyo, quien parecía mirarlo inexpresivo.

—Yo… n-no puedo creer que es-esto esté pasando… —fue lo único que logró articular correctamente, y Mello se reprendió internamente por lo temblorosa que sonaba su voz; pero no solo su voz temblaba, más pronto que tarde se percató de que todo su cuerpo estaba hecho un manojo de nervios, y que estaba llorando a mares.

Mientras el albino se sentó a su lado, colocando a Law sobre su regazo, miraba sorprendido las reacciones del mayor. Este intentó limpiar su rostro con sus manos enguantadas, pero era inútil, las lágrimas seguían saliendo, y la situación no hizo sino empeorar con los quejidos y sollozos que empezaron a salir. Da igual cuanto se mordiera los labios para reprimirlos, no podía evitarlo.

Nate no pudo evitar que sus ojos destellaran al amenazar con llenarse de lágrimas también, aún con una sonrisa dulce en sus labios. Solo podía imaginar las emociones y pensamientos que podría tener su antiguo compañero de orfanato. Descubrir que vas a ser padre es una cosa que puede acarrear infinidad de emociones, desde el más puro de los miedos a la más infinita de las alegrías, todo al mismo tiempo; así que, el averiguar que ya eras padre, y no saberlo, debía ser una experiencia aún más extraña y atemorizante.

Ambos se quedaron callados en su sitios, y no se puede mentir, atraían mucho las miradas por la escena tan confusa que estaban armando en la calle, pero ninguno de los dos le prestaba atención a eso; estaban sumergidos en su propio mundo. Hasta Lawliet estaba concentrado en morder su peluche de oveja, en vez de la situación tan incómoda en la cual estaban metidos sus padres.

Mihael respiró hondo, intentando calmarse, cuando sintió una pequeña mano acariciando su espalda en son de apoyo. Aún con las lágrimas recorriendo su rostro, y teniendo este sumergido entre sus manos, dejo escapar una risa desganada que llamó la atención del albino.

—Soy un d-desastre, ¿ve- verdad? —seguía sin poder evitar que su voz temblase. Near no pudo evitar ver cómo sus hombros se alzaban cada vez que hipaba, un detalle que le hacía doler el pecho.

—No te culpes tanto. Han sido unos días extraños. —Near acarició su espalda suavemente, sintiendo como Law empezaba a jugar con la mano con la cual lo sostenía.

—Asi que… ¿lo nombraste Lawliet por mi, eh? —Near dejó escapar una risa ante la pregunta, pero no era de burla ni nada semejante. Estaba feliz, quizá algo melancólico, pero feliz.

—Si. Lo decidí a último momento. —habló con calma, recordando esas horas de intriga ante la llegada de su pequeño.

También recordaba lo calmado que estaba, normalmente los partos suelen ser muy agitados ¿no? Bueno, tampoco es que pueda llamarse a si mismo alguien normal.

—¿Y que estuviste haciendo todo este tiempo mientras me encargaba de nuestro hijo? —y ahí estaba la pregunta del millón de dólares.

—¿Te burlarás si te lo digo? —dejo entrever una sonrisa torcida.

—Solo si es necesario. Tu te burlaste cuando dije que Law era tu hijo —se sinceró, abrazando a la bolita abrigada de color púrpura y azul pastel sobre su regazo.

—¿Cómo es que tuvimos un hijo…? —se cuestionó el rubio en voz baja, recordando lo insoportable que podía llegar a ser el albino. Suspiró cansado, sacudiendo su cabeza y palmeándose las mejillas en un intento por quitarse su estado aletargado de encima—. Estuve ocupado borrando mi huella del mundo de la mafia.

—Oh —Near pareció interesado— ¿y eso a que se debió?

—Solo me uní a la mafia para atrapar a Kira. Estando este ya muerto, ¿para que querría seguir dentro? —explicó, como si se tratase de algo obvio, rascando su cara; le dirigió un vistazo rápido al pequeño bebé, quien estaba muy entretenido con los bolsillos del grueso y acolchado suéter del menor, ignorando todo lo demás.

—¿Cómo supiste que Kira murió? —Near frunció el ceño, el mundo ni siquiera sabía que Kira había sido descubierto. Pero al momento de soltar esa pregunta, se dio cuenta del error.

—No lo sabía. Acabas de confirmármelo —Mello río estruendosamente cuando el rostro del chico se transformó en una mueca de disgusto. Nunca lo habían burlado tan feo.

—Bueno, me atrapaste. —refunfuñó, inconforme con lo que acababa de decir; solo vio como el rubio empezaba a calmar poco a poco sus carcajadas—. Aún eres algo infantil.

—El burro hablando de orejas —comentó divertido, aún con la risa escapándosele por momentos—. No me puedes decir nada. Aún tienes tus tontos robots tirados por tu casa.

—Oye, he hecho un buen trabajo con nuestro hijo. —«Aun se siente extraño decir “nuestro hijo” en voz alta» pensó distraídamente, acomodando a Lawliet para que ahora quedara contra su pecho.

—Oye… —Mello tragó saliva, dudoso, y con los ojos indecisos de si ver al cielo, a la tierra o al detective. Incluso había un pequeño sonrojo en sus mejillas—. ¿Puedo… solo por un momento… cargar a Lawliet?

Near parpadeo un par de veces, inexpresivo.

—¿Sabes cómo cargar bebés?

—¿No me vas a enseñar?

Gris y azul chocaron, como si estuvieran teniendo alguna clase de discusión solo con sus miradas. Discusión que fue interrumpida cuando Near apartó la vista por tener una manita enguantada golpeando su rostro.

Miró a Lawliet, quien parecía estarse quejando de que estaba aburrido a sus solo 3 meses de edad. Near soltó una pequeña sonrisa calma, y volvió a mirar al rubio, quien pareció muy interesado en las interacciones que tenía el albino con el bebé.

—Esta bien. —aceptó por fin, y Mello asintió contento.

Con cuidado, Near sujetó los costados del pequeño fríjol que tenía por hijo, levantándolo y acercándolo con cuidado a su otro padre.

Lawliet observó con sus grandes ojos azules los ojos azules del mayor, quien extendió sus manos para tomarlo. Pero antes de que eso pasara, Law soltó un sollozo de miedo, girando su rostro hacia otro lado y retrayendo sus manos hacia su pecho.

Dicha reacción asustó a ambos adultos, y Near regreso a Lawliet hacia la seguridad de su pecho, en donde este pareció calmarse un poco. Dio palmaditas en su espalda para que se tranquilizara, confundido por esa reacción.

—Que raro. Lawliet jamás ha sido temeroso de los extraños —pensó en voz alta, recordando como su bebé nunca se había puesto nervioso, ni siquiera en sus consultas con el pediatra, así que esa conducta era nueva.

—¿Entonces? ¿Que pasa? —preguntó el rubio nervioso, mirando como el semblante del niño se relajaba cuando estaba con Near. Hubiera empezado a llorar de no ser porque este logró consolarlo a tiempo.

Near, como si fuera una clase de experimento, se deslizó sobre la banca hasta quedar con su pierna pegada a la del tipo con atuendos oscuros, quien se sonrojó ligeramente con esa cercanía tan repentina. Pero eso desapareció cuando Lawliet levantó la vista, vio a Mihael y volvió a hacer el mismo gesto aterrorizado de antes.

—Te tiene miedo. Definitivamente te tiene miedo. —Nate se alejó del mayor, ahora con mucha más distancia que antes entre ellos, volviendo a consolar a su pequeño; meciendo lo suavemente para que se calmara más rápido.

Mello por otro lado, tenía ganas de ponerse a llorar de nuevo.

Su propio hijo le tenía miedo. Que fracaso de padre.

—Ya, ya, la cicatriz es bastante impactante, lo sé. —Near le hablaba con bastante suavidad, pero eso por desgracia no lograba quitarle el rostro de incomodidad al pequeño.

Mello no creyó que se calmara pronto, los bebés no tienen la fama de ser pacientes y tranquilos. Para su total sorpresa, solo bastó con que Near lo alzara e imprimiera un beso sobre su mejilla para que el niño cambiara su cara por una de sorpresa, antes de sonreír, y aprovechando la cercanía, golpeó su rostro como de costumbre.

—Eres un niño enérgico. Te pareces a tu padre —comentó divertido, volviendo a arrullar al pequeño contra su pecho—. E igual de violento.

—Yo no soy así. —refunfuñó el rubio.

—¿Quién sabe? A lo mejor te tiene miedo porque te reconoce de la noche que me empujaste.

—¡Me atacaste con un atizador!

—¡Entraste en mi casa de noche! ¡Y además en la habitación de mi hijo! ¡¿Cómo habrías reaccionado tu?! —ahí Mello no tuvo más opción que aceptar lo obvio. Habría reaccionado similar al albino de estar en la misma situación, pero con una única diferencia.

—Pero, tu me conoces.

—Y como te conozco, se que eres capaz de muchas cosas. —afirmó el detective sin una pizca de duda—. Bueno, no creo que seas capaz de dañar niños. Pero para hacerme sufrir no me sorprendería que lo apartaras de mi lado.

—Bueno. Ahí tienes un punto. —Mello bufó, notándose descubierto. Sin importar el tiempo, Near lo conocía bien.

El par se quedó en silencio de nueva cuenta, Mello mirando como Near jugaba libremente con las regordetas mejillas del mini albino. Sin percatarse ninguno de las miradas totalmente extrañas, confundidas y hasta preocupadas que les dirigían las personas que casualmente escuchaban una parte de su conversación.

—Ahora que lo pienso. ¿No es un poco pequeño? Parece más un recién nacido que un bebé que ya va para 4 meses. —cuestionó, sintiéndose impotente al no poder hacer lo mismo que el menor.

—Si, supongo. Yo también le pregunté al pediatra, pero como está completamente sano, dijo que no había porque preocuparse. —palmeó la espalda de Lawliet, antes de dirigir sus dilatados ojos grises hacia los del ex-mafioso—. Ya estás empezando a hacer preguntas de padres.

Mello apretó los labios y miró al frente, intentando que el sonrojo que amenazaba con adornar sus mejillas no apareciera.

—Siempre me quedo solo en casa después de las 6 de la tarde, y Lawliet duerme a las 8 de la noche, aunque a veces se despierta entre las 12 y 4 de la mañana para comer —explicó su rutina a grandes rasgos, captando la atención de Mihael—. Puedes venir en esas horas cuando quieras. Pero avisa antes, mis compañeros a veces se quedan en mi casa. Ah, algún día tengo que presentártelos.

—¿Ustedes son muy unidos? —preguntó confundido por ese último comentario casual.

—Si. —respondió al instante, sin dudarlo—. Más que mi equipo, son como mi familia.

Mello frunció el ceño, algo inconforme. Genial, ahora no solo tenía que ganarse a su propio hijo, sino también a las personas que habían estado más en su vida que él mismo.

—Esto… no va a ser fácil, ¿cierto?

—Lo dudo. La paternidad nunca es fácil —Near sonrió, pegando su mejilla a la mejilla regordeta del pequeño bebé, quien solo tenía un rostro confundido.

Fue una imagen verdaderamente hermosa a ojos del rubio, quien no pudo evitar sonreír ante esto. Iba a ser un camino difícil, pero en definitiva, también iba a valer la pena.

***

—Near, ¿ha pasado algo? —Lester se volteó a mirar al albino, quien estaba bien tranquilo mirando la tele en la sala mientras él le estaba dando biberón a Law y lo arrullaba.

—¿Por qué preguntas? —ni siquiera se volteó a mirarlo, pero sus ojos se achicaron ligeramente. Se estaba haciendo el desinteresado, pero en realidad los nervios se lo estaban comiendo por dentro. Lester no haría esa pregunta sin ninguna razón.

El hombre robusto se quedó en silencio, con sus penetrantes ojos azules clavados en la nuca del albino, y él lo sabía. El ambiente estaba demasiado tenso, pero ninguno dijo nada.

Al final Lester apartó su mirada de él, posándola en una de las esquinas de la cocina, en donde estaba oculto muy escuetamente el atizador que su jefe había encontrado hacia un tiempo. Atizador que hace unos días había encontrado tirado en cuarto de Lawliet, junto con restos de vidrios rotos que encontró por casualidad en el pasillo.

Si bien, esas cosas por si solas ya eran alarmantes, más alarmante fue aún que en ningún momento el albino hiciese mención alguna de ello. Y lo más raro, era que tampoco mencionase como fue que se hizo ese moretón en su pecho, tomando en cuenta lo quejumbroso que suele ser Near. Ni siquiera se habría dado cuenta de que estaba allí hasta que este tuvo que alimentar a Law.

Y por último, ¿de quien eran las huellas de moto en la nieve que encontraba de vez en cuando?

Solo era un misterio tras otro.

After All  [MelloxNear]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora