CAPITULO 30 EN PROBLEMAS

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Fernanda miró una vez más hacia el infinito, en el firmamento las estrellas resplandecían más que nunca, como si le dieran una nueva esperanza. Sin embargo, recordó lo aterrada, que se había sentido en esa ocasión, esos hombres que habían ido por ella, la habían dejado en una cabaña en medio del bosque, escuchó cuando ese hombre les daba instrucciones y les decía que se marcharan y volvieran hasta el día siguiente, porque él se iba a divertir durante toda la noche. En ese momento supo que sus hermanos la habían vendido por una noche, como si se tratara de una mujer que vendía sus servicios.

Recordó que lo vio entrar, tan sonriente, tan seguro de sí mismo, tan arrogante y prepotente, sin mediar palabra la tomo entre sus brazos y la besó a la fuerza, ella se había resistido y él la soltó, solo para servir licor en un vaso.

_ Veo que necesitas relajarte. - sonrió maliciosamente. _ no te preocupes, lo harás. En unos momentos más serás la mujer más dócil del mundo.  - había dicho en una carcajada, agregando algo a su bebida, seguramente pretendía drogarla, ella miró a su alrededor buscando algo que le sirviera para su defensa y lo encontró, era un atizador, disimuladamente se acercó a la chimenea, a él no le pareció extraño porque afuera hacía frío, ella lo miró acercarse y con docilidad aceptó la bebida, él estaba tan complacido de que por fin empezara a cooperar que bajó la guardia, él se descuidó colocando su bebida sobre la chimenea, y no se dio cuenta, cuando ella asestó el primer golpe, era robusto y grande, jamás hubiera podido contra él, pero al parecer, ya tenía varias copas de más encima, sin contar con el factor sorpresa, el caso era que con el primer golpe, había ido a parar al suelo, había intentado incorporarse, pero sus movimientos ya eran torpes y ella no desaprovechó la oportunidad, siguió golpeando y golpeando, hasta que él dejó de luchar. Fue entonces que se dio cuenta de lo que había hecho, lo había matado, el hombre ya no se movía, él y su ropa estaban ensangrentados, miró sus manos, también tenían sangre, un gritó escapó de su garganta, ahora ¿qué podía hacer? No se podía quedar ahí, pero en el bosque seguramente moriría, sin embargo, no tenía alternativa. Así que miró a su alrededor y tomo la primer chaqueta que encontró. Sobre la chimenea se encontraba una linterna, la tomó y salió al frío del exterior, de cualquier forma, si se quedaba su destino sería la muerte, esos hombres no le perdonarían el que hubiese asesinado a su jefe, y si se iba, lo más probable era que también muriese, no sabía en donde estaba, ni hacia donde iba, seguro se perdería y sin agua, sin alimento y sin abrigo adecuado también moriría, sin contar con los animales del bosque.

Recordó como estuvo perdida por un día y dos noches, la segunda noche ya no se movió, ya no tenía caso, solo le quedaba esperar la muerte, al amanecer del segundo día fue cuando sus hermanos dieron con ella, la sacaron de ahí y la llevaron, ya no a su casa, si no a otro lugar que ella no conocía, ahí no les importó que estuviera débil y mal herida con rasguños por todo su cuerpo,  y al borde del colapso, aun así, entre dos de ellos, la habían golpeado hasta casi dejarla muerta, estaban furiosos porque ahora tenían que esconderse y huir de ese hombre, que al parecer era alguien importante en ese lugar y lo habían hecho enojar, por fortuna no lo había matado y eso le quitaba un peso de encima, no era una asesina pero eso no le servía, ahora tenía que pagar por su osadía, no supo cuánto tiempo paso inconsciente, solo supo que los mismos que la habían dejado postrada en una cama, casi muerta, eran los mismos que ahora se esmeraban en qué se recuperarse y pronto supo la razón. Habían encontrado otro comprador. Durante ese tiempo se habían estado trasladando de un lugar a otro, tratando de no llamar la atención, seguían huyendo del otro hombre.

La casa en la cual se encontraban ahora, era muy pequeña , contaba con tan solo dos recámaras, una la habían destinado para ella y la otra para ellos, ahí se había enterado de todo lo que sus hermanos hacían y lo que planeaban hacer, sabía que se habían convertido en matones, ladrones, estafadores además de burlarse de las mujeres, incluso sabía que Juan, el más pequeño había forzado a varias, se había convertido en un cínico y depravado, lo había escuchado jactarse de todo lo que había hecho y no estaba arrepentido. Ella estaba asqueada de ver en lo que se habían convertido, y deseaba escapar de ellos, pero le era imposible, jamás la dejaban sola y aunque ya se sentía mejor y con más fuerzas, ellos no la dejaban salir, el patio era su única escapada y aún para salir de ahí, debía estar siempre acompañada. Esa noche los había escuchado decir que ya estaba lista para ser entregada.

_ Es el gran negocio de nuestra vida. - había dicho Raúl.

_ Claro, si no lo hecha a perder como el anterior. - se quejó Carlos.

_ Ya aprendió la lección. - intervino Juan, pero por si las dudas yo me encargaré de recordarle quien manda aquí. - les aseguro que no volverá a intentarlo siquiera.

_ No puedes lastimarla. - dijo Carlos, además es nuestra hermana.

_ ¡Yo hago lo que quiera con ella! - había levantado la voz. No voy a arriesgarme a que nos haga otra jugada, este hombre sí que es importante y nos está pagando lo que no podríamos ganar en años.

_ ¿Quién nos asegura, que de verdad nos va dar lo que dijo? - cuestionó Carlos.

_ ¡No seas idiota! - lo miró mal Raúl. _ aún si ya no nos diera nada, con lo que nos dio de anticipo, sería más que suficiente para pagar un montón como esta y más.

_ Jajaja. - se escuchó la risa de Juan. _ ¿creen que esta vale tanto? Las he tenido mucho mejores, no sé porque tanto alboroto por esta mojigata, ¿que puede ofrecerle a un hombre?, yo no pagaría nada por ella.

_ Pero alguien lo está haciendo y muy bien. - respondió Raúl y los valga o no, hay que aprovecharlo y de nuestra cuenta corre que esté en buenas condiciones, así que te vas calmando. - amenazó a su hermano menor.

Ella se quedó helada, pero ya no lucharía, había vivido tanto tiempo con su esposo abusivo, este no sería su esposo y no sabía qué clase de hombre era, pero fuera lo que fuera, ¿Que más daba? No podría ser peor que Rafael, ¿O sí? Y de serlo, ella ya no soportaría mucho, estaba segura de que su resistencia no duraría tanto tiempo y de durar y las cosas ponerse realmente mal, ella buscaría la forma de que todo terminara lo más rápido posible,  hallaría la forma, estaba segura.

Miró una vez más hacia las estrellas, quizás pronto se convirtiera en una de ellas, ya no pelearía.

AMOR SIN CONDICIÓN No. 1️⃣1️⃣/SERIE: HOMBRES DE LA SIERRA Donde viven las historias. Descúbrelo ahora