Capítulo 29: El mundo duele menos si te miro.

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"Cuando los problemas crean que nos han encontrado, y el mundo se desmorone a nuestro alrededor, te prometo cariño que tú nunca sentirás nada, porque yo asumiré las consecuencias por ti. Así que pon tus heridas y magulladuras sobre mi piel, te prometo que tú nunca sentirás nada, porque me opondré ante todo lo que el mundo pudiera arrojarte, recibiré el golpe por ti. Y si caigo aquí al menos sabes, cariño, que moriría por ti, te prometo que tú nunca sentirás nada..."- You won't feel a thing / The Script.

Se sentía casi como un deja vu de su infancia. Los mismos pasillos fríos con olor a yodoformo, los incontables y desgarradores llantos de los niños pequeños, los enfermeros cruzando a toda prisa los pasillos, yendo de habitación en habitación.

Lourdes se encogió con miedo en la silla azul de plástico y aferró con más fuerza la mano de su madre; ambas estaban en la sala de espera, aguardando a ser llamadas por el médico. La castaña se sentía como si hubiese vuelto a su niñez, cuando visitaba todas las semanas el hospital junto a su madre, o inclusive a veces cuando debía permanecer días o semanas allí debido a chequeos e incontables estudios que los médicos le hacían a su débil cuerpo.

-Todo estará bien Lourdes– Su madre le sonrió tranquilizadoramente mientras que con su pulgar acariciaba la mano de la castaña aferrada a la suya –Verás que no será nada grave y podrás volver a casa tranquila-

La castaña asintió lentamente. Otra vez las mismas palabras que su madre le repetía de pequeña una y otra vez, y como en ese entonces, también seguían siendo palabras en vano, pues no calmaban en nada el temor que paralizaba su cuerpo en ese momento. Pero a la ojiverde le agradaban esas palabras, "Todo estará bien"; ella sabía que esa frase era incierta, pues nadie sabe con certeza que es lo que puede llegar a pasar a futuro; pero en cierto modo, eran reconfortantes.

-¿Lourdes González?- La voz gruesa de un enfermero llegó hasta los oídos de Gabriela y de Lourdes y ambas dirigieron con premura sus miradas hasta el cuarentón hombre rubio que estaba parado en la puerta del consultorio.

-Sí, aquí- Espetó Gabriela mientras aferraba con más firmeza la ahora sudorosa mano de su hija. Ambas ingresaron a la par a la fría habitación del hospital.

~

Martina estaba de un muy buen humor ese día en el trabajo. Había pedido el permiso a su jefe de retirarse más temprano debido la sorpresa de Lourdes y el hombre había accedido a dárselo sin rodeos. Hoy parecía ser un día genial para todos.

Por primera vez desde que había ingresado a trabajar a Burger King, decidió hablarle a sus compañeros de tareas. Éstos al principio se miraron entre ellos, confundidos ante la nueva amabilidad de la rubia; luego finalmente se contagiaron de su buen humor y mantuvieron una fluida y animada conversación. Charlaron un buen rato sobre cosas banales, criticaron con diversión a unos cuantos clientes que ingresaban con su detestable mal humor y reían entre ellos alegremente.

Al término del día, Martina se dijo a sí misma que desde ahora en más, hablaría con más frecuencia con sus compañeros de trabajo, ese había sido un estupendo día y eso que aún no llegaba la sorpresa que le tenía preparada a la castaña, estaba segura de que Lourdes se largaría a llorar de la alegría. Todo marchaba viento en popa.

Eran las 5:30 cuando la ojicafé se retiró del local. Para ese entonces, los débiles rayos de sol daban contra el asfalto tiñéndolo de diferentes gamas de naranjas. Los carteles luminosos de las diferentes tiendas y las farolas de las calles de a poco comenzaban a encenderse, reemplazando a la luz solar.

Martina estaba tan feliz que se puso a tararear una ridícula vieja canción a medida que se dirigía a su destino por la enorme sorpresa de la castaña.

Our star | martuli G¡P (adaptación) | [Terminada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora