Capítulo 3: Choque de estrellas de neutrones.

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"...Y sus ojos verdes sonríen cansados, parece que le duele, está bien, no te haré más daño. Pero, ¿Qué puedo yo hacer si la felicidad invade mi corazón cada vez que tú derramas una lágrima?"

Después de unas cuarenta miradas de la castaña hacia el reloj en un intento en vano de hacer que sus manillas corrieran más rápido, al fin sonó el timbre del receso.

La educación en esa escuela era completamente diferente a lo que Lourdes estaba acostumbrada; eran mucho más exigentes.

Pensó que ya no tendría tanto tiempo libre, pues tendría que pasarse horas en su cuarto completando las tareas e imaginó a su madre saltando de alegría porque vería menos a su muchachita castaña por la casa.

-¿Vienes a la cafetería conmigo?- La voz que empezaba a sonarle familiar de la ojinegra habló sacándola de sus pensamientos.
Lourdes asintió mientras se incorporaba.

-Claro, vamos-

Tomó el pequeño bolso con medicamentos y siguió a la ojinegra fuera del aula, ésta le lanzó una mirada de curiosidad a lo que Lourdes llevaba entre manos.

-Puedes preguntar, adelante- Espetó en un tono amable haciendo que la ojinegra la observara con intriga.

-...¿Qué llevas en ese bolso?- Soltó rápidamente y acto seguido se llevó una de sus manos a su boca mordiendo nerviosamente sus uñas.

-Son medicamentos- Respondió Lourdes con simplicidad mientras ambas caminaban a la par por el extenso pasillo rumbo a la cafetería.

-¿Medicamentos?¿Estás enferma o solo lo usas para... Tú sabes...- Habló con un tono condescendiente.

Lourdes la miró sin entender.

-Ya sabes... Para drogarte- Arian soltó por lo bajo, mirando hacia todos lados preocupada porque nadie la haya oído.

La castaña río.

-¡Por supuesto que no!- Dijo entre leves risas.

Ariana suspiró relajadamente.

-Estoy enferma, y supuestamente necesitaré de estos por el resto de mi vida para poder vivir-

Soltó con simplicidad, como si fuera la cosa más normal del mundo, y de hecho para ella lo era. Estaba acostumbrada a lidiar con ello desde el día de su nacimiento, no podía imaginarse viviendo una vida común como las demás personas. Ella tenía que ingerir cada día de su vida vitaminas y proteínas que la fortalecieran.

-Lo siento...- Murmuró Ariana mirándola con ojos de pena y lástima.

Podría decirse que Lourdes estaba acostumbrada a que la vieran con esa misma mirada cada vez que ella contaba su historia. Pero no lo estaba. Odiaba esa mirada, la hacía sentir como si fuera la persona más rara del mundo, y aunque Lourdes sabía que en parte lo era, le gustaba creer que no.

-No lo sientas, está bien por mí- Contestó firmemente mientras su mirada decaída se dirigía al paso lento de sus converse blancas.

No se dijo más nada hasta llegar a la cafetería.

No había más nada que decir.

La cafetería era un lugar espacioso lleno de grandes mesas puestas en fila, no muy separadas la una de la otra. Por lo que si contabas que te habías tirado a una chica la noche anterior, la mesa de al lado lo sabría, y al instante la otra, y la otra, y así sucesivamente. Los chismes corrían con rapidez en aquella escuela.

Lourdes optó por comprarse unos sándwiches de jamón con queso y un pequeño jugo de manzana. Su nueva...¿amiga podría decirse?, Lourdes suponía que sí, parecía ser el tipo de personas con un apetito insaciable.

Our star | martuli G¡P (adaptación) | [Terminada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora