CAPÍTULO 23 RECIBIENDO SU MERECIDO

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❤️ Maratón 3er. Capítulo de 3. Espero que les haya gustado este maratón. Bendiciones.

Rafael palideció cuando vio aparecer a Santiago Morán y a su odiado enemigo Nicolás. Era imposible que ellos estuvieran ahí, un sudor frío empezó a recorrer su cuerpo, ahora entendía el que ellos no estuvieran en el rancho, ¿cómo iban a estar, si estaban rescatando a su peor enemigo? De nuevo se preguntó ¿Cómo había podido suceder esto?

En ese momento se dio cuenta de que pasara lo que pasara, ya no había escapatoria para él, el maldito de Simón se había salido con la suya, ahora era él quien se encontraba en su poder, ahora era él quien se encontraba a un paso de la muerte. El temor se apoderó de su mente. La muerte era real, ¿Cuánto tiempo le quedaba? ¿serían horas?, ¿minutos? ¿quizás segundos?

_ ¡No puedes hacerme esto! - lo miró suplicante. _ hemos sido compañeros, si me das una oportunidad, te prometo que no te vas a arrepentir.

_ Me arrepentiré si te la doy. - dijo firme Simón, tú no tienes palabra.

_ ¡Por favor! -suplicó. _ tengo mucho que darte, te ofrezco mucho dinero.

_ No lo necesito. - dijo sin inmutarse.

_ ¡Tengo mucho! - casi lloró viendo que nada conmovía a Simón. _ te lo daré todo.

_ Si me conocieras sabrías que él dinero no me interesa - dijo con impaciencia. _ será mejor que terminemos con esto de una vez. - se acercó más a él.

_ ¡TE DOY A MI MUJER! - gritó desesperado.

Simón no lo pensó antes de descargar su puño sobre su ya maltratado rostro y hubiera seguido, si Nicolás no lo hubiese detenido.

_ ¡Maldito idiota! - gritó aún furioso. _ te juro que de haber habido una mínima esperanza de que te perdonara la vida, no lo haría, si acaso hubieses tenido una oportunidad, la acabas de perder y quiero que estés bien consciente, de que la acabas de perder por ella, porque ella no se merece estar con una alimaña como tú.

_ ¡Tu dijiste que no me asesinarías, dijiste que no eres como yo! - dijo entre sollozos. todo su cuerpo temblaba de terror. _ ¡no eres un asesino! ¡Lo acabas de confesar! - dijo con desesperación.

_ Cierto yo no te quitaré la vida, pero habrá quien si lo haga.

_ ¡Tus amigos serían unos cobardes si lo hacen! - exclamó. _ ¡estoy indefenso!

_ Te recuerdo que hace unos momentos, tú mismo venías con la intención de asesinarme, pensando que estaba débil y moribundo, además atado a esa cama, justo como lo estás tú ahora, y entonces no te considerabas un cobarde, pero las cosas cambian, ¿verdad? - lo miró con rabia. _ pero yo no soy vengativo y no vas a morir por lo que me hiciste a mí, esto es por dos personas en especial, por mi princesa y por Fernanda, ninguna merecía lo que hiciste con ellas y descuida no voy a ser yo quien te prive de tu asquerosa vida, le doy el privilegio a Nicolás, porque tiene una cuenta pendiente contigo.

_ ¡TU TAMPOCO ERES UN ASESINO! - gritó angustiado al velo acercarse.

Nicolás lo tomó del cuello con fuerza, el empezó a respirar con dificultad, su rostro empezó a ponerse morado, estaba a punto de morir asfixiado cuando Nicolás lo soltó.

_ Podría sentarme aquí todo el día. - dijo con calma mientras Rafael se sacudía por la tos y los espasmos de su cuerpo por la falta de oxígeno. _ y hacer esto minuto tras minuto, hora tras hora y no me cansaría. - dijo viendo cómo casi se le salían los ojos de la impresión, de solo imaginarse que él hiciera tal cosa. _ pero eso me convertiría en alguien como tú y mi preciosa esposa no ganaría nada con esto, más que tener un esposo sanguinario y eso, sé que no le agradaría, así que voy a hacer algo mejor. Tienes razón, yo tampoco te quitaré la vida, solo te prepararé para que alguien más lo haga. - diciendo esto se alejó de él.

Rafael miró como todos salían y respiró aliviado, luego empezó a forcejear con las esposas, estaban locos si pensaban que los iba a esperar ahí. No se iría sin luchar, ya lo habían visto derrotado y suplicante, pero se liberaría y se las cobraría y luego iría con la zorra de su esposa y le daría su merecido, ahora estaba seguro de que esos dos se entendían a sus espaldas.

No pasó mucho tiempo cuando observo de nuevo a esos hombres entrar. Durante varios minutos, que le parecieron eternos, Simón se dedicó a inmovilizarlo atando su otra mano y uno de sus pies a la cama. No entendía porque le dejaba libre el otro, también se había asegurado de que no pudiera mover su cuerpo, atándolo a la cama con cuerdas resistentes tanto alrededor de su pecho como por sus caderas, era imposible que se moviera. Simón se había tomado su tiempo, sobre todo porque su condición no le permitía actuar y moverse con facilidad, incluso se había visto obligado a aceptar la ayuda de los presentes sobre todo cuando se requería fuerza. Después observó cómo Nicolás tomaba pequeños trozos de carne cruda y los colocaba en su entrepierna, no necesitaba ser muy listo para comprender, lo dejarían ahí solo, a merced de las fieras, lo más probable era que fueran lobos, había visto y escuchado algunos por la región, esos trozos de carne solo eran la carnada y lo peor era que empezarían por ahí, el estaría vivo cuando ellos empezaran a devorar su cuerpo y no habían inmovilizado su otra pierna porque se defendería con ella, pero era un arma de dos filos, podía hacerse el valiente y dejar que terminaran con él, sin presentar batalla, y todo terminaría más rápido, o se defendería y su agonía se alargaría por más tiempo, sin embargo él y todos sabían que intentaría defenderse por puro instinto, aunque no lo quisiera.

_ Mis últimas palabras para ti. - dijo Simón. _ son que espero que te arrepientas de verdad, y que mientras esto dure, pienses en como hiciste sentir no solo a tu esposa, cada vez que la forzaste, si no a cada mujer que le hiciste lo mismo y también a cada ser humano al que tú torturarse de diferentes maneras, y espero que lo disfrutes como lo disfrutaste en cada una de esas ocasiónes.

Diciendo esto, le dio la espalda, mientras él, los miró marcharse, todos salieron dejando la puerta entreabierta, luego escuchó como se encendían varios vehículos, no sabía si eran las camionetas en las que él y sus hombres habían llegado o ellos tenían las propias, pero debieron estar escondidas porque él no las vio al llegar.

En ese momento empezó a gritar, pero supo que sus hombres habían sido sometidos, porque nadie se presentó, tenía la esperanza de que alguno hubiese alcanzado a huir.

Las horas empezaron a pasar con lentitud y cada ruido proveniente del bosque lo sobresaltaba en gran manera, en algún momento dado escuchó el ruido de dos helicópteros pasar por el lugar, y entendió como habían llegado hasta ahí los Moran, nunca debió subestimarlos. Y pensar que por algún momento pensó que los podría vencer, y en su propio territorio, que iluso había sido.

Empezaba a oscurecer cuando escuchó el aullido de un lobo. Todo su cuerpo se tensó. Luego otro, y otro, ya no había vuelta atrás, todos los bellos de su cuerpo se erizaron ante aquella sinfonía de aullidos. Maldito Simón Mendoza, al final le había ganado, no tuvo más que reconocer que era el mejor, siempre lo había sido, aun así, lo odiaba y deseo que se pudriera en el infierno.

*****
El alba dio paso a los primeros rayos del sol, cualquiera que pasara por ahí hubiese quedado espantado de los gritos desesperados que se escuchaban por varios kilómetros a la redonda, pero nadie pasaba por ahí y los gritos aún no cesaban, porque aunque ese hombre se defendía con las fuerzas que aún le quedaban, con cada ataque los animales se llevaban una parte de el.

Por fin a media mañana el bosque quedó en silencio. El corazón negro de un hombre perverso había dejado de latir, pero su alma pervertida donde quiera que estuviera seguiría odiando, porque eso era lo único que había hecho en su vida, odiar y destruir, solo que en esta tierra ya no lo haría más.

AMOR SIN CONDICIÓN No. 1️⃣1️⃣/SERIE: HOMBRES DE LA SIERRA Donde viven las historias. Descúbrelo ahora