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—Tampoco es necesario que te esfuerces tanto...

—Puedo hacer cosas más complejas que esta. Aprenderé a hacerlo tarde o temprano —le interrumpió el albino, dispuesto a hacer bien esa cadena.

Fuese por la razón que fuese, en las últimas semanas a Near se le había metido en la cabeza la idea de hacer él mismo más prendas para su futuro bebé en lugar de comprarlas, y por ello, estaba decidido a aprender a tejer.

Su vientre había empezado a tomar forma, teniendo ahora 4 meses de embarazo. Aún era un bulto algo pequeño, pero bastante notable por la figura esbelta del albino. Figura que había empezado a desaparecer. El bebé seguía teniendo bastantes antojos, aunque por suerte ya no eran tan raros como antes.

Volviendo al presente, Near deshizo la cadena junto al estambre enredado, iniciando el proceso desde cero. El crochet era más difícil de lo que parecía.

—En unos días cumples ya las 14 semanas, y entrarás en tu segundo trimestre —recordó el ojizarco—. Tenemos que agendar una cita con el obstetra a más tardar el martes.

—Hmn —hizo un monosílabo. Desde que supo de su condición hasta ahora, no había vuelto a pisar un solo hospital. Solo había ido una vez y ya los odiaba intensamente—. ¿No pueden hacer que él venga aquí?

—Discúlpeme, ¿pero no fue usted quién dijo que tenía que acostumbrarse a salir por el bien de su bebe? —Gevanni bajo la mirada al abultado vientre del albino, sin disimular en lo más mínimo.

Near se quedo callado, y dejó en paz el estambre con el que había estado intentando tejer todo ese rato, pensando en las palabras del ojizarco.

Si, si quería que fuera un niño fuerte y sano; lo menos que deseaba era que llevase el mismo estilo de vida sedentario y aislado que él mismo llevaba. Near frunció los labios, y evitando furtivamente la mirada contraria, volvió a intentar tejer.

—Agenda la cita para el lunes en la mañana. —ordenó, haciendo un puchero.

—Esta bien, bien —Gevanni se levantó para irse.

—Y el bebé quiere que le consigas un pastel de limón.

—Ok. —estaba sonriendo.


***

El día lunes había llegado mucho más rápido de lo que al albino le habría gustado. Y ya de nuevo estaba en la sala de espera de un consultorio, quieto como estatua causa de los nervios, manteniendo una de sus manos aferrada a la manga de la camisa del mayor de sus hombres, Lester.

—Solamente va a ser otro ultrasonido, no le van a hacer tantos exámenes como la última vez —intentó calmarle el canoso hombre.

—Lo se, pero no es eso lo que me preocupa... —dijo Near en voz baja. Lester no dijo nada más, y dejó que una pequeña e imperceptible sonrisa adornara sus labios. No hacía falta ser el mejor detective del mundo para darse cuenta de que el actual mejor detective del mundo, estaba asustado por saber si su hijo estaba bien y sano.

Esa duda se le había metido días antes, y su mente se había ido por otros caminos totalmente diferentes. Él incluso notaba que era ridícula su preocupación solo por un pensamiento intrusivo, pero ese sentimiento seguía sin abandonar su cuerpo.

El sonido de la puerta abriéndose los alertó, y por ella salió una señora bastante mayor, de cabello grisáceo oscuro, con unos pocos mechones negros asomándose por su apretada cola de caballo. Mantuvo una mirada y sonrisa apacibles mientras volvía a subir sus gafas sobre el puente de su nariz. Ella ya estaba informada sobre el grado de confidencialidad que representaba este paciente, así que por ello, no tenía, ni necesitaba ningún nombre. Solo bastaba con hacer su trabajo correspondiente y se le pagaría lo necesario. Eso Near lo había dejado muy en claro, así que solo esperó que la mujer no hablara más que lo que fuera justo y necesario.

—¿Quien de ustedes dos es mi paciente? —cuestiono ella, llamando al par para que entraran en el consultorio; consultorio que por supuesto, ya contaba con el ultrasonido que Near ya había visto antes en el hospital.

Near levantó la mano ante la pregunta que había hecho la anciana, algo avergonzado. No tenía muchas ganas de hablar.

—Puedes acostarte en la camilla cariño —pidió la mujer, cosa que Near claramente obedeció—. Aunque luces tan joven, ¿cómo pasó eso? —para su mala suerte, se notaba que era de la clase de persona que le gustaba hacer conversación con sus pacientes, genial.

—Near ya tiene 18 años.

—Ah, ya veo. ¿E imagino que usted es...? —la anciana le sonrió a Lester mientras terminaba de colocar la máquina a un lado de la cama.

—Solo soy un compañero de trabajo. —el rubio logró mantener la compostura al darse cuenta de lo que la anciana insinuaba.

—Oh, ya veo —se dirigió a Near—. ¿Puedes levantar tu camisa, por favor?

Near no dijo nada y solo obedeció, desabrochando su camisa con las mejillas rosadas y dejando al descubierto su hinchado vientre.

—Parece que el bebé sabe que su mamá necesita algo de comida, ¿no? —la señora río, notando que si no tuviera el vientre hinchado, seguramente sería un flacucho. Aunque algo de grasa estaba empezando a notarse en su cintura.

El albino se quedó callado, avergonzado.

—Los bebés siempre notan esas cosas; te sorprendería lo listos que son en esta etapa. —Near sintió un escalofrío cuando otra vez ese helado gel fue puesto sobre su estomago.

Por mero instinto, una de sus manos se aferró a la manga del hombre canoso a su lado, buscando su mirada cada tanto. Claro que sabía que era muy vergonzoso actuar así a su edad, pero por algo Lester estaba ahí: el no podría hacerlo solo.

Después de unas preguntas de rutina, la mujer pego la sonda en su vientre, y dirigió su vista al monitor. Da igual cuanto el par de hombres observaran la pantalla, seguían sin saber que se suponía que estaban viendo.

—Aquí está, es un bebe bien formado —sonrió la señora, señalando un lugar de la ecografía—. Estos son sus pies.

Near giro la cabeza hacia un lado, intentando encontrar forma a lo que señalaba la mujer. ¿Cómo era que las madres normales lograban incluso ver si se parecía al padre?

—Oh, ya los vi —dijo Lester, confundiendo aún más al joven adulto, quien le volteo a ver un momento, solo para darse cuenta de que miraba la pantalla del monitor.

Near volvió su vista grisácea al dichoso monitor, esforzándose aún por descifrar lo que se suponía que debería ver, aunque no ayudaba que la mujer siguiera paseando el aparato por su vientre y moviendo la imagen.

—Este es su cuerpecito, aquí hay un brazo… parece que está de lado —seguía diciendo la anciana cada tanto, y al albino ya le dolía la cabeza por no ser capaz de entender nada—. Y... Aquí está su rostro.

Ahí la imagen se quedó quieta en un solo lugar. La mujer, notando la dificultad que tenía el menor para ubicarse, señaló cada parte que se suponía formaban la cabeza de su pequeño bebé. Near tardó, pero finalmente, fue capaz de ver lo que los otros tanto le decían.

En ese mismo momento, cuando fue capaz de reconocer la vida que crecía dentro suyo, una emoción fuerte y cálida inundó cada parte de su pequeño cuerpo. Incluso sintió como sus párpados se llenaron de lágrimas, pero no eran las suficientes como para llegar a recorrer sus mejillas. Rápidamente las limpió con la manga de su pijama blanca, volviendo a mirar a la pantalla.

—Tiene bastante tiempo para corregir la posición, es lo único que podría señalar. Del resto, por lo que noto es un bebe bastante sano. Mamá lo está haciendo bien — sonrió la señora, volviendo a mirar al chico—. ¿Quisieran saber el sexo del bebe?

—Uh, no, realmente no... quiero que sea una sorpresa —hablo con cierta timidez el chico, aún mirando el monitor.

Su corazón estaba latiendo como el corazón de un conejo, respirando agitadamente al recordar que hay un pequeño ser humano creciendo dentro suyo. Un ser fruto del encuentro con alguien a quien amó con todo lo que pudo mientras aun vivía, y a quien aún seguía amando como si fuera el primer día. Era real, y era diferente saber que estaba ahí a verlo con sus propios ojos, así fuera en una ecografía borrosa.

La obstetra les dio recomendaciones al chico sobre cómo cuidarse mejor, asegurándose de que el rubio canoso también le escuchara. Se quedaron un poco más en la clínica solo por esperar las imágenes de la ecografía, pues Near no se iría del lugar sin tener las primeras imágenes de su bebe en sus manos.


***

Gevanni dejo un par de papeles sobre la mesa donde Near estaba armando una ciudad de legos, relacionados al caso en el cual estaban trabajando actualmente.

Antes de que se alejara, el albino lo detuvo, buscando algo en uno de los bolsillos de sus pantalones grises. De este sacó y le extendió un pequeño peluche de una orca, tejido a crochet por supuesto, y hecho a la perfección.

Gevanni solo lo tomó, y se lo guardó en el bolsillo. Near sonrió con autosuficiencia.

Había ganado.

After All  [MelloxNear]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora