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—Disculpe, ¿tienen microondas aquí? ¿Puedes calentar esto? —pidió amablemente Near a la mesera de la cafetería, mostrándole uno de los biberones llenos con los que suele salir. La joven rodó los ojos, abriendo la boca seguramente para decir algo relacionado a que no estaba permitido, pero el billete de 100 dólares que el albino le extendió le hizo detenerse—. Te pagaré extra por el favor. Lamento las molestias.

—¿Qué tienes planeado hacer? —cuestionó Mello, mirando como la chica lo pensaba un momento antes de tomar el dinero y el biberón, desapareciendo detrás de la barra después de tomar su orden.

—¿No es obvio? Vamos a intentar que le agrades a Lawliet. —sonrió suavemente, apoyando su cara en sus manos, gesto que hizo que el rubio tragara saliva incómodo. Tenía buenas intenciones, solo que Near no sabe inspirar confianza en lo más mínimo.

Su orden llegó a su mesa en poco tiempo: un late para el albino y moca para el rubio, el último acompañado de una tarta de chocolate, como debía ser. Lawliet miraba todo con curiosidad desde su sillita (proporcionada por el establecimiento), con un chupón en la boca. Pero, a pesar de estar justo al lado de Near, seguía notándose incómodo ante la presencia de Mello.

—¿Por qué no intentas cubrir ese lado de tu cara? —pidió el detective sin una sola pizca de tacto, señalando la escalofriante cicatriz de quemadura que adornaba ese rostro antes tan perfecto.

Aunque Near debía admitir que en el fondo le gustaba como le sentaba; pero él era una cosa, y Lawliet otra. Mihael bufó, demostrando su fastidio, pero en silencio peinó su cabello escuetamente con las manos, logrando cubrir la mitad de su cara.

—¿Y ahora que? —preguntó, aprovechando de llenarse la boca de tarta.

—Quita esa expresión de amargado. Nunca te querrá así. —Near logró notar por el rabillo del ojo como la misma mesera de antes traía el biberón.

—Si logra quererte a ti con tu cara de culo. —dio un sorbo a su bebida, sintiendo el calor reconfortante llenar su cuerpo.

—Ese lenguaje —lo volvió a regañar mientras recibía el envase. Quito la tapa, se echó la manga del suéter hacia atrás y dejó caer unas gotas, verificando si estaba bien de temperatura.

—Por qué no lo alimentas a la antigua, ¿eh? —Mello río, mirando como las mejillas del albino se teñían levemente de rosa, pero su expresión neutral no dio ningún cambio.

—No me molesta hacerlo en público, pero solo lo hago si no traigo biberones. —al notar que estaba a la temperatura adecuada, Near se paró de su asiento, para desconcierto del ex mafioso—. Cambiemos de lugar, tu eres quien tiene que estar más cerca de Lawliet.

—E-espera, creo que es algo pronto para eso… —levantó las manos en señal de alto, dejando de lado su aptitud relajada, pasando a una bastante nerviosa. Near lo ignoró, parándose al lado suyo, instándolo con la mirada a que se moviera.

Aún con las dudas, Mello se levantó, y en menos de un parpadeo el albino se robó su lugar. Mientras que él se acercaba a paso lento a la silla del contrario, junto al asiento de Law. Este parecia muy entretenido mordiendo un pequeño Amigurumi de un personaje de alguna caricatura como para reparar en la presencia que se le acercaba.

Mello se sentó, haciendo algo de ruido, llamando por fin la atención del nene. Se sintió inmediatamente intimidado por esa pequeña mirada azulada, quien al notar que quien estaba sentado a su lado no era Near, se quedó paralizado, contemplándolo al rubio.

Mihael era un ex mafioso, había cometido muchos crímenes, entre ellos secuestro, tráfico de armas, drogas, homicidio. Con todo eso, había logrado hacerse respetar en el mundo de la mafia desde muy joven; es alguien que incluso ha logrado espantar a un Dios de la muerte…

Y aún así, ahí estaba, sintiéndose pequeño ante la mirada de un bebé que ni gatear sabía.

—El biberón se va a enfriar. —el detective lo sacó de su ensoñación, haciendo notar el toque divertido en su voz. Al ver que su bebé no reaccionaba, a lo mejor confundido, Near recordó de lo que iba el plan.

—¡Lo se! Solo… dame un segundo…

Mello se sintió ridículo en cuanto notó que su mano estaba temblando. Inhaló y exhaló profundo, cerró sus ojos para tranquilizarse y peinó su cabello mejor con sus manos para asegurarse. Bien, Lawliet hasta el momento no había llorado, así que todo indicaba que era su cicatriz lo que tanto lo atemorizaba.

Volvió a posar su vista en esa cara regordeta, envuelta en ropa abrigada que no evitaba que sus mejillas estuviesen rojas como cerecitas. Suavizó su mirada, sintiendo ternura ante la vista.

Agarró valor y finalmente, acercó la mamila a la boca de Law, quien en un principio, por la confusión, la termino aceptando casi al instante. Cuando se percató de que estaba siendo alimentado, agitó sus brazos contento, apartando su mirada del rubio al fin para mirar al techo del local.

—Le estas dando de comer, no pegándole un sticker. Deja de empujar tanto el biberón —le indicó el albino en cuanto notó como Law echaba mucho su cabeza hacia atrás por culpa del padre inexperto .

—Es que es algo incómodo. —Near arqueó una ceja. Se le había prendido el foco.

—Entonces cárgalo.

—¿Qué?

—Que lo cargues —repitió, dando un sorbo al café que se suponía era del rubio, ya habiendo terminado el suyo propio—. Querías hacerlo antes, ¿no es así?

Mello se quedó callado, volviendo a mirar al pequeño. De nuevo recordó como había llorado antes cuando se le acercaba y el corazón se le estrujó. No deseaba hacer llorar de miedo a su hijo de nuevo.

—No creo que sea lo adecuado.

—Igual no quedaría tiempo. Casi termina. —Near señaló el interior del biberón, el cual, para sorpresa el ojizarco, solo le faltaban unas gotas para ser vaciado. Gotas que fueron tragadas en un segundo.

—Si que come. —sacó el biberón de la boca del pequeño, corroborando que en efecto, estaba totalmente vacío.

—Pero aún así lo tienes que cargar. —Mello miró al albino con cierto fastidio. No lo dejaría librarse de eso ¿verdad?—. Tienes que sacarle los gases.

A sabiendas de que no ganaría esta contienda, solo hizo lo que le indicaban. Tomó un pañito que Near cargaba consigo en una pañalera, se quitó el saco de cuero que llevaba (mala elección de ropa para ir a ver a tu hijo), colocó la suave tela en su hombro y finalmente, extendió sus manos hacia el bebé.

Sus manos temblaban horriblemente, y cuando estás rodearon el pequeño cuerpecito, Mello sintió como si estuviera por romperlo con su agarre en cualquier momento, aunque ni siquiera estuviera aplicando fuerza alguna. La sonrisa de Law a causa de las muñequeras negras de Mello le hizo volver a sentirse tonto por décima vez en el día.

Levantó a Lawliet de su sillita y lo apoyó contra su hombro, dándole suaves palmadas en la espalda. Solo era un bebé, su bebé. Era extraño, pero justo ahora, Mello no entendía su nerviosismo.

El niño finalmente expulsó los gases, haciéndolo sentir más calmado.

—Tienes miedo, ¿cierto? —Near no lo estaba mirando, estaba mirando el líquido restante en la taza que no le pertenecía, absorto en sus pensamientos.

—Por supuesto que no. —Mihael frunció el ceño, algo ofendido.

—Porque yo si lo tuve. —sus ojos subieron hasta chocar contra los zafiros que Mello tiene por ojos, como dos balas de plata que atravesaron el centro de su corazón y más encima, de su alma, provocando que tuviera un escalofrío en la parte posterior del cuello.

Acomodó al pequeño contra su pecho en un acto instintivo, quien decidió entretenerse con la camiseta negra del rubio. Sus ojos no se apartaron de los contrarios ni un segundo. Pero no eran miradas fieras, nada que ver. Eran miradas imperturbables.

—Tuve miedo durante todo mi embarazo, e incluso ahora, sigo sintiendo un miedo terrible —para alivio del ex mafioso, Near volvía a bajar la vista, ahora dándole unas mordidas a lo que quedaba de la tarta de chocolate, dejándolos en silencio por unos segundos, solo con los sonidos de las demás conversaciones al fondo—. Se lo que es…

—Realmente dudo que lo sepas desde mi perspectiva. —el comentario le había salido con mucha más hostilidad de la que le hubiese gustado, pero no pudo controlarlo.

—Entonces si tienes miedo —afirmó sin siquiera dudarlo, y el contrario se quedó callado al notarse acorralado por sus propias contradicciones—. Tienes razón, realmente no sé si lo entiendo. No soy el ser mas sentimental o empático después de todo, pero… —Near empezó a jugar con un mechón de su cabello, mirando afuera de la ventana del local—. Aún así, también soy huérfano. —le recordó— Cuando estaba embarazado, siempre me la pasaba preguntándome, ¿cómo puedo criar a un niño? ¿Qué clase de vida le daría? ¿Será feliz a mi lado? —su mano apretó el tenedor con fuerza, hasta poner rojas la punta de sus dedos—. ¿Realmente quiero un hijo… o… — de repente, su vista volvió a posarse sobre la de Mihael, solo que con una diferencia. Sus ojos estaban algo rojos, amenazando con la posibilidad de ponerse a llorar—… tan solo se trata de mi deseo egoísta de tener mi propia familia?

Mello sintió como si su garganta se hubiera cerrado con esa última pregunta, acompañada de la mirada desolada del albino, quien siguió observando su rostro un largo rato antes de bajar la vista hacia el pequeño en sus brazos.

—Con las primeras, Lester dijo que el que me preguntara esas cosas es lo que afirmaba que sería un gran padre, porque significa que me preocupo por mi hijo —dejó de jugar con su mechón de cabello, tocando su propia mejilla—. Ya la segunda, es algo que aún tengo que resolver.

—Hmm —fue la única cosa que Mello pudo decir, y eso Near lo agradeció con creces. No quería saber que pensaba.

Quien sabe porque se había sincerado tan de golpe con el rubio, pero tenía eso atorado en su conciencia desde hace rato y una vez empezó a hablar no pudo encontrar el botón de pausa.

Por mientras, Mello se había quedado en una impresión silenciosa, meciendo a su hijo entre sus brazos lentamente. Su cuerpecito irradiaba una calidez nada comparable a lo frío que estaba su cuerpo. Las palabras del albino, pese a la oscuridad en ellas, le hacían sentir un poco mejor consigo mismo. Si él aún siendo un padre dedicado y devoto tenía esos pensamientos, ¿Qué oportunidad tenía Mihael?

No coincidía del todo con las inseguridades del albino, pero había algo en común: el miedo de no ser suficientes. Near por su vida y carencias socioemocionales básicas, y él… él no podía evitar recordar su pasado en la mafia.

No era para menos, si la razón por la cual durante casi un año completo no supo que tenía un hijo fue precisamente por estar lidiando con los restos de la mafia. Ya hacía cosas imperdonables con tal de lograr sus objetivos, llegando incluso a acabar con vidas en el camino solo por lograrlo. Todo con sus propias manos, manos manchadas que ahora mismo cargaban a un pequeño ser inocente de todos los males que alguna vez causó.

Agradecía tener puestos guantes, porque no creía ser capaz de tocarlo ahora mismo sino fuera el caso.

El silencio reino en la mesa durante un largo rato, con ambos bien metidos en sus pensamientos. Tan misteriosos y tan simples al mismo tiempo.

Por mientras, Lawliet mordisqueaba sus manitas enguantadas, ajeno a los dilemas morales de los que hablaban sus padres. Solo sabía una cosa, y es que un solo biberón no lo iba a llenar. Seguía teniendo hambre, y sus manos fueron el único sustituto cercano que encontró. Como es natural que sus ojos no pueden estarse en un solo sitio, alzó su vista azulada al rostro del rubio, quien seguía distraído en sus pensamientos.

Nadie sabe cómo funciona la lógica de un bebé, pero en ese momento, su mentón se le hizo muy comestible. Mello casi salta del susto cuando sintió unas encías empezar a mascarle la barbilla. Dicho acto llamó la atención de Near, quien dejó escapar una diminuta sonrisa al verlo.

—Debí saber que eso no sería suficiente para mi niño glotón —levantó sus brazos hacia el mayor, con la intención de que este le pasara a su hijo.

Muy a regañadientes, Mello lo hizo, dejando un chupón chistoso en su mentón. Near sacó de uno de los bolsillos delanteros de su pañalera un chupón, dándoselo a Law para que aguantara hasta estar en la sede. Y, recordando a quienes lo esperaban…

—Mi tiempo fuera se acaba. —Near fue quien rompió la pacífica atmósfera, mirando su reloj de muñeca y notando que ya se le hacía tarde—. Si tardo 10 minutos más, mi celular va a estallar en notificaciones. —al término de esa frase, ambos escucharon un timbrar proveniente del bolsillo del albino—. Rectifico: si no llego en los próximos 5 minutos, mi celular va a estallar en notificaciones.

—¿Misma hora el próximo jueves?

—¿Qué te parece venir mañana en la noche?

El rubio sonrió en grande con una expresión atrevida, aunque no hizo ningún comentario al respecto. Eso sí, dejó en claro sus pensamientos cuando mordió su labio inferior.

—No seas tan optimista. —Near tenía una pequeña sonrisa divertida en sus labios, casi imperceptible. La mesera llegó para retirar las cosas, y Near empezó a registrar sus bolsillos en busca de su cartera—¿Cuánto…? —la pregunta se quedó a medias cuando fue interrumpido por el mayor.

—Yo pago. —Mello le extendió una tarjeta a la empleada, quién pareció decepcionada de que el albino no pagase. Ella se fue y volvió con la tarjeta, deseándoles un feliz día más falso que tetas de influencer.

Ambos se sonrieron mutuamente antes de abandonar el local y despedirse en la acera.

Y no fue hasta perder al albino de vista que Mello se dio cuenta que había pagado por dos cafés de los cuales no bebió ninguno, y menos de la mitad de una tarta.

After All  [MelloxNear]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora