El helicóptero aterrizó sin dificultad en aquella hermosa isla, el día era soleado y la brisa marina daba de lleno sobre la cara de Fernanda. Simón caminaba a su lado y aunque ella cargaba en sus brazos a su pequeño bebé, él estaba atento para ayudar si era necesario. El auto que los esperaba los llevo hasta una casa modesta, ahí todo era modesto, sin embargo, no había pobreza en sí, la gente vivía con lo necesario, sin faltarles nada, pero sin sobrarles nada también.
Fernanda se sentía nerviosa, no sabía cómo iba a reaccionar, ni siquiera sabía si sería capaz de mirarlo a la cara. Si podría perdonarlo.
La puerta se abrió y no reconoció al hombre que la miraba desde la entrada. Parecía ser muchos años más grande de lo que ella sabía que era.
Ninguno pronunció palabra, solo se miraron sin saber qué hacer.
Simón tomo al bebé en sus brazos y mientras con uno lo sostenía, con el otro rodeo a su esposa dándole seguridad
_ ¡Hermana! - rompió el silencio Carlos. Estaba nervioso, no sabía cómo empezar.
Simón sintió como ella se tensó, pero luego se desprendió de su lado y se acercó con precaución, con timidez.
Carlos la miró, deseaba abrazarla, deseaba borrar todo el daño que le había hecho, pero ya no podía y no sabía cómo acercarse a ella.
Había pasado tanto tiempo desde la última vez que la había visto, fue cuando él y sus hermanos la habían secuestrado y arrancado de las manos del hombre que ahora era su esposo y que estaba ahí con ella.
Lo que pasó después, no se lo deseaba a nadie, ni siquiera a su peor enemigo. Esos dos hombres a los que los habían entregado habían hecho lo inimaginable con él y su hermano Raúl, luego a él lo habían enviado a una horrible isla, no porque el lugar fuera feo, sino porque, lo que estar ahí significaba, era una isla llamada la isla del diablo y su nombre era muy acordé a lo que vivir ahí significaba, era una prisión, en donde sobrevivía el más fuerte y el que seguía las órdenes de quienes estaban al mando, al parecer había pasado la prueba, porque después lo habían enviado a otra isla, en donde había pasado por varias situaciones difíciles y angustiantes, porque ahí, había tenido la posibilidad de escapar, pero no lo había hecho y eso le había valido para que lo trasladaran a la isla en la que ahora se encontraba.
Después de haber pasado por el infierno, se había dado cuenta de lo egoísta y perverso que había sido, había vivido en carne propia lo que él mismo, les había hecho a otros, y no se diga lo que había hecho padecer a su propia hermana. Desde el primer momento se había arrepentido, aun así, necesitó pasar por todo lo demás para no desear volver a hacer daño a nadie en lo que le quedaba de vida, sabía que había sido afortunado, porque, aunque no podía salir de ahí y sabía que nunca lo haría, aún tenía vida. La mayoría no había tenido esa suerte, además, ahí se vivía bien y había libertad, aunque limitada, pero era tan apreciada.
Él había pedido poder ver a su hermana, deseaba con toda su alma pedirle perdón y sabía que a no ser que ella fuera a él, él jamás podría haber ido a ella y también eso tenía que agradecerlo porque no era posible entrar y salir de la isla, quienes acudían a ver a algún familiar o amigo, era porque sabían que se quedarían ahí para siempre, esa era la regla. Con él estaban haciendo una excepción y lo sabía. Sin embargo, ahora que la tenía enfrente no tenía idea de cómo empezar, ni sabía si ella lo perdonaría, aunque el que hubiese acudido le decía que tenía una oportunidad.
Lo conmovía tanto verla, ya no era aquella jovencita de la que ellos se valieron para enriquecerse, ya no lo veía con su mirada asustadiza ni aterrada, ahora emanaba de ella una fuerza y una seguridad, que antes no tenía, aunque en ese momento, al apartarse de aquel hombre, afloraron de nuevo su timidez y su inseguridad.
Ella lo miró, y él vio su intención de volver a la seguridad de los brazos de su esposo.
_ Fer. - dijo antes de que ella se alejara. _ pequeña. - la llamó.
Ella se detuvo, lo miró de nuevo, sus ojos estaban cristalizados. Luego como en un sueño la miró acercarse a él, él solo extendió sus brazos y la recibió. Sintió su cuerpo estremecerse por el llanto y de inmediato se transportó al pasado, cuando eran pequeños, y su madre vivía, cuando su hermana era sus ojos y la consolaba cuando algo la lastimaba y se preguntó, en que momento cambió todo eso, en qué momento se convirtió en un mounstro, en un hombre avaricioso y sin alma, estaba arrepentido y había vuelto. Ya no era más ese ser vil y despreciable, al menos lucharía por no serlo.
_ Perdóname. - fue lo único que pudo decir, antes de que su voz se quebrara por el llanto.
Ella apretó su abrazo, también lloraba, pero le hacía saber que lo perdonaba. No lo merecía, pero ella lo hacía. La abrazó más fuerte y se arrepentía de todo cuanto le había causado, si tan solo no hubiese escuchado a su hermano Juan y a sus amigos, en el fondo siempre supo qué hacía mal, pero se dejó envolver, hasta creer que no era tan malo, ahora sabía cuánto había herrado y cuánto daño había causado, pero era tarde para volver el tiempo, ya no se podía y él, aunque ya había pagado, lo seguiría haciendo, porque lo merecía y no se quejaba, ahora lo entendía y lo aceptaba.
*****
Simón se había alejado, después de ver conmovido el reencuentro de los dos hermanos. Les había dado su espacio. Luego habían convivido por varias horas. Él había conocido a su precioso sobrino de un año y ellos habían conocido su casa, habían paseado por la isla, y estaban por marcharse.Ese hombre sí que había cambiado, Fernanda estaba conmovida por ello y porque nunca se imaginó que llegaría el día en el que él o alguno de sus otros hermanos se arrepintiera y menos que le pidieran perdón, se alegró, porque él si lo había hecho y a causa de eso su esposa no cabía de felicidad.
Ahora a él le tocaría la difícil tarea de explicarle a ella, por qué, sus otros hermanos no aparecían y por qué Carlos no podía regresar con ellos y nunca lo haría. Aunque quizás no tuviera que decírselo, no tenía que saber que su hermano Raúl, después de ser entregado a aquellos dos hombres junto con Carlos y de recibir un muy merecido castigo, había sido entregado al hombre que había pagado por ella y al cuál se le escapó, Raúl era quien había hecho tratos con él y estaba muy molesto porque los hermanos solo le devolvieron una parte de lo que él les había entregado, así que ese hombre se había encargado de cobrarse la afrenta, y aunque no había sido su intención, en el proceso, sus hombres le habían quitado la vida, de no haber sido así, hubiese ido a parar a la isla del diablo junto con su hermano Carlos, y ahí solo sus acciones hubieran determinado su destino, quizás se hubiera arrepentido como él o igual hubiera muerto o estaría ahí para siempre.
Ella tampoco tenía que saber, que su hermano Juan, quizás también estuviera muerto, pero él, a manos de ese hombre al cuál lo habían entregado, Rafael Montes, otro ser depravado igual que él, solo que ahora era Juan, quien estaba del otro lado y era él, quien tendría que soportar que otros decidieran que hacer y qué no hacer con su vida. Simón, junto con Santiago y Nicolás, habían decidido que Juan no merecía una segunda oportunidad, porque no se arrepentía de lo que había hecho, no solo a su hermana, si no a tanta gente y merecería cada día, cada hora, cada minuto, cada segundo, que pasara en manos de ese hombre retorcido, que no perdería su oportunidad de divertirse a su costa. Rafael Montes estaba advertido de que, si se cansaba de él, tendría que entregarlo en manos de Santiago, pero todos sabían que eso no sucedería, Juan solo saldría de ese lugar cuando estuviera muerto.
_ ¿Por qué Carlos no puede venir con nosotros? - interrogó Fernanda con inocencia.
_ Él está rehaciendo su vida. - dijo y prefiere hacerlo en ese lugar, en donde no existe la tentación de volver a su antigua vida.
Ella asintió satisfecha, y él suspiró aliviado, en realidad no tenía problema en decirle lo que de verdad sucedía. Pero era Carlos quien se lo diría cuando estuviera preparado, por ahora le había pedido que le guardara el secreto y él estaba de acuerdo, sabía que ahora que lo había visto y que habían hecho las paces sería más fácil para ella asimilar su situación, y quizás, solo quizás con el tiempo Santiago diera su aprobación, para que él pudiera abandonar ese lugar , él estaría dispuesto a recibirlo y hacerse responsable de él, su intuición le decía que podría lograrlo, además, Santiago era partidario de las segundas oportunidades y sabía que él la aprovecharía si se la daban.
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AMOR SIN CONDICIÓN No. 1️⃣1️⃣/SERIE: HOMBRES DE LA SIERRA
RomanceEl ha estado enamorado toda su vida de la hija de su jefe, a tal grado de que ninguna mujer ha llegado a cumplir sus expectativas como para formar un hogar, excepto ella, sin embargo, ella ya es la esposa, de otro, él mismo alentó esa relación, porq...