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—¿No eres muy joven para cuidar un niño? Apenas tienes como 12 años. —Near frunció el ceño, dejando la bolsa de frituras en su estantería de nuevo, y volteando a mirar a la mujer al lado suyo. Lawliet mantuvo su vista en la colorida estantería, babeando toda la camisa de Near, pues estaba metido en su fular.

—Es mi hijo, y tengo 20 años. —saco una identificación, claramente falsa, donde ponía una fecha de nacimiento próxima a la real, pero con un año más de diferencia. 19 años seguía siendo muy joven para tener un hijo, lo sabía, pero tampoco se arrepentía de su decisión.

—¡Ah! Ya veo, lamento el malentendido, en verdad luces tan joven. —la mujer se cubrió la boca, avergonzada. Bueno, al menos era un error inocente—. Creí que era tu hermano o algo por el estilo.

—Suele pasar, tranquila. —Near cortó el tema ahí, tomando un par de cajas de cereales antes de irse a la caja registradora, en donde lo esperaba Lester.

Esa clase de conversaciones eran más comunes desdé que salía con Lawliet, y aunque a veces es fastidioso ser interrumpido mientras está en sus cosas, nunca pasaba de unas risas incómodas.

Near no parecía un padre soltero, y lo sabía muy bien. Daba igual su edad, su rostro apenas ha cambiado desde que es un niño, y su baja estatura no le ayuda a lucir más adulto. Ya le han dicho que es su niñero, su hermano mayor, cuidador, primo, entre otros, pero casi nunca su padre. El parecido entre ambos era innegable, pero las personas se negaban a creer que el tuviera más de 13 años.


***

Claro que la gente no siempre es amable, o piensa lo mejor. Tales eran casos como el de esta noche.

De camino a casa con Gevanni, Near pidió que se detuvieran en algún lugar para poder cambiar a Lawliet. El lugar más cercano era una gasolinera que quedaba de camino a casa; siempre la veían, pero está sería la primera vez que hicieran una parada en ella.

—¿Te vas a quedar esta noche en casa? —preguntó casualmente el albino, afirmando a Lawliet contra su pecho mientras se acomodaba la pañalera en su hombro.

—Puedo quedarme si lo deseas. —dijo Gevanni abriéndole la puerta, ayudando al joven padre a salir del auto.

El pequeño bebé estaba calmado, pero se seguía notando algo incómodo debido a su pañal sucio.

—Te lo agradecería mucho. Hace bastante que no duermo bien. —le sonrió suavemente mientras ambos se dirigían a la gasolinera.

Era una noche particularmente fría. El invierno ya había llegado, y aunque la nieve aún no hiciera acto de presencia, seguía siendo suficiente como para que de vez en cuando pequeñas nubes de vapor salieran por sus respiraciones.

Gevanni le devolvió la sonrisa, genuinamente contento. Eso era un avance, desde que Lawliet había nacido el equipo no había pasado tanto tiempo en casa de Near como durante el embarazo, pues este parecía muy terco en querer cuidar a su bebé por su cuenta. Que aceptase ayuda de vez en cuando era… una buena mejoría.

Ambos entraron a la tienda, pidiéndole la llave del baño a la recepcionista, quien se las terminó dando, aunque de mala gana. Imaginaron que se debía a que tuvo que ir al baño de mujeres, porque el de hombres no tenía cambiador.

—¿Qué tal si compro palomitas de maíz y vemos una película está noche? —sugirió el azabache, dándole una mirada a las bolsas bajo los ojos grises del albino. Entre el trabajo y su bebé, se notaba que no estaba durmiendo muy bien. Su idea solo era una excusa para que al fin se lograra relajar un poco, porque conociendo como era Near, no hacía los trabajos a medias. Ya fuera el ser el mejor detective del mundo, o el ser el mejor padre.

El albino desvió su mirada al suelo unos momentos, pensativo, antes de volver su vista al mayor.

—Siempre que no sea una trampa, me parece bien. —sonrió con cierta burla, y antes de poder añadir nada más, Lawliet se removió entre sus brazos aún incómodo. Necesitaba ese cambio urgente.

Near se desapareció entre los estantes de la tienda camino al baño, afirmando su pañalera. Gevanni sonrió con alegría, aunque igual estaba avergonzado porque cuando lo notó, su comentario si parecía tener segundas intenciones. Poco le dio importancia a la mirada penetrante en su nuca.

Mientras esperaba, tomó una bolsa de palomitas de microondas, un par de bolsas de snacks y una botella de refresco. Dejo todo en la caja registradora, en frente de la muy amargada empleada que no había parado de mirarlo mal desde que cruzó la puerta de entrada.

El ojizarco prefirió no mencionar nada, mirando como la mujer pasaba sus cosas por la máquina. Lo mejor era no iniciar ninguna charla; aunque parecía que eso no estaba en los planes de la mujer.

—Tan joven y ya cuidando de una criatura, ¿Qué edad tiene? ¿13 años? Esta juventud desenfrenada… —se quejó la mujer entre dientes, aventando una de las bolsas con cero delicadeza mientras escaneaba el código.

«Solo cobre las cosas vieja.» pensó el agente, queriendo escapar de esa mirada tan intensa. Agradecía que Near no estuviera aquí para oírla.

—Tu pareces demasiado joven para ser padre de ese crío… —dedujo la señora en voz baja, deteniendo su acción de poner todas las compras en una bolsa. Gevanni rodó los ojos con frustración—. ¿Qué rayos eres de él?

—Eso no es de su incumbencia… —miró su reloj de muñeca, Near llevaba ya unos 10 minutos en el baño; generalmente no le tomaba mucho tiempo cambiar a Lawliet, así que debía aparecer pronto.

—¡Claro que lo es si eres alguna clase de pedófilo! —chilló la mujer, sorprendiendo al ojizarco—. ¿Sabes algo? Hace poco vi en las noticias sobre algunos casos de hombres que son capaces de quedarse embarazados.

—Señora, esto es ridículo. —aunque había levantado las cejas por la impresión de que esa mujer hubiera acertado en algo, todo seguía siendo muy estúpido. Por desgracia, ese gesto no pasó desapercibido por la cajera, quien lo tomó como una confirmación.

—¿Por eso lo secuestraste? ¿Para que pudiera darte un hijo? —Gevanni arqueó las cejas, cada vez más confundido. ¿De donde salían tantos conspiranoicos?

—¿Puedo ver a su gerente? —por el rabillo del ojo, el agente notó como el albino salía del baño, acomodando al pequeño ya cambiado entre sus brazos. Gevanni suspiró, queriendo acabar con ese drama lo antes posible.

La mujer gruñó, y a regañadientes, desapareció detrás del mostrador dando quejidos en voz baja.

—¿Pasa algo? —preguntó Near detrás suyo. Se notaba confundido. Supuso que su rostro seguía luciendo fastidiado.

—Nada que no pueda arreglar —Gevanni volteo a ver al chico con una sonrisa, manteniéndose sereno—. Vuelve al auto, ahora te alcanzo, solo debo solucionar algo.

—Esta bien. Si insistes —Near no se veía nada convencido. Bien no es el mejor para entender a la gente o tenía la más mínima habilidad social, pero hasta el notaba la tensión que él azabache tenía encima.

Acomodo a un Lawliet mucho más alegre contra su pecho antes de salir de la tienda rumbo al estacionamiento. Gevanni volvió a suspirar, frustrado; ¿por qué la gente es tan metiche? Ya perdonaba a los que sólo querían saber o hacían preguntas ocasionales, pero no entendía a los que siempre pensaban la peor de todas las situaciones posibles.

Se frotó la cien, viendo cómo la señora volvía, ahora teniendo detrás a un tipo que era incluso más joven que él mismo Gevanni, provocando que este arqueara la ceja con confusión. La mujer tampoco parecía feliz con su presencia.

—¿Ha ocurrido algún problema, señor? —tuvo que evitar que la expresión de sorpresa se dejara ver en su cara al notar que, en efecto, ese tipo era el gerente.

—Ninguno, solo pagaré por mis cosas y me ir… —fue interrumpido.

—¡Claro que hay un problema! —el repentino grito sorprendió al par de jóvenes, quienes se quedaron callados unos segundos mirando a la cajera; momento que ella aprovechó para continuar—. ¡Este sujeto es un pedófilo!

La señora señaló a Gevanni acosadoramente, cada vez más roja. El ojizarco por otro lado se sentía como parte de un circo.

—Ya le dije que yo no…

—Otra vez no. Siempre haces esto —el joven jefe soltó un suspiro cansino, dirigiéndose a la caja registradora—. Toma un descanso, yo cobraré las cosas de este tipo.

—P-pero…

—Hazlo, o te despido. Y no me importará que seas mi mamá. —el rostro de la señora parecía lucecita de navidad por lo roja que se encontraba. Gevanni tuvo que ocupar todo su profesionalismo para no reírse en su cara.

Haber sido regañada por su propio hijo en frente de un cliente debió ser un golpe duro, pero teniendo que resignarse para conservar su empleo, murmuró un “Uno que quiere hacer una buena acción y así se lo pagan.” Y se quedó quieta en su sitio detrás del jefe, quien también es su hijo.

Finalmente, el azabache pudo pagar por sus cosas e irse del lugar, pero antes de nada, miró a la mujer fijamente, con el ceño muy fruncido, e hizo lo más maduro que se le ocurrió hacer. Le sacó la lengua.

Habiendo visto la cara de indignación de la cajera antes de irse, y las carcajadas del gerente de fondo, Gevanni finalmente salió de la tienda. Se metió en el auto y soltó un suspiro profundo, intentando calmarse una vez escapó de esa horrible situación.

—Eso no me pareció ser “nada” —comentó el albino desde el asiento trasero, meciendo un poco a Lawliet que estaba empezando a quedarse dormido.

—Ya no es nada. Ya me encargué de eso.

Near miró el rostro del agente por el retrovisor; parecía más agotado que antes de entrar a la tienda. Incluso llego a pegar su frente al volante, preocupándolo; pero fueron apenas unos segundos antes de arrancar el auto, poniéndose a conducir.

—Eres un problemático como tú papá. Siempre causas desastre donde quiera que vayas. —murmuró Near con voz aniñada hacia su dormido bebé, quien solo movía sus manitas de vez en cuando entre sueños—. ¿La noche de películas sigue en pie?

El silencio permaneció un rato mientras volvían a la carretera, con el clima empezando a helar el interior del vehículo.

—Por supuesto, nada me gustaría más.

After All  [MelloxNear]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora