Capítulo 9: No más dolor, no más tristeza, solo quiero ver el sol.

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"Sigo esperando por las cosas bonitas que prometiste me sucederían en un futuro, lo sigo haciendo..."

Los grandes faroles de la ciudad comenzaban a encenderse lentamente alumbrando las asfaltadas calles, el cielo de Ezeiza comenzaba a oscurecer, regalando un espectáculo de combinación de colores en su cielo.

Durante todo el trayecto hasta casa Lourdes reprimió el llanto. Regresaba a paso presuroso y con la vista gacha tratando de evitar las miradas curiosas de las tantas personas que se paseaban a esas horas.

Se sentía humillada, débil, impotente, quebrada, rota en toda la extensión de la palabra.

Casi podía ver gráficamente en su cabeza a Martina arrancándole el corazón como si fuera la cosa con menos importancia en todo el mundo y arrojarlo sin piedad contra el asfalto, pegando saltos arriba de este machucándolo hasta volverlo puré.

Lourdes apresuró su paso. Lo único que deseaba en esos momentos era estar entre los cálidos brazos de su madre y que le susurrara al oído que todo estaría bien, así como cuando era niña, aunque ella sabía perfectamente que las cosas no irían bien.

Al llegar a la entrada de la vivienda, la castaña se quebró. Ya no podía seguir aguantando las pesadas lágrimas que se acumulaban en sus ojos. Sintió todo el peso de la tristeza caer violentamente sobre sus débiles hombros como una carga de ladrillos.

Las lágrimas saladas corrían por sus sonrosadas mejillas y la ojiverde se dejó caer de rodillas en la pequeña alfombra de "Bienvenidos a nuestro hogar", ensuciándola un poco con la mezcla de harina y huevo que llevaba encima.

Su cabeza ardía y estaba muy segura de que en ese momento volaba en fiebre. El agua fría que aquellos muchachos habían arrojado sobre ella más la fresca brisa otoñal que chocaba contra su cuerpo al venir, no eran buenas combinaciones para su pobre sistema inmune. Pero a Lourdes no le interesaba si tenía que pasar tres semanas tendida en la cama enferma, solo deseaba morir en ese momento. Quería que un puente apareciera mágicamente enfrente suyo para arrojarse de el sin rastro de inseguridad. No entendía cómo el mundo podía llegar a ser tan cruel ¿Qué había hecho? ¿Había hecho algo tan malo para merecer eso? ¿Es que era un crimen haber nacido con una estúpida enfermedad hereditaria que ella ni siquiera había decidido tener?

El rechinido de la puerta abrirse le hizo alzar la vista lentamente, era su madre. Ella cubrió su boca reprimiendo un sollozo por lo que vio. La mujer cayó de rodillas frente a su hija, sus labios rojos temblaban en duda de no saber que decir en el momento.

-¿Q-que te sucedió Lourdes?-

Gabriela llevó sus delicadas manos hacia el rostro de la castaña tomándola por ambas mejillas y haciendo leves caricias con sus pulgares. Su hija parecía la representación gráfica de la palabra "rota" y Gabriela sólo sintió completa tristeza por su pequeña niña.

Lourdes bajó la vista aún sin poder cesar el llanto. No respondió a la pregunta formulada por su madre y simplemente se abalanzó entre sus brazos buscando algo de protección y seguridad que solo una madre podría brindar.

Ella correspondió fuertemente al abrazo de inmediato, sin importarle en absoluto cuán manchada estaba su hija en esos momentos.

El cuerpo de la ojiverde temblaba a medida que trataba de contener el llanto, pero era imposible, cada vez que recordaba aquellas palabras, a Martina enfrente de ella grabando el segundo a segundo de la humillación, sus ojos volvían a desprender pesadas lágrimas. Una tras otra, sin intención de detenerse. Sollozaba violentamente y su madre no sabía que debía hacer con ella.

-Todo...todo estará bien cariño, tranquila-

Susurró en un intento desesperado por calmarla.

Lourdes sabía que nada estaría bien, pero eso era exactamente lo que esperaba escuchar de su madre, una alentadora pero incierta frase. Esa que ella tanto estaba costumbrada a escuchar.

Our star | martuli G¡P (adaptación) | [Terminada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora