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Perdonen por no actualizar el mes pasado, he estado un poco abrumada con muchas cosas. Procuraré hacer una actualización doble el próximo mes para compensar, los amo ♡

‡‡‡

El viento ahogaba el silencio de la noche, sacudiendo los árboles que rodeaban su casa. Cabeceó ligeramente antes de palmearse el rostro y permanecer despierto. Eran las 2 de la mañana, y su bebé finalmente había caído dormido después de 6 biberones y media hora de pecho. Near no podía sino contar los días hasta el destete para que finalmente pudiera descansar en paz.

Metió el dedo en la boca de Law, quien se había dormido comiendo, para separarlo. Después de 4 horas de vigilia, no tenía muchas ganas de caminar  y dejarlo en su cuna. Colocó la pared de red plegable al lado de la cama en donde Law dormía para impedir que se cayera en caso de que rodara, dedicándose ahora a mirarlo con la tenue luz azulada de la lámpara. A veces sus manitas incluso se movían, como si estuviera soñando algo. Eso normalmente bastaba para vaciar su cabeza de todo lo que había pasado en el día, pero en esta ocasión, solo le hacía recordar.

Ahora mismo, no paraba de rememorar una parte importante de su vida. Parte por la cual Lawliet existía ahora, y una parte de la cual se avergonzaba un poco. Su relación con Mello era… bueno, ni siquiera podía decir que existía una relación en concreto, al menos no romántica.

Un día, sencillamente para fastidiarlo y humillarlo, Mello había dado un paso más allá de lo acostumbrado, y le robó un beso. Solo tenían 11 y 13 años, así que lo último que Mello esperaba como reacción, fuera que Near le devolviera el beso.

Esa clase de… muestras de afecto, si se les puede llamar así, se fueron repitiendo una y otra vez durante los meses siguientes. Sus aptitudes nunca cambiaron, Wammy’s House nunca cambió, la competencia nunca cesó, pero si alguna vez se encontraban juntos y solos en algún lugar apartado del orfanato, sus labios buscaban unirse una vez más, como una clase de droga prohibida que solo tenían el privilegio de probar de vez en cuando.

Incluso llegaron tan lejos como para que acabaran teniendo un encuentro ligeramente sexual en la habitación del albino. Exploraciones y toques de adolescentes hormonales y nerviosos que no lograron llegar más lejos. La pura curiosidad juvenil.

Pero bueno, más pronto que tarde, llegó la noticia de que L había muerto, así que todas esas cosas fueron totalmente abandonadas y olvidadas. Mello se fue del orfanato, desapareciendo del mundo, y él tomó el puesto de único sucesor legítimo de L. Ambos se hicieron con fuerzas dispuestas a seguirlos en el camino para acabar con Kira, ya fuera por buenas o malas razones, ya fuera por los medios que fueran necesarios.

Y lo mismo que los separó, los volvió a juntar como un mal chiste. Y lo que se suponía debieron haber abandonado 5 años atrás, volvió con mucha más fuerza que antes.

Y solo bastó con un único mensaje, un único mensaje para que esas emociones lo sacudieran como un terremoto. Emociones que le hicieron abandonar la base, la investigación; le hicieron correr durante 10 minutos con su deplorable estado físico, solo, a mitad de la noche, haciendo que acabara en el asiento del copiloto de un auto seguramente robado, con un arma apuntando a su cabeza, como no.

Aún así, la seguía recordando como una de las mejores noches de su vida.


•Un año antes•


—¿Vas a seguir fingiendo que me odias hasta el final? —su tono podría confundirse con burla debido a no mostrar ninguna emoción, aunque en realidad reflejaba su fastidio; o al menos así lo percibió el de la recientemente adquirida cicatriz de fuego.

—Oh, cierra la boca, Nate. —apagó el auto, tirando las llaves al asiento trasero, haciéndoles compañía a las placas del mismo.

—¿Así que nos llamamos por nuestros nombres ahora? Esta bien, si así lo quieres, Mihael. —enredó un mechón de pelo en su dedo, mirando a su “secuestrador” fijamente, sin siquiera parpadear—. ¿El arma es necesaria?

—Me hace sentir más tranquilo. —sacudió la pistola en su mano como si se tratara de cualquier cosa, indiferente.

Estaban jugando, justo ahora, jugaban a ver quién cortaba la horrible tensión sexual que llenaba el ambiente. Near inspeccionaba a Kheel, quien solo miraba por el vidrio del parabrisas el bonito terreno baldío en donde había aparcado, siendo consciente en todo momento de los penetrantes ojos grises que lo acosaban.

—Entonces, ¿me recogiste en medio del caso cuya resolución podría cambiar el rumbo del mundo solo para quedarte en silencio sin dirigirme la palabra?

Finalmente, el criminal prófugo volteó su mirada azulada hacia su persona. Podía sentir el peso de esos océanos aplastándolo. Aunque no tuviera las suficientes habilidades sociales como para discernir que emociones reflejaba con exactitud, sabía que eran intensas, y eso le bastaba.

Lo primero y principal, era dejar esa arma lejos, así fuera inofensiva. No hacía falta ser un detective experimentado para notar que no estaba cargada. Algo que no le costó mucho, porque Mello no reaccionó ni siquiera cuando el la tomó y lentamente la dejó caer en el piso del auto. Se quedó agarrando las manos enguantadas entre las suyas, más pequeñas y frágiles, pero no reducían su firmeza; y sus ojos nunca se separaron de esa lucha en la que estaban envueltos.

Lucha que no cedió ni siquiera en el momento en que empezaron a acercarse lentamente. Sus ojos no se desviaron ni siquiera cuando sus cálidas respiraciones se empezaron a mezclar, ni cuando sus narices se rozaron con suavidad. Ninguno quería ceder, pero era inevitable.

El albino fue quien finalmente dio el paso necesario, empujándose a unir sus labios en un beso. Húmedo y fuerte, demostrando la desesperación de sus cuerpos. Incluso tuvo la osadía de pasar sus manos tras la espalda del criminal, tirando de este lo suficiente como para obligarlo a cambiarse de asiento, colocándolo arriba suyo. Mello alcanzó la palanca e inclinó el respaldo para mayor comodidad.

El beso era muy intenso, se podía percibir la desesperación en ellos, de ese algo que tantos años se habían negado y a lo que finalmente se daban la libertad de disfrutar. Tanto la forma en cómo Mihael sujetaba la cabeza y el rostro del joven, como la manera en que Near paseaba sus manos por su abdomen, explorándolo todo y queriendo grabar la sensación en sus manos. Eso era algo que compartían, además de la saliva, y otras emociones más fuertes.

La cercanía era tanta que el albino incluso pudo sentir la erección del rubio restregándose contra su muslo. Apenas se pudo separar un momento  para sacarse la camisa y volver a besarlo.

—Eres muy brusco… —se quejó Nate, separándose del contacto debido a una mordida dada en su labio inferior. No era bueno con el dolor—. Has crecido bastante, ¿Sabes? —comentó entre jadeos, sintiéndose algo pequeño al encontrarse entre el cuerpo del rubio y el asiento. Además de que el ambiente en el auto solo lo sofocaba más.

—Yo soy normal. Tu eres el que parece un niño de 14 años. —murmuró volviendo a succionar los ya rojos labios de su amado, comenzando a desabotonar su camisa, revelando su pálida piel.

Mello se detuvo en cuanto la pequeña mano se posó en su mejilla, justo debajo de esa cicatriz de quemadura aún en proceso de sanación, acariciándolo con gentileza.

—¿Es doloroso? —murmuró, un destello de preocupación en sus ojos, detallando cada nueva línea rosácea que adornaba su rostro ahora.

—No tanto como lo fue amarte todos estos años. —giró el rostro, besando la palma de la mano que lo mimaba, mirándole con una expresión que fue nueva para el chico.

¿Así se sentía ser amado?

—Eres muy cruel de recordar eso ahora. —tomó la otra mejilla del rubio, dejando un pequeño beso sobre su nariz, sorprendiéndole, y dándole una sonrisa igual de amorosa.

—Tu eres cruel por haber venido. —beso en la frente del albino.

—Tu me invitaste, así que eres peor. —beso en el párpado dañado del ojizarco, dado con delicadeza para no ocasionar más dolor del que se estaban causando en ese momento, por amarse tan intensamente, quemando todo lo demás a su paso.

Eran felices.

***

—Esta… fue la primera vez… y la última… ¿verdad? —hablaba entre susurros, con la garganta dañada gracias a cierto espectáculo de gritos que había dado hace poco. Ocultaba su rostro entre sus rodillas, con la camisa del pijama y ropa interior apenas puestas. Su tono era melancolía pura.

—Si, ahora hay cosas más importantes que hacer. —murmuró, tomando el volante. Near le tendió las llaves del auto en frente, sin levantar la cara de entre sus rodillas—. Lamento esto.

—No te disculpes. —alzó la cara, mirando al piso con las mejillas ligeramente rosadas—. Eso fue… fue lo mejor que he hecho en mi vida.

—Lo mejor que has hecho… —suspiró, tomando el conjunto de llaves y metiendo la correcta en el encendedor, pero sin girarlas—. No sé si sea lo mejor o lo peor que yo he hecho, pero bueno, que más da.

—Mihael… —susurró suavemente.

—Lo se. —respondió, frunciendo las cejas, y dejando descansar su espalda desnuda en el asiento, mirando al techo.

—Quiero decirlo —el silencio reinó, dándole la señal que necesitaba para seguir. Bajó las rodillas al asiento, inhalando y exhalando lento en un intento por calmar su corazón—. Yo… yo te… te amo… mucho…

Mello se quedo callado, y lo único que hizo fue bajar la mirada y encender el auto. Near suspiró, avergonzado por su momento de sinceridad.

—Yo también… —susurró Mihael, sin despegar su mirada del frente. Cerró los ojos un momento—. Yo también te amo… mucho…

Near le miró, sus ojos brillando felizmente, así el rubio siguiera sin devolverle la mirada y solo se dedicara a arrancar el coche, importándole poco si solo llevaba encima unos pantalones mal puestos.

El resto del viaje fue silencioso, pero las ligeras sonrisas escondidas no las quitaba nadie.


•Un año más tarde•


—Tu padre es un idiota, ¿sabes, Law? —susurró en voz baja, dejando caer con delicadeza su mano sobre la espaldita del pequeño, quien respiraba con calma—. Pero aún así, me enamoré de él. Entonces, supongo que yo soy un poco más idiota.

After All  [MelloxNear]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora