Capítulo 2: Tú viajas en un asteroide y yo en una estrella fugaz.

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"Ella posee ojos tan marrones como el café puro. Elegantes y hermosos, perfectos y tiernos. Y cuando los miras es imposible apartar la mirada. Su sonrisa derrite glaciares, y la luna y las estrellas envidian su belleza, pero ella es tan cruel..."

Ocho años después.

Lunes 6:00 a.m.

-¡Lourdes! ¡Lourdes ya despierta muchachita haragana!- Gabriela daba fuertes e insistentes golpes en la puerta del cuarto buscando despertar a su hija -¡Son las seis Lourdes, llegarás tarde si no te apuras!-

La castaña se dio vuelta en el mullido colchón, cubriéndose hasta la cabeza con las finas mantas, en un intento en vano de opacar los gritos de su chillona e histérica madre. 

Observó por el gran ventanal que tenía a un costado de la cama. El día afuera estaba precioso, el sol de verano pegaba en las hojas de los esponjosos árboles dándoles la apariencia de estar hechos de oro y a lo lejos se podían oír leves cantos alegres de las madrugadora aves.

Suspiró pesadamente. Ella esperaba que algún milagro divino hiciera de ese día uno lleno de catástrofes, algún tipo de huracán o algo por el estilo, solo para poder salvarse de su primer día en aquella horrible institución.

Durante estos último años, Lourdes había cursado en un colegio privado de Ezeiza. Pero debido a su comportamiento despreocupado y su baja calificación en cada una de las materias por la depresión que solía atacarla, su madre había decidido trasladarla a una institución de mayor severidad y rigidez en la educación.

Corría el rumor de que los alumnos más problemáticos de cada una de las escuelas de Ezeiza eran llevados hacia allí cuando sus instituciones ya no podían manejarlos. Pero Lourdes decidió ignorar ese rumor, solo para calmar su nerviosa mente. Era suficiente la preocupación y el nerviosismo que tenía debido a hacer contacto con gente nueva como para también agregarle que, quizás, el primer día en esa escuela se tomaría con matones que la regresarían a casa con unas cuantas palizas en el rostro. Eso definitivamente no era bueno.

Tomó una gran bocanada de aire juntando valentía para enfrentarse a lo que sea que estaba por venir, y se levantó perezosamente de su cálida cama.

Su cabello lucía más desastroso de lo normal aquella mañana, así que optó por usar un gorro verde para ocultar el desastre. Se colocó una playera gris de algodón, y jeans negros ajustados al cuerpo. La mañana lucía agradable y cálida y no vio razón para llevar un abrigo, así que simplemente se dirigió al pequeño cuartito de baño que estaba situado en su misma habitación y guardo en su morral todos los medicamentos que necesitaría para esa larga jornada. Quedó un momento estática en el lugar y trago en seco mientras se preguntaba si en esa nueva escuela también habría idiotas que hicieran de su día a día un martirio solo por el hecho de estar enferma. Se contesto a si misma al instante. Por supuesto que sí, es decir, todas las escuelas tenían a ese típico grupito de para es que se aprovechaban de los débiles y desprotegidos. Esas desagradables personas que parecían ser felices con las desgracias ajenas. Después de todo, una escuela no era una escuela sin ese tipo de personas. Al igual que las clásicas chicas zorras que se acuestan con medio colegio, que sus cuerpos poseen más huellas digitales que un teléfono público, el grupito de nerds inteligentes que van y vienen de la biblioteca, las personas hipócritas que se hacen los buenos con medio mundo y luego hablan mal a sus espaldas, o las personas que simplemente pasan desapercibidas menos para las bromas, y en ese tipo de personas se incluía Lourdes.

Bajo velozmente las escaleras para dar un sorbo largo a su leche con chocolate y guardar unas tostadas en el bolsillo de su morral. Ya las comería luego en el viaje.

-¿Lista?- Preguntó Gabriela mientras tomaba sus llaves y su elegante cartera roja de cuero.

La pelinegra siempre la llevaba y traía de la escuela puesto que sus horarios en la oficina coincidían con la entrada y salida de la instrucción de la castaña. Lourdes no se quejaba, era mejor que esperar todos los días el ajetreado autobús.

Our star | martuli G¡P (adaptación) | [Terminada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora