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Sus párpados hinchados se abrieron en un segundo, como si despertara de un mal sueño, volviéndolos a cerrar al instante, sintiendo como si pesaran 5 kilos cada uno. Su cuerpo le ardía, y le estaba costando más tiempo despertar por completo y recuperar la conciencia del que cualquiera se podría imaginar.

Finalmente, fue capaz de ser mínimamente consiente de si mismo, y entonces todos los recuerdos de las últimas horas habían caído como un balde de agua sobre su cabeza, haciendo que sus ojos volvieran a abrirse pese al malestar que las luces blancas del hospital le provocaban. Aún con el dolor, hizo un intento de esfuerzo por sentarse sobre la camilla, cuando una gran mano sobre su brazo le detuvo.

Se trataba de nada más que Anthony Lester, quien se encontraba sentado a un lado de su cama. Este le dirigió la mirada más comprensiva y paternal que pudiera tener alguien, dándole también una pequeña sonrisa.

Nate se quedó quieto en su sitio, cuando un balbuceo lo sacó de su estado de ensueño. Su mirada gris se apartó del mayor, fijándose bien en donde se encontraba. Nada interesante, solo una habitación más de hospital, con una única diferencia bastante notable: había una cuna, la cual era resguardada por Gevanni y Halle, pero pasó de ellos por completo, fijado nada más en los sonidos que provenían del interior de ella.

Un calor especial comenzó a crecer en su pecho, siendo envuelto en una sensación tierna que hizo que todos sus músculos se destensaran.

—Quiero verlo —pidió de inmediato, sin apartar su mirada de la cuna.

La obstetra de Near, Margaret, cuya presencia hasta el momento no había notado, y que en ese momento no podría haberle importado menos, se aproximó a tomar un pequeño bulto de mantas azules con estampado de aviones de la cuna; mantas que reconoció como unas que había comprado meses antes.

—Es hora de que conozcas a tu mamá —habló la anciana con voz dulce a la bolita. Lester le ayudó a sentarse en la camilla con lentitud, cuidando que no se esforzara de más. Near no apartó su mirada de los brazos de la mujer, recordando como lo estaba sujetando—. Es un saludable varoncito.

La pila misteriosa de mantas fue dejada sobre sus brazos con mucho cuidado, y entre ellas se encontró con un par de grandes ojos azules. Estos se le quedaron mirando por unos segundos antes de pasearlos por todos lados con curiosidad.

Detallándolo, tenía cachetes rechonchos, teñidos de un bonito color carmín, con unos cuantos mechones de cabello lacio sobre su cabecita nada similares a sus rizos. El bebé hacia tanto ruido como podía hacer un recién nacido, mirando a su padre cada tanto antes de volver a inspeccionar el mundo que le rodeaba. También vestía un tierno mameluco color crema con estampado de pastelillos y había heredado su albinismo.

Era la cosa más hermosa que había visto en toda su maldita existencia.

—Fue raro —habló Margaret aprovechando el silencio—, nació con los ojos abiertos y no hizo ningún intento de llanto, solo lloró cuando tu empezaste a gritar —relató con calma, y Near pudo entender de manera vaga que hablaba de lo ocurrido horas antes después del parto, ya que toda su atención seguía puesta sobre esa carita inocente que ni siquiera podía concentrarse en una sola cosa—. Además, era tan divino que todos nos quedamos callados por esa carita tan bella.

Near se quedo callado, incapaz de apartar la mirada del bebito que descansaba sobre sus brazos. ¿El en verdad había logrado hacer a un ser vivo tan maravilloso? ¿Alguien como él? Casi lo creería imposible de no ser por esas pequeñas motas blancas en su cabeza.

Antes de darse cuenta, sus párpados se estaban llenando de lágrimas; una agridulce mezcla de la más pura de las felicidades y la más profunda de las tristezas.

Levantó su pequeño cuerpecito que no habría de pesar más de un par de kilos, y pego su pequeña frente a la suya, dejando salir un sollozo. Su bebé pareció confundido ante ello, extendiendo sus diminutas y regordetas manos hacia su rostro.

—Te pareces tanto a tu padre Mello, mi vida. —murmuró con voz temblorosa, junto a una sonrisa triste y las lágrimas cayendo por sus mejillas—. Él de seguro habría estado muy feliz de poder conocerte, Lawliet.

Near pego su mejilla a la de su bebé, apretándolas juntas con ternura. Tan suaves y esponjosas como malvaviscos.

Lawliet, confundido, comenzó a llorar suavemente. No lograba entender absolutamente nada, más que una única cosa: su papá se sentía triste.

Near lo apegó a su pecho, nervioso, empezando a mecerlo un poco y dándole palmaditas en la espalda; había visto que eso hacían muchas mujeres. Lawliet pareció calmarse bastante rápido en cuanto notó que los ríos en el rostro de su padre se habían detenido.

—Es un niño muy bonito —dijo Margaret con dulzura, prefiriendo no hacer comentarios por la escena anterior. Cada quien vivía con sus propias culpas y ella no era quien para hacer interrogatorios—. Se nota que serás un excelente padre.

—¿Lo estoy sujetando bien? —preguntó aún con nervios, y deteniendo sus brazos al notar que su bebé se había calmado.

—Solo asegúrate de sujetar bien su cabeza así... —la mujer le iba dando indicaciones que el menor fue siguiendo al pie de la letra.

Lawliet tan solo movía sus recién descubiertos brazos y piernas, haciendo todos los sonidos que podía hacer a tan corta edad, mirando todo a su alrededor con inmensa curiosidad. No pesaba nada más que 2 kilos y 20 gramos, ¿a donde se habían ido los kilos de comida que había tragado Near durante el embarazo? Quien sabe.

—Lester, ¿Quieres cargarlo? —él  tipo robusto se sorprendió, mirando hacia los brillantes y felices ojos grises del menor.

—Quizá no debería hacerlo, siento que sería inapropiado... —intentó excusarse fallidamente, volteando a mirar a los otros dos miembros de su equipo en busca de ayuda, pero ellos solo sonrieron y se encogieron de hombros. Estaba solo.

—Pero en verdad me gustaría que lo hicieras... —Near hizo un puchero, acariciando la cabeza de su bebé—. Oigan, ¿por qué Lawliet no tiene un gorrito?

—Oh, se le debió de haber caído... —susurró Halle fijándose en la cuna, sacando un encantador gorrito que tenía la cara de una vaca, tejido a crochet por el propio Near meses antes.

Halle le extendió la mini prenda, y Near la tomó para dejarla sobre su cabeza; no sin antes tomar la muñeca de la mujer con suavidad, acercándola a su pequeño retoño. Lawliet le miró con esos preciosos ojos azules, logrando poner nerviosa a la agente de la CIA, antes de tomar uno de sus dedos con su pequeña manita.

Halle, como hace muchos años que no pasaba, se sintió débil, débil ante ese pequeño ser vivo que parecía haber caído del cielo.

—Ho-hola, pequeñin. Un gusto en conocerte —titubeo un poco, agitando la mano del bebé cómo se fuera un saludo. Este al notarlo, sujeto otro de sus dedos con su otra mano, agitando ambas ansiosamente.

Oh, Dios, incluso Near creyó que se caería muerto de dulzura en ese mismo instante.

—Los dejaré solos para que así conozcan al nuevo miembro de la familia. —dijo la obstetra antes de salir de la habitación, sin dejar nunca esa sonrisa que tanto la caracterizaba, ¿ella podría hacer otra expresión facial? Si así era, nunca lo habían visto.

—Ella cree que somos una familia —habló Gevanni, quien había decidido mantenerse solo como espectador.

—Oh, ¿no lo somos? —sonrió Near con calma, notando como el bebé dejo las manos de la rubia pues su bata de hospital se le había hecho más interesante.

El resto se quedó en un silencio sorprendido, sintiéndose un poco avergonzados por darse cuenta de que, bueno, ellos actuaban más como una familia que muchas familias reales. Más vergonzoso era que fuese Near quien les estuviera diciendo esas cosas como si se tratara de algo tan cierto como que el agua moja. Bueno, al menos para él era así.

Bah, que más daba ser el equipo del mejor detective del mundo vivo actualmente. Cuando esté había quedado embarazado, todo había perdido completo sentido y significado.

—Lester sería el papá, Halle la tía y Gevanni el tío —explicó sus puntos de vista sobre cómo creía que serían sus lugares dentro de una familia más convencional, sonriendo mientras volvía a balancear a su bebé—. Y Lawliet y yo somos los niños.

—¿Eh? ¿Solo tío? Yo soy más buena onda que un tío —Stephen se acercó a un lado de la camilla, haciendo caras graciosas con la intención de hacer reír al pequeño.

Lawliet se le quedó mirando fijamente unos segundos, sin siquiera parpadear. Gevanni ya había creído que hizo el ridículo en vano antes de que el infante mostrara una sonrisa tan brillante que iluminó a todos en la habitación, extendiendo sus manitas hacia él.

«¡Es demasiado lindo!» pensó la razón de la diminuta sonrisa, sintiendo como si su corazón se derritiera dentro de su pecho como un flan.

«Las sonrisas antes de los 3 meses de edad son solo un reflejo de sus músculos, pero...» Near miro el semblante enternecido del ojizarco «Es mejor no romper sus ilusiones...»

—Quiero cargarlo, ¿puedo? —sintiéndose algo mal por enojarse con la propuesta en un principio, Near asintió, extendiéndole el bebé a Gevanni con el mayor cuidado y lentitud que pudiera—. Eso, eso es, ven con tu tío.

Este lo pegó a su pecho, imitando lo mejor que pudo a Near y a Margaret, meciéndolo suavemente de un lado al otro como había estado haciendo el menor. Lawliet golpeo el pecho del agente repetidas veces, como si intentase sujetarse de él, pero no podía controlar lo suficiente sus manitas como para poder cerrar el puño por voluntad propia.

Sus mejillas fueron apretujadas suavemente en la mano del adulto, provocando que su boca se mirara chistosa. Lawliet se notó confundido, moviendo sus manos e intentando liberar su rostro, sin éxito, aunque pareció sonreír cuando escuchó la risa del ojizarco.

—Deja en paz su carita. —río Near con suavidad, extendiendo sus brazos para que le devolviera a su hijo.

—Pero es tan suavecita, ¿por qué no me lo regalas? —bromeó, dejando al pequeño bebé en los brazos de su padre.

Después de mucha insistencia, Near finalmente logró que Anthony cargara al bebé. Y si Lawliet lucía diminuto en los delgados brazos del albino, era como un pequeño guisante azul entre los grandes brazos del rubio por ser tan robusto, quien procuraba sujetarlo con firmeza. Era bueno en eso, se le notaba experiencia.

La obstetra volvió al poco rato, anunciando que a Near le darían de alta al día siguiente como precaución, así que solo tendría que pasar una noche más en el hospital.

Near seguía teniendo el estomago de post-parto; para su desgracia aún no volvía a su forma original, pero al menos estaba más pequeño. Para eso tendría que esperar un poco más.

El resto del día se la pasaron contemplando la belleza de Lawliet, cada mínimo movimiento de manos que hacía era otro motivo para amarlo un poco más. También pareció que le gustaron los peluches que le habían conseguido, aunque aún no pudiera jugar con ellos y solo pudiera verlos.

—Los bebés no son capaces de enfocar su vista durante la primera semana al nacer, ¿verdad? —preguntó Lidner, notando como en efecto, Lawliet era incapaz de mantener fija la vista en nada.

—Si, pero pronto aprenderá —meció un poco al pequeño—. Tampoco son capaces de controlar sus extremidades, por ello es que los envuelven y se les suele poner guantes.

—Veo que alguien se informó bastante sobre él tema. —sonrió Gevanni, aún encantado con la vista del mini albino. Lester no estaba con ellos por los momentos, y él se lo perdía.

—Solo leí algunos libros. —su "algunos" se podría traducir en cientos de libros, que iban desde consejos para tener un embarazo tranquilo hasta como lidiar con un adolescente rebelde—. Pero la mayoría suele preguntarles a sus padres ¿no?

—La mayoría, pero no es una regla obligatoria. —señaló Halle, algo confundida con ese comentario.

«Nunca antes me había importado ser huérfano... pero ahora sería bueno tener una padre que me aconsejase.» pensó el albino distraídamente mientras miraba a su niño, notando como empezaba a hacer un gesto como si estuviera dando besitos en el aire.

—Tiene hambre —dedujo, al notar que se debía al instinto de chupar.

El silencio reino en la habitación varios segundos en donde los 3 se quedaron en blanco, sin pensar en absolutamente nada. Lawliet se removió incómodo, haciendo amago de que en cualquier momento se pondría a llorar.

—¿Como amamantó a un bebé? —el albino soltó la pregunta del millón, sintiendo como su rostro se ponía frío.

—¿Y nosotros que vamos a saber? Somos agentes de la CIA y el FBI, no lidiamos con niños. —balbuceo Halle sin saber que hacer.

—Creo que yo podría ayudar con eso. —una voz aguda de anciana se hizo notar en el cuarto, haciendo voltear al trio hacia la puerta, donde se encontraba Margaret acompañada de Lester.

—Ah, lo agradecería mucho —meció un poco a Lawliet, queriendo aplacar un poco su malestar para que no llorara.

—Claro, claro —la mujer sonrió, acercándose mientras señaló su pecho—. Primero tienes que subir tu camisa.

—... ¿Que?

—Es lo más obvio, ¿no crees?

—Si, pero... —Near desvió la mirada a su regazo, y se notaba algo avergonzado para confusión del resto, menos para la medica.

—Oh, tu tranquilo. —la mujer rio un poco, y dirigió su vista al resto de intrusos en la habitación—. Necesito que le den algo de privacidad al padre primerizo.

—Ah, con que era eso —Halle se palmeó la frente, deduciendo lo obvio, levantándose de su silla.

—Pero yo no me quiero ir... —farfulló el ojizarco, quien fue sacado de la habitación a la fuerza por la rubia.

—Suerte —fue lo único que dijo Lester antes de cerrar la puerta tras ellos, dándoles privacidad a la obstetra y al albino.

—Es algo vergonzoso que esto me de pena. —murmuró él albino mientras levantaba su camisa para dejar su pecho expuesto, y al instante era fácil notar lo hinchado que estaba comparándolo con lo delgado de sus brazos.

—Es comprensible, no eres el primero ni serás el último en actuar así. Es algo natural. —Margaret sonrió para calmarlo.

Near acerco al pequeño a su pecho, pero este parecía no poder encontrar su pezón, y tampoco le era una posición muy cómoda porque los brazos se le cansaban.

La mujer le dio instrucciones detalladas de otras posturas para amamantar, y con la que ambos albinos se quedaron más cómodos fue en la que Near tuvo que acostarse de lado, apoyando a su bebé contra una almohada para que este pudiera alcanzar su pecho sin problemas.

Lawliet finalmente pudo empezar a comer, después de 20 minutos de estarlo intentando.

—Duele... —murmuró el ojigris, removiéndose con algo de incomodidad, refiriéndose al acto de amamantar—. No sabía que fuera doloroso.

—Las maravillas de dar a luz, vete acostumbrando. Yo ya pasé por eso.

Near suspiró, mirando a la pequeña personita que había creado comiendo bien tranquilo, sin saber que le dolía, y aún así sintiendo como el interior de su pecho volvía a llenarse de esa sensación tan cálida.

—Y ahora solo será un camino cuesta arriba, ¿verdad? —susurró apenas, acariciando la pequeña cabeza de su bebé por sobre su gorrito.

—Nunca mejor dicho.

After All  [MelloxNear]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora